Redacción: Javier Baquero – Jaba
Cali
– Colombia. Terminó el 2011 y Cali fue la plaza encargada de poner el punto
final en la parte taurina y lo hizo de forme eufórica y festiva, para lo cual
entregó orejas a granel, un rabo inexplicable y un indulto ilógico. Pablo Hermoso muy bien, Alzate crecido ante sus
oponentes, Saldivar de malas con su lote
y la ganadería aceptable.
Hablar de una corrida no es fácil en
ocasiones y menos cuando el «resultado numérico» se ha dado en medio del
festejo en el que se despide el año y donde actúa el mejor rejoneador del
mundo, pero como es mi deber «hablar» con la mayor sinceridad posible para
ustedes los lectores y para mí, como mi primer critico, por eso espero no herir
susceptibilidades con lo que exprese pero escribiendo en frio y analizando lo
que vi y viví, varios de los hechos acontecidos en la plaza para mí no tienen
justificación lógica.
Los toros
y el indulto
Se lidio un encierro que hasta el momento
podría ser el de mejor presentación en conjunto. Salieron dos toros de buen
comportamiento y desempeño durante la lidia, los dos para el torero nacional
José Fernando Alzate. Se lidio otro buen toro, por parte del maestro Pablo Hermoso
y se corrieron otros tres, los dos del mexicano Arturo Saldivar y el primero de
Don Pablo que fueron muy complicados, rajados, peligrosos, sin son, quizás rallando
por momentos en la mansedumbre, al punto que fueron pitados en el arrastre. 2,
3 y 5. El 6 del que muchos están hablando fue un buen toro, que no excepcional.
Fue un ejemplar que persiguió, que dejo estar y disfrutar las magnificas
ejecutorial de Pablo Hermoso, pero que nunca fue de indulto. Si bien es cierto
el PARTE del público, que en un poco más de medio aforo acudió a los
tendidos pidió de forma ilógica se le perdonara la vida al toro, también es
cierto que el Palco Alto, esta, o debe estar para orientar el buen criterio de
la Plaza y eso significa no ir en contra de los argumentos necesarios para
indultar un toro y no indultarlo solo porque «algunos» lo solicitan.
Primero que todo es el segundo caso en el
mundo, por lo menos que yo sepa, donde se osa indultar un toro de rejones. El 16
de julio de 2005 en la plaza de toros de Durango en México, un toro de Bernaldo
Quirós le fue indultado al mismo Pablo y también hubo polémica por el acontecimiento.
Mientras que el 11 de mayo de este año, en Jerez el rejoneador Fermín Bohórquez
quiso por iniciativa propia indultar un toro de su ganadería y «parte del
público se sumó a la petición pero el presidente se negó. Llegaron los tres
avisos y el toro se fue vivo a los corrales. Fermín llegó a simular la muerte
con un rejón partido. Incluso le había dado pases con una muleta para demostrar
la calidad del animal. La confusión en la plaza fue enorme. Mientras el
caballero hacía gestos sobre la calidad del animal, la autoridad del callejón llegó a
sacar el Reglamento para consultarlo. Al parecer, Fermín había
reclamado que los tres avisos se le deberían dar contando el tiempo después del
primer intento para matar al toro. En fin, una situación de desconcierto, el
toro se fue vivo y Fermín se quedó sin premio. El toro fue bueno. Lo del indulto
en corridas de rejones es algo que no es habitual» (texto del diario El Mundo
de España).Ahora bien, para el indulto se debe
tener muy en cuenta las veces que el toro asistió al caballo de picar y ese detalle para el caso de los rejones
no se cumple. Es más el mismo ganadeo Ernesto González manifestó al indagarle un
medio radial si el toro serviría para padrear en la dehesa, dijo que tendría que
pasarlo al caballo para ser picado y allí medir su bravura, y es que el fin
primordial de un indulto es «salvaguardar la casta», que se mide en las varas, según
los entendidos en el tema, no yo, que apenas soy un aprendiz.
Lo anterior, si es que el toro logra ser
curado luego de recibir dos rejones de castigo como los que recibió.
En fin considero que tantos años de historia
taurina, todo lo consignado en los Cossio y en tantos otros textos taurinos no
puede estar equivocado, lo que me reafirma en que el toro no puede ser
indultado si su lidia se dio en medio de un festejo de rejones y menos si el
toro apenas muy bueno y no excepcional como deben ser los toros a los que se
les concede el indulto. Recordemos que el indulto es un premio al toro, por
ende al ganadero y no un premio al torero. Ya en Cali hace unos años vimos
indultar un excepcional toro de Fuentelapeña y el asesor que para ese entonces
era don Carlos Ilián, no permitió que se le entregara ni un trofeo al torero
actuante.
