Bogotá – Colombia. Hace pocos minutos recibí, quizás, una de las más tristes noticias de mi vida, y de la de muchos colombianos. Un Twitter me trajo la infausta noticia de la partida al reino celestial del más grande, Don Fernando Gonzálezpacheco Castro – PACHECO.
Creo que nunca antes me dolió sentarme frente a mi computador para escribir, y es que no es fácil escribir sobre la muerte, y menos si se trata de un hombre como Pacho, quien hoy nos dejó a sus ochenta y dos años.
Él, Pacho, el más Grande, se fue de esta tierra pero dejó mucha semilla regada. Su personalidad, su amor, su entrega y en fin todo él fue un cumulo de enseñanza para todos aquellos que algún día tomamos el camino de los medios de comunicación.
Aunque es difícil hablar en primera persona, tratare de ser objetivo. Pacheco fue mi padrino, por no decir que mi padre. Él fue una persona que desde su grandeza bajo a mi pequeña medida para darme su voto de confianza y su voz de aliento en mis primeros andares por el periodismo taurino.
De él aprendí cosas tan importantes como el respeto por los demás, aprendí que con un micrófono o con una pluma, no se le puede, ni se le debe hacer daño a nadie, y hoy con el paso de los años entiendo cada vez más sus enseñanzas, sobre todo cuando veo que algunos que pretenden llamarse “periodistas” o “comentaristas”, utilizando los medios como tribuna para hacer daño, todo el daño que él nunca hizo a nadie.
Era un niño grande en cuerpo de grande, era un grande en el cuerpo de un hombre. Era un MAESTRO, en toda la extensión de la palabra.
Hace muchos años, en el hotel las Colinas de la ciudad de Manizales recibí de boca del Antonio Pardo García, Director de Producción de RCN Radio, quién me notificó que yo no podría seguir hablando por los micrófonos de esa importante cadena, noticia que me dolió hasta las entrañas, pues yo era, en ese momento un aspirante a periodista y esa notificación era como cortarle las alas a un pájaro. En ese momento, de mis ojos brotaron lágrimas, lágrimas que fueron acompañadas por el mejor y más grande de mis premios, las lágrimas del más grande, sí, Pacheco se sentó a llorar junto a mí, como si fuera a él a quien le fueran a quitar el micrófono. El más grande lloró junto a mí, por mí y como si fuera yo mismo.
Mi padrino escribió el prólogo de los dos libros que he tenido el atrevimiento de publicar, en ambos él escribió cosas de mí como si yo fuera alguien muy importante, él, el grande valoraba a los demás, al tiempo que nos mostraba el camino recto.
Hoy Colombia pierde al mejor de los mejores, el mejor locutor, el mejor entrevistador, el mejor entrevistador, el mejor hombre, el mejor amigo, el mejor padrino, el mejor Padre, gracias Pacho, gracias papá.
Te respetare y emulare hasta donde la vida me lo permita. Hasta siempre Padrino.
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