Redacción: Javier Baquero – Jaba
Bogotá – Colombia. Ha pasado el día y menos de 24 horas de abrirse la
temporada taurina en la capital colombiana el alcalde de la ciudad, el
señor Gustavo Petro dio a conocer que pagara parte de su capital
electoral con su opción a la fiesta de los toros.
Gustavo Petro, hoy alcalde, durante su campaña recibió adición de grupos de anti taurinos y suscribió un acuerdo en el cual se comprometió a defender sus intereses animalistas y en tal sentido hoy empezó a pagar los votos comprometidos.
Petro hoy ha salido a los medios de comunicación a decir «En campaña electoral dijimos que no nos parecía conveniente que en Bogotá se desarrollarán espectáculos alrededor de la muerte, y en esa medida, nosotros hemos decidido no asumir el derecho del palco en la plaza de toros», lo que tengo que calificar como oportunista porque su pronunciamiento lo hace a pocas horas de iniciar la temporada capitalina para poder vender ante los medios una noticia que le de imagen, de otra parte, y lo más reprochable populista, pues salir a vanagloriarse de que «hemos decidido no asumir el derecho del palco en la plaza de toros» es mentirle al pueblo bogotano en beneficio de quedar bien con los que depositaron su voto en medio del acuerdo que firmó con los antis.
Adicionalmente a dicho «Por esta razón he desistido de nombrar delegado o de que se utilice por derecho el palco de la Alcaldía de Bogotá en la plaza que es de toda la ciudad». Que falso, la verdad él no tiene derecho a ningún palco, porque si bien es cierto la Ley 916 en su artículo 26 determina que la presidencia de los espectáculos estará en cabeza del alcalde o un su delegado, la Corte Constitucional a través de la sentencia 367 de 2006, con ponencia de la magistrada clara Inés Vargas declaró inexequible este artículo, en el entendido de que los festejos taurinos son desarrollados por empresas privadas razón por la cual el burgomaestre de la ciudad no tiene por qué intervenir de ninguna manera en el desarrollo de la realización de los festejos.
De otra parte, el señor Petro dijo que quiere «iniciar una negociación con la Corporación Taurina de Bogotá, con el fin de modificar las circunstancias que hacen de las corridas de toros un espectáculo alrededor de la muerte», desconociendo que las corridas de toros están reglamentadas, permitidas y avaladas por la Ley 916 de 2004 y cualquier tipo de modificación que se pretenda hacer no está bajo su talante, ni bajo el del Consejo de la ciudad pues existe una norma superior, la Ley, que está siempre por encima de una norma menor un acuerdo de un concejo municipal.
Ahora bien, para sopesar su supuesto pensamiento ha manifestado «Queremos un diálogo franco, ahí hay un espacio público que es la Plaza de Toros que debería tener una utilización múltiple en la cultura de la ciudad pero que debería cerrarse a cualquier posibilidad de espectáculo alrededor de la muerte, todos los espectáculos, la cultura, el arte alrededor de la vida bienvenida, pero no la que se construye a través de la muerte de animales o de seres humanos», lo que es a todas luces una mezcla de criterios ilógicos, el primero poner a los toros al nivel de los humano, luego desconocer que la plaza de toros es utilizada para otras actividades culturales durante el año, teatro y tenis, por ejemplo, ratificando que existe un desconocimiento de la ciudad. Y si el interés manifestado es no permitir la muerte de seres humanos tendríamos que ir en contra de los partidos de fútbol, que en tiempos muy recientes nos han dejado ejemplos muy dolorosos.
Como él sabe que no tiene ni la competencia, ni la jurisdicción para modificar un espectáculo que ha sido catalogado y ratificado por sentencia de constitucionalidad como una expresión artística del ser humano, ha decidió decir que no permitirá que la temporada reciba dineros públicos, pero su doble moral no lo ha llevado a decir públicamente que él si recibirá los mil trecientos millones que aproximadamente le generará la temporada a la ciudad capital en tan solo seis fines de semana. Recordemos que el estadio de la ciudad abierto todo el año no factura para el distrito lo que la Santamaría.
Ya hace unos días el nuevo gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, había manifestado que retiraba todo el apoyo económico a la Feria de la Macarena, por cuanto no gusta del espectáculo taurino, lo que se contradice con la cantidad de veces que ha asistido a la macarena para disfrutar del espectáculo. El apoyo de la licorera de Antioquía será suplido por la Industria Licorera de Caldas, aprovechando la oportunidad de ayudar a las clases menos favorecidas con los dividendos de las corridas.
Ya en Cataluña, los genios que promovieron la prohibición de las corridas están promoviendo un proyecto para restablecer el error cometido y eso si los anti taurinos no lo cuentan.
Quiera Dios que al señor Petro la próxima estrategia que se le ocurra sea permitir o autorizar movilización en los alrededores de la plaza generando y alentando el desarrollo de los ya conocidos desafuero de los «señores anti taurinos», ya en el pasado hemos visto como ofenden e incluso atentan contra los aficionados que asistimos a la plaza. Como dañan vehículos, paredes, señales de tránsito y todo aquello que les sirva para plasmar su desacuerdo.
Esperamos que como Petro es el jefe de la policía de la ciudad brinde todas las garantías de seguridad al espectáculo, que el número de efectivos sea el más adecuado y que no se trate, también por ese lado de sabotear la realización de la temporada.
Si bien es cierto los taurinos somos una minoría, merecemos todo el respeto de los demás ciudadanos de la capital y es inadmisible que el propio alcalde promueva que se vulneren los derechos de las minorías, él es el alcalde de la ciudad y no solo de algunos, espero eso no se le olvide, como tampoco se le olvide que sus decisiones tienen que ser tomadas pensando en los diferentes colectivos que conformamos la ciudadanía y no por su criterio, que aunque respetable es solo eso el pensamiento de un ciudadano más.