Los
toreros
La corrida tuvo un cartel mixto y
trinacionalista. El rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza, el matador de
a pie, mexicano Arturo Saldivar y el diestro colombiano José Fernando Alzate.
Empecemos por decir que abrió plaza el
bogotano Alzate, pese a sus escasos 22 años. El torero estuvo bien, centrado,
tranquilo con «oficio» que nace más de los deseos que del número de festejos
que sumó en los dos años de alternativa. El capitalino salió dispuesto a
sortear su única corrida en la totalidad de la temporada colombiana y salió
airoso del compromiso. Todo empieza porque le correspondieron los dos mejores
toros del encierro. Él aprovechó con la capa y con la muleta, con los aceros
ratificó y firmó sus faenas. Encontró los tiempos y espacios requeridos para
lidiar a sus oponentes. La presidencia
entregó tres orejas, dos y una respectivamente, quizás y sin quitarle nada de
merito al torero la presidencia fue muy generosa una y una había sido lo justo.
El segundo espada, no menos joven, también de
22 años, fue el mexicano Arturo Saldivar, a quien le toco «bailar con la más
fea» o mejor lidiar el peor lote del encierro. En su primero los deseos se
vieron empañados pues no se podo acabar de acoplar las dificultades de su oponente.
Las suertes que puso en marcha se vieron embarulladas y no por eso quitar el
merito del valor al pasarse el toro muy cerca de su humanidad, pero las cosas
no le salieron. En el quinto nuevamente un toro muy complicado y los deseos por
encima de las realizaciones. Tal fueron las ganas y los esfuerzos por hacer las
cosas bien, que el público lo obligo a salir a saludar desde el tercio y le agradecieron
lo hecho con una fuerte ovación.
El que hizo tercero fue el maestro Pablo
Hermoso de Mendoza, que comparecía por segunda vez en la Feria. A él la moneda
le toco verla por los dos lados. En su primero un toro tardo, con un peligro
sordo, que pegaba arreones cuando menos lo esperaba, que media y quería hacer
daño, que cortaba por el lado derecho dificultando las suertes del rejoneo. Don
Pablo la sacó barata y cubrió muchos de los defectos del toro y expuso una barbaridad
sus caballos al punto que dos de ellos fueron alcanzados por los recortados
pitones, eso sí, sin perjudicar las cabalgaduras.
En el que cerró la tarde, y a la vez el año
taurino para Colombia, un buen toro de González, Don Pablo le exprimió hasta el
último «pase» y digo pase porque con sus caballos toreo de forma espectacular,
como si tuviese en sus manos capote o muleta y los mostrará planchados y con
ellos marcará un camino estricto al burel. Agrupo los rejones, las farpas
lucieron en la preparación, en la ejecución y en el remate de las suertes. Toreó
de costado, a dos pistas, las banderillas las dejó en lo alto cuando el toro
visitaba su estribo, ni un segundo antes, hizo alzadas, piruetas y cambios de
pista en la propia cara del noble toro. La surte del teléfono de forma
impecable y las batidas perfectas cuando sus caballos iban de frente a la cara
del toro.
Todo lo hizo bien, incluso las condiciones del
burel se vieron mejor de lo que eran por la pureza misma de las suertes. En determinado
momento y erróneamente se vieron brotar en algunos sectores del público, pañuelos
pidiendo un indulto, mientras que en otros sectores los verdaderos aficionados pedían
se diera muerte pronta al toro. Pasaron minutos cortos y el palco de forma «festiva
y alegre» sacó la bandera amarilla para conceder el mínimamente solicitado indulto,
pero allí no para el exabrupto de la presidencia, pues concedieron de forma discordante
con la petición dos orejas y rabo, un rabo que ni el mismo rejoneador entendió.
Él no tiene la culta de la ignorancia taurina del presidente frente a las
corridas de rejones. Él estuvo en lo que es, un maestro y las dos orejas habían
sido un justísimo premio.
Como
dato estadístico frente a este despropósito del palco, hace 46 años se cortó el
último rabo en Cali. Exactamente el 31
de diciembre de 1965, lo consiguió Curro Girón tras magistral faena, cortó el
último rabo en Cañaveralejo.
Como
última consideración, si se quiere que Cali regrese a sus mejores épocas, no es
regalando orejas y rabos que se va a lograr, a menos coherencia en la
presidencia menos prestigio para la plaza.