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Basan su teoría en fotos tomadas por naves soviéticas en la década del 70 donde se perciben figuras extrañas. Escepticismo en la comunidad científica debido a las condiciones inhóspitas del planeta.
Viernes, 27 de enero de 2012
Una de las fotografías tomadas por las naves rusas. (Web)
Científicos rusos aseguran haber descubierto vida en Venus, hecho que generó revuelo en la prensa rusa y descreimiento en la comunidad científica que califica de “imposible” el hallazgo. Es que Venus es posiblemente el planeta del Sistema Solar que reúne las condiciones más inhóspitas para albergar cualquier tipo de organismo viviente en su interior.
Científicos del Instituto de Estudios Espaciales de la Academia de Ciencias de Rusia sostienen que la existencia de seres vivos puede encontrarse en las fotos de la superficie del planeta que tomaron las naves espaciales soviéticas Venera a fines de la década de 1970.
Según los investigadores rusos, en las imágenes “se detectaron objetos de tamaño notable, de 10 a 50 centímetros, que aparecían, mutaban o desaparecían, y cuya presencia en las imágenes difícilmente se explica por las interferencias”.
Los estudiosos detallaron que en el análisis de múltiples fotografías se observan objetos similares a un “disco”, un “parche negro” y un “escorpión”.
Además, los expertos basaron la explicación de la desaparición de estas figuras entre unas y otras imágenes en que podría deberse al ruido producido por las naves al posarse sobre la superficie de Venus. El potente estruendo habría causado la huida de los organismos que se encontraban en el lugar.
“Sin discutir las ideas actuales de que la vida no es posible en las condiciones de Venus, me atrevo a suponer que algunos de los objetos descubiertos, a juzgar por su morfología, tienen rasgos de seres vivos”, declaró uno de los científicos rusos.
Lo cierto es que un par de fotografías difícilmente pueden permitir asegurar que la vida en un lugar como Venus es posible. Eso causó risa e indignación en distintos sectores de la comunidad científica mundial. Los investigadores de Rusia se han comprometido a publicar pronto los resultados de los análisis de otros vídeos.
N del CIO: Tambien risa e indiganacion les causo a los científicos cuando Cristóbal Colon comenzó a decir que la Tierra era redonda, cuando aprenderá estos señores a aceptar con humildad que ellos no son los dueños de la verdad absoluta, inclusive sobre el “fenómeno OVNI”.
Agrego otros pensamientos para confirmar que los científicos son por momentos ciertamente patéticos, para ello le voy a ofrecer al amable lector algunos ejemplos que se encuentran en el libro de Juan Jose Benítez, “Materia Reservada” en lo que el titula como “Origen, Tecnología, Intencionalidad” (OTI)
JAS-CIO
OTI
¿De dónde proceden? ¿Quiénes son los ETs.?
Millones de indicios, testimonios de máxima credibilidad y descripciones detalladas nos dicen que no son humanos. Al aspecto físico de muchos de estos seres, sin embargo, sí es humano, aunque con diferencias morfológicas más o menos acusadas. Esta interesante “coincidencia” suele provocar una pregunta que lo dice todo respecto al “aldeanismo” y egocentrismo, que pesan todavía sobre el hombre:
“¿Y por qué tienen que parecerse a nosotros?”
Y algunos investigadores -con gran acierto- responden con otra pregunta:
“¿No será que nosotros nos parecemos a ellos?”
La cuestión -que nos arrastraría muy lejos- podría simplificarse en esta sencilla tesis:
Si la Naturaleza es económica por excelencia, ¿por qué rechazar que muchas de las “humanidades” hayan seguido la misma línea evolutiva que la del “rey de la creación”?.Y también sabemos que otros “seres” -observados a cientos- no presentan lo que entendemos por configuración humana. ¿Y por qué extrañamos? ¿Es que Dios o la Suprema Inteligencia es un anciano con barbas blancas?
Si la vida es capaz de crear seres tan dispares como un lenguado o un virus, ¿por qué tiene que repugnarnos la posibilidad de “inteligencias” que hayan prosperado por caminos evolutivos distintos a los nuestros? En su extremada juventud como especie, el ser humano tiene la natural tendencia a considerar que “sólo existe” lo que acierta a ver desde los barrotes de su cuna….
