¿Se han cuestionado sobre la posibilidad de tener y, además, ser múltiples yo? Uno diferente dependiendo del momento, de la hora o del día. Una corta reflexión perteneciente a una hoja que arranqué de mi diario, ese que algunas veces revelo y otras, no.
29 de enero de 2016,
Hemos cambiado de año y, por ende, es inevitable preguntarnos cuántas veces cambiamos de piel. La teoría de los múltiples yo de la que tanto he escuchado cada día resuena más en mí. Recuerdo las clases de meditación: nuestros ejercicios al terminar consistían en cazar todos los yo posibles. Debíamos calcular cuántos yo éramos en un día. Yo manipulador, yo benévolo, yo caprichoso, yo perfeccionista, yo perezoso, yo amante, yo pacificador, yo soñador, yo miserable, yo majestuoso, yo vacío, yo odioso, yo curioso. Todos estos estados podían, y pueden, fluctuar en distintos momentos del día.
En el trasfondo de todo esto se encuentra el famosísimo Yo Real. El inalcanzable que solo se deja ver por pequeñas fracciones de tiempo. Mientras tanto, ¿qué hacer hasta que aparezca el tal yo? Por aquel motivo la única forma de estar tranquila fue dejar de buscarlo. Me dediqué a conocer a mis otros yo. Mi yo pacificador y mi yo amante me agradaban. Al miserable lo repudiada y con el odioso a veces hacía alianzas para ser vengativa.
El resultado al conocer tantos yo fue lanzarme a la deriva y renunciar a su búsqueda. No les gusta que los analicen y uno se pierde en el laberinto de sus apariciones.
Hoy que comienza un nuevo año me tumbo en un sofá rendida. Comprendo que todos vamos cambiando. Ya no me quiero interesar por esos yo. Un movimiento sísmico los derrumbó y ellos apenas se pueden levantar. En ese sacudón inesperado, todos hemos caído. No somos más que polvo y a ellos les cuesta hasta reñir. Nos han pedido una reconstrucción que nos parece imposible. No sabemos si es que apareció el tal yo inalcanzable y nos dejó aletargados. Se siente extraño si es que está aquí. Nos miramos con desconfianza y no sabemos qué hacer. El tal Yo Real nos dejó sentados en el sofá mirando cómo las hojas bailan en el viento, sin más momento que este, sabiendo que tal vez esto es lo único que necesitamos. Aquí ya está todo, aunque la revolución de mis yo apenas comience, aunque tiemblen de miedo al saber lo que les espera. Por ahora no puedo adelantarles mucho más. Uno de mis yo me pide silencio.
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