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Foto: @smartraveller

Viajar es mucho más que un camino para descubrir lo que desconocemos del mundo y de nosotros mismos. Es mucho más que una puerta de escape para huir del caos de nuestras ciudades y olvidar el silencio de nuestras casas. Viajar es la felicidad misma disfrazada de ocio, llena de infinitos aprendizajes; es la muestra más noble e inocente por entregarnos a lo desconocido y abrazar lugares y costumbres que no nos pertenecen.

Planear un viaje es marcar una ruta de visitas que harán de nuestro recorrido una bitácora de experiencias y conocimientos que nadie nos podrá arrebatar. Viajando llegamos a profundas reflexiones sobre la manera en que hemos vivido y cómo queremos vivir después de desempacar las maletas. En el exterior nos damos cuenta que el hambre no es un problema endémico de nuestro país, que la pobreza no es una excusa para regalar nuestro trabajo, que la desigualdad es una enfermedad imposible de curar con la fe, y que una casa y un carro jamás van a representar nuestro éxito, ni mucho menos van a reemplazar nuestra felicidad.

Quienes viajan saben que no hay edad para viajar, pero sí es indispensable hacerlo en todas las etapas de la vida, principalmente cuando se es joven y se tienen los sueños frescos, la energía completa y el cerebro en su mejor momento para aprender todo lo que necesitamos del mundo. Soñar es de niños, luchar es de adultos y guardar la esperanza es de viejos.

Por eso, necesitamos que más jóvenes salgan a conocer el mundo y vengan con ideas que enriquezcan a nuestro país; que nos hagan caer en cuenta de las buenas tradiciones que tenemos y las costumbres aberrantes que nos amarran a la pobreza y a la ignorancia. Allá afuera ya se superaron épocas más crudas y sangrientas, ya murieron muchos más por odio y discriminación. Allá afuera dejaron de hacer lo que nosotros aún creemos que está bien, ya se levantaron de situaciones peores y de todo esto podemos aprender, sea para prevenir o para dar una solución.

Necesitamos que las nuevas generaciones vayan de país en país dispuestas a aprender de los lugares que visitan y a enseñar lo aprendido al momento de regresar; que vengan a contarnos que sí es posible ejercer control ciudadano sobre nuestros líderes políticos y que tenemos que luchar por derechos que ni siquiera imaginábamos que existían; que vengan a mostrarnos cómo proteger nuestros recursos naturales, nuestra flora y fauna, de los intereses económicos de las multinacionales; que vengan a decirnos por qué los prejuicios que nos inculcaron desde la infancia nos impiden dejar atrás los episodios más violentos y sangrientos de nuestra historia; que vengan a enseñarnos por qué debemos reconocer y respetar la diferencia de género, raza, orientación sexual, espiritualidad y pensamiento…

En Colombia, necesitamos que más jóvenes vayan y aprendan de afuera lo que no quieren que sepamos, ¡lo que solo se puede aprender viajando!

Por: Andrés Gutiérrez 
Instagram: @AndresGutierez
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Corrección de estilo y ortografía: Juan Manuel Almanza

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