He aquí -para quien no haya caído en la fosilización mental- la gran “ventana al futuro”. Los cientos de miles de encuentros ovni registrados en el planeta nos están gritando lo que, sin duda, será espléndida realidad en los siglos venideros. La “tecnología”(?) esgrimida por estas naves y sus tripulante es el “mañana” del actual progreso. Pero, lamentablemente, la ciencia permanece “ciega “ante semejante regalo.
Enumeraré algunos de los más espectaculares:
“Luz sólida”
Esas civilizaciones la utilizan. ¡Podemos imaginar un mundo que haya aprendido a “congelar, “modelar” y “domesticar” una fuente energética con o la luz? Ese día, los hombres de la Tierra -por citar un ejemplo- olvidarán la piedra y levantarán sus ciudades con “ladrillos luminosos”. Unos edificios susceptibles de ser “anulados” y “transportados” en un pequeño maletín.
¿Ficción? ¿Y qué hubiera pensado el bueno de San Pablo de haber tenido a su alcance esa sencilla máquina que llamamos “fax”?.
“Desmaterialización.”
Quizás la clave de los viajes interestelares. La respuesta, en suma, a la permanente y gran interrogante de los científicos: ¿cómo pueden viajar desde tan lejos?
Basta echar una ojeada a nuestra corta Historia para comprender que el concepto “viaje” ha experimentado un continuo y afortunado “cambio” físico y psíquico. De las velas y la fuerza bruta de los caballos hemos saltado -en poco más de cien años- a los motores y a la navegación espacial. ¿A qué fecha se remonta la construcción del primer automóvil eficaz de gasolina? Karl Benz lo hizo realidad en 1885… ¿Cómo podemos ser tan limitados? ¿Quién es capaz de predecir los sistemas de transporte dentro de cinco años? El problema es sencillo. Si esas civilizaciones “no humanas” nos visitan es porque están avanzadas. Pero ¿hasta dónde llega ese abismo? Si su antigüedad, respecto a nosotros, fuera de un millón de años, ¡quién estaría en condiciones de asimilar sus métodos y “tecnología”? ¿Qué reacción hubiéramos podido esperar de un hombre de Cro-Magnon sentado a los mandos de un avión Jumbo? ¿Cómo invitar a Miguel Servet a ejecutar un trasplante de corazón? ¡Cómo explicarle a Colón que, quinientos años después de su descubrimiento, la hazaña podría haber sido televisada en directo?
“Control del tiempo”
Los investigadores sabemos que, en multitud de ocasiones, los seres que gobiernan esas naves han demostrado que el “tiempo” es susceptible de modificación. Manipulan esa aparente férrea “flecha”, acelerándola o haciéndola retroceder y sumiendo a los testigos en la más violenta de las confusiones. El célebre Cabo Valdés, en Chile, “vivió” en quince minutos el tiempo cronológico equivalente a cinco días. Otros protagonistas han “visto” su futuro mientras permanecían bajo la influencia de un ovni. Y también en las proximidades de estos objetos, algunos atónitos automovilistas han presenciado “escenas” pertenecientes a un pasado remoto.
¿Ciencia -ficción?
¿Y como hubiera reaccionado el rey Arturo ante la proyección de un vídeo que recogiera toda su vida?
¿Por qué negar que otras “humanidades” del espacio -más viejas o, simplemente, distintas- hayan descubierto el dominio del tiempo y de la materia? ¿No ha iniciado el hombre la fascinante y peligrosa carrera del control genético? ¿Quién habría sido capaz de convencer a la ciencia oficial que condenó a Galileo de la increíble realidad de los individuos clónicos o de los “bebés-probeta”?
No es sólo la cerrazón de algunos científicos la que obstaculiza la definitiva aceptación del fenómeno ovni. También cuenta el “provincianismo” del ser humano…
Con seguridad, la más intrigante de las incógnitas y a la que los investigadores estamos dedicando mayor esfuerzo.
¿Qué pretenden? ¿Son únicamente exploradores? ¿Qué papel juegan en la evolución y destino de la Humanidad? Y en especial, ¿qué misión desempeña el hombre en semejante laberinto?
