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@radiobrendan
There’s no doubt that sport can have a very positive impact on society. For one, those who actually engage in a sport generally have much better all-round health than those who don’t.

Then you have the uniting aspect to it. Sports can bring together a diverse range of people and help to break down barriers, especially racial or political ones.

Mandela-Pienaar_FB RWC

A moment (if only just) of unity: Mandela hands the Webb Ellis trophy to Pienaar. (Photo from Facebook.)

For one, in post-apartheid South Africa, both rugby and football (soccer) were seen as important in this regard. Rugby in the African country had mainly been the preserve of the white elite and the national team, the Springboks, was seen as a symbol of white supremacy for many blacks.

The oval-ball game’s part in helping to ‘build bridges’ came in 1995, when South Africa hosted and won the World Cup. The moment when then president Nelson Mandela — a man who spent decades in prison under white minority rule — walked on to the pitch dressed in a Springbok jersey to present the trophy to team captain Francois Pienaar is etched in history. Black and white, united in sport.

Football’s day came in 2010 when South Africa hosted the Fifa World Cup. Again, a sport that had once represented division — football was predominantly a black affair — brought the country together.

Yet there are many in the Rainbow Nation who feel the transformative powers of those momentous occasions have been exaggerated in some quarters. In other words, once the fanfare died down, things pretty much returned to how they had been — better than the dark days of apartheid for sure but far from an equal country.

Indeed, as much as sport can be seen as a uniting force, it can be just as divisive, too. In the case of another region slowly emerging from a troubled past, sporting splits exist in Northern Ireland. The differences may not be as marked as previously, but rugby is still associated more so with the British nationalist, Protestant community while Irish (Gaelic) football and hurling are chiefly played by those from the Irish nationalist, Catholic tradition.

Boca FB

Um, some people take that ‘locura’, madness, a little too literally. (Photo from Facebook.)

Support of football/soccer in general could be seen as the one commonality between the two. However, the team you follow very much depends on what ‘side’ you come from. Tensions in the terraces and on the pitch are at breaking point when the two ‘tribes’ meet.

Of course such rivalries aren’t unique to current or recent conflict zones. There doesn’t need to be political, racial nor religious differences at play for fierce, and sometimes deadly, sporting clashes to emerge, especially so in the world of football.

Here in Bogotá, authorities are on high alert when you have a Millonarios-Santa Fe derby, to name but one. Only this year in Buenos Aires you had violent scenes that forced the abandonment of the Boca Juniors-River Plate clásico.

Moreover, while we’re often quick to highlight the benefits of playing team sports, they can also instil some very negative practices in people. I’ve seen and been part of what can only be described as on-field violence to the extent that if the same conduct was being carried out on the streets the culprits would be locked up. Damn the rules and sportsmanship when you’re defending your team’s honour.

What all this highlights is that sport, like other things such as politics and religion, can be both a force for good and a force for evil. And in the same way as most other human interests, it comes down to the mindset of the individual in how he or she utilises it.
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Facebook: Wrong Way Corrigan – The Blog & IQuiz “The Bogotá Pub Quiz”.

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La vida en Colombia desde la perspectiva de un periodista y locutor irlandés, quien ha vivido en el país desde 2011. El blog explora temas sociales y culturales, interacción con los nativos, viajes, actualidades y mucho más. Escucha su podcast acá: https://anchor.fm/brendan-corrigan.

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Un bosque de colores y brillo está cautivando al mundo. Unos ojos amarillos y unos destellos sobre una piel azul me cautivaron a mí.

Avatar, la nueva película del director de Titanic, James Cameron, es una obra maestra de 500 millones de dólares que en el poco tiempo que lleva en cartelera (se estrenó el 1ro de enero) ya se convirtió en la segunda película más taquillera de la historia, después de Titanic, y que, a mi modo de ver, ya puede ser catalogada como un clásico, como una historia inolvidable contada magistralmente  de una forma inolvidable.