Mentiría si dijera que conozco la respuesta. Cuanto más investigo, cuanto más me introduzco en la “tela de araña”, menos sé. Y hago mía la reflexión de Isaac Newton: “No parece sino que yo haya sido tan sólo un muchacho que en la orilla del mar se divertía hallando, de vez en cuando, una piedrecita más bruñida o una concha más linda de lo corriente, mientras que el gran océano de la verdad continuaba abriéndose inexplorado, ante mí.”
Mi única certeza es la ya expuesta al desarrollar la hipótesis “darnaudiana”: es muy probable que, entre otros cometidos, estas civilizaciones estén preparando al mundo para ese todavía lejano pero ineludible “apretón de manos” cósmico. Creo haberlo repetido hasta la saciedad: el planeta Tierra es nuestra casa. Pero el futuro de la Humanidad son las estrellas.
Y sé también que los científicos ortodoxos sonreirán burlones y autosuficientes ante esta simplificada exposición. Y argumentarán con a sin razón:
“Metodología científica. He ahí la clave para despejar el incómodo asunto ovni.”
Y servidor se pregunta: ¿cómo aplicar el método científico a un objeto con forma de “huevo” que se burla del radar y de los aviones de combate? ¿Cómo llevar al laboratorio a los cuatro ovnis que “espiaron” a Franco? ¿Cómo medir el encuentro del comandante Lorenzo Torres? ¿Cómo repetir un suceso tan anómalo como el vivido por Miguel Bañuls y su esposa?
Hablemos de “metodología científica”, sí, pero siempre y cuando la experiencia sea controlable. ¿Y qué sucede cuando el fenómeno “no se deja medir” ¿Zanjamos el problema con el cómodo veredicto, de “no existe”?
¿Cuántas realidades son circunstanciales al hombre y, sin embargo, nadie ha logrado someterlas al método científico! Y no por ello negamos su existencia.
¿Quién dispone del sistema técnico para demostrar la realidad física del pensamiento? Quizás, algún día, la ciencia se sorprenda y nos sorprenda con la materialización en el laboratorio de las ideas. Pero hasta ese momento ¿quién es el necio que se atreve a ponerlas en duda por el hecho de que no sean verificables? Recuerdo una cita de Tolstoi que ilustra y complementa esta reflexión: “Dentro de algunos siglos, la historia de eso que ahora llamamos actividad científica del progreso será un gran motivo de hilaridad y de compasión para las generaciones futuras.”
¿Qué regla de cálculo es capaz de darnos la medida de la belleza?
¿Qué computadora puede ofrecer el valor exacto de un beso?
¿Qué balanza ha pesado jamás la desesperación?
¿Qué espectroscopio ha analizado alguna vez la negra radiación del odio?
¿En qué laboratorio se ha obtenido artificialmente el fenómeno de la bondad?
¿Qué científico se considera capacitado para diseccionar la envidia?
¿Es el amor una verdad que se deje conducir por el método científico?
¿Quién, entre los preclaros hombres de ciencia, ha confinado a Dios en un tubo de ensayo?
He aquí la gran tragedia de la ciencia mal llamada moderna: el primitivo y genuino espíritu científico -aquel que movía al descubrimiento por el placer del descubrimiento- ha sido sustituido por el afán de publicar, por el afán de figurar, por el afán de “hacer curriculum” y por el afán del dinero. Stassart, con una brillante visión del futuro, definió con pulcritud la moda que degrada hoy a muchos de los científicos: “El sabio de fecha reciente es un pordiosero disfrazado que nos agobia con sus riquezas.”
Y al igual que proclamaba Montaigne, yo también prefiero “una ignorancia pura, pero transmitida enteramente a los demás, que toda esa ciencia verbal y vana, nodriza de presunción y de temeridad”
Será necesario, pues, saber esperar. Aguardar a que la ciencia recupere su natural pulso y, tras descender del pedestal, se ocupe no sólo del “conocimiento”, sino, sobre todo, del “desconocimiento” de las cosas. Una ciencia, en suma, con conciencia.
(En Landanluce, a 30 de septiembre de 1993, siendo las 0.45 horas)