Las imágenes de Avatar, logradas a través de tomas, diseños y colores, y, sobre todo, de una creatividad única e infinita, hacen que los espectadores creamos en ese mundo de los Na'vi y que luchemos internamente por sus personajes. La película es una obra de arte en términos cinematográficos, pero es a la vez una historia que nos deja un sabor amargo y una sensación de miedo y dolor.

Mientras nos deleitamos con un  mundo mágico de brillo, color y energía a través de imágenes en tercera dimensión, empezamos a entender que toda esa belleza, la historia de amor, el poder de la energía, lo hermoso de cada toma, son solo recursos creativos escogidos hábilmente por un director para enviar un mensaje poderoso a la humanidad: que está destruyendo a su madre naturaleza, a la tierra; que es posible que ya sea demasiado tarde; que el hombre puede ser el peor de los monstruos, "el alien", cuando se olvida de todo para acumular riquezas -casi siempre-; que así sufren las comunidades que son colonizadas cuando llegan los colonos a apoderarse de sus tierras, a expulsar, a exterminar, como si no existiera humanidad alguna en ellos.

Es difícil meterse en la mente de un director, y más de uno bueno, pero al ver la película solo pude preguntarme de dónde saldría una idea tan brillante y creativa, y a eso solo pude responder que lo brillante y creativo, como siempre, surgió de lo más simple: del mensaje que se quería enviar, un mensaje ya repetido hasta el cansancio de cómo el hombre se destruye a sí mismo y al mundo en el que vive, pero que esta vez un director quiso contar de otra forma porque sabía que haciéndolo como siempre su idea no funcionaría; hacer una película histórica sobre alguna guerra, sobre la colonización de alguna región, sobre seres humanos destruyendo el planeta sería lo mismo de siempre y sería recibido a ciegas, con indiferencia, como ya nos hemos acostumbrado a asumir las cifras de muertos, de ataques, de destrucción.

Pero unos seres azules, brillantes, con hermosos ojos almendra y habitantes de un bosque de colores, destellos y energía, de unión y poder, vistos en tercera dimensión y construidos alrededor de una historia de amor serían las figuras perfectas para que la sensibilidad de los seres humanos resurgiera de lo más profundo de su interior. Con estos seres Cameron creyó que lograría comunicar su idea y lo hizo.

Avatar está transmitiendo un mensaje muy poderoso a millones de personas en el mundo. Y eso no quiere decir que algo cambie debido a la película; no lo hará. Pero los Na'vi, sus ojos almendra, su desgracia, su amor por la naturaleza, su indestructible unión y su conexión energética se quedarán para siempre en la mente de muchos seres humanos que se sintieron de otro bando mientras se adentraban en esta historia. Por lo menos de mi mente no saldrán jamás.

Y, como una de esas coincidencias mágicas, en este caso muy dolorosa, que parecen salidas de ese bosque de energía de Pandora, mientras veía Avatar y a los Na'vi huir llorando y observabando impotentes cómo les destruían su mundo, pensaba con el corazón apretado en esos miles de haitianos que en ese mismo momento debían estar también llorando y corriendo después de que unas horas antes un terremoto hubiera prácticamente destruido Puerto Príncipe. De mi mente será imposible borrar esta comparación así como la sensación de dolor que nació en mi interior cuando unos personajes azules representaron frente a mí lo que en esos instantes ocurría realmente a seres humanos en otro lugar de mi planeta.

Es hora de despertar; con la naturaleza no puede nadie. Ella oye nuestros mensajes y nos responde, y, en este caso, el director de Avatar hizo un trabajo maravilloso en la transmisión de uno muy repetido de prevención, aunque quizás bastante tardío.

"Eywa", te pido que ayudes a que la naturaleza sepa conservar sus equilibrios, así dolorosamente a veces el hombre tenga que pagar por lo que ha hecho.

Ya alguna vez había mencionado que no soy amante de la ciencia ficción, pero Avatar es para mí su mejor exponente, al punto de que, además de ser absolutamente hermosa, a través de recursos del género logra crear una realidad y, lo que es más importante, logra enviar ese mensaje que de ninguna otra manera había conseguido llegar a tantos.

 

www.catalinafrancor.com/blog

 

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