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santos

Cuando a uno ya no le cree nadie y la percepción de la opinión es que las cosas están mal, solo queda que los hechos hablen por uno. Es el mismo caso de un noviazgo donde alguno de los dos la embarró feo, y las palabras y las promesas ya no sirven de nada, lo que se necesita son acciones contundentes que devuelvan la confianza.

Para la gente, Santos fue infiel con la “otra” y tiene que demostrar con hechos que está haciendo las cosas bien. El problema está en que nadie le cree y los hechos no son fáciles de mostrar, y muchos de los motivos de la ruptura del noviazgo están peor que nunca. Mucha gente no le perdona a Santos que “traicionara” a Uribe, sobretodo en su posición con las FARC, porque una buena parte del país cree que a éstas se les debe vencer con las armas y someterlas a la justicia; por esto al llegar a un proceso de paz, una buena parte de los colombianos sienten que se les engañó – como una infidelidad en el noviazgo – y que para colmo sigue en esas andanzas, al punto de “perseguir” políticamente y judicialmente al expresidente Uribe y su combo.

Si a esto se le suma la caída del precio del petróleo, que fue lo que mantuvo la economía colombiana en el gobierno Uribe y el aumento de la inflación, la gente tiene para decir que no solo le es infiel, sino que hasta perdieron mucho de lo que habían logrado con el novio anterior.

Por eso, en este punto, Santos puede hacer lo que le dé la gana, y no lo está haciendo. Ya no tiene una reelección en el futuro, no tiene elecciones de congreso o alcaldes que cuidar, solo el embeleco del plebiscito, donde todo el mundo le ha dicho que él tiene la potestad de firmar el acuerdo de paz sin refrendación, como si uno en una relación tuviera que preguntarle a toda la familia si está de acuerdo o no en cómo va uno a terminar la otra relación que tiene.

Hoy Santos está tan asustado con la opinión pública que está mostrando mucha debilidad. Un buen caso de esto es la solicitud de las hojas de vida para la terna de Fiscal, donde quiere parecer un demócrata para definir quién será el candidato, y al final, escoja los que escoja, se dirá que eran los de su parecer y que claramente hay uno preferido por el gobierno. Intenta con esto ganar popularidad ante la caída de la imagen del actual fiscal y la Fiscalía, pero un concurso público no borra las intervenciones en política de un fiscal entrometido o las metidas de pata en las contrataciones de estudios sobre violencia.

El presidente hoy tiene una ventaja: está en el fondo, y solo le queda subir. Las noticias económicas que vienen serán buenas, pero demoradas en llegar y como el DANE las publica, pocas personas creerán en ellas, como mostró ayer una columna de Actualidad Panamericana, donde “la SIC sanciona al DANE por publicidad engañosa”; por el lado climático, las noticias buenas pueden llegar, pero si llegan con lluvias, los problemas pueden ser incluso más grandes para las poblaciones que viven cerca de los ríos y en las laderas de las montañas, porque pueden haber avalanchas, y ningún gobierno ha logrado sacar a la gente de esas zonas de riesgo.

Es claro que salir de la “otra”, que es la causante de la crisis en el noviazgo es muy difícil, porque de una u otra manera se podría decir que está embarazada y siempre estará cerca, habrá que mantenerla y causará muchos problemas en el futuro, pero para que las cosas puedan mejorar se deben tomar decisiones y ejecutarlas.

Muchos dicen que el problema del gobierno es que no sabe comunicarse bien. Ese no es el problema hoy, porque por más que diga que ya no es infiel o que bajó de peso, y que ya no está viendo pornografía, lo que tiene es que demostrar hechos, y que los hechos hablen por él mismo.

Solo queda dar golpes políticos claros: una crisis ministerial, donde salgan todos lo que están haciendo el ridículo ante la opinión pública, como el caso de la Ministra de Transporte, que lleva dando pie a titulares todo el año. Solo Tomás González tuvo la altura de renunciar y hacer las cosas bien, asumiendo la responsabilidad por cosas inmanejables.

Meter al ELN en el proceso a las buenas o a las malas, o de lo contrario, nadie va a creer en el proceso de paz, y para esto es posible que requiera de un golpe militar duro que cambie el flujo de las conversaciones.

Presentar la reforma tributaria, que por más que sea impopular, se ha convertido en la mentira más grande para muchos colombianos: la gente hoy está convencida que la reforma se presenta, pero después de la votación de la refrendación de la paz, y se siente engañada. Hoy por hoy es más popular presentarla y decir cómo sería el tema tributario y que la gente pueda opinar, y no caer en el juego de presentarla después; incluso, esto puede ayudar a no perder la calificación de inversión en las bolsas mundiales.

Santos es un tipo serio, técnico y buen estratega, pero al jugar casi todos sus huevitos y los de Uribe a la paz, se metió en una encrucijada muy compleja, porque el éxito de su gestión depende de la firma de un acuerdo que hoy es impopular; si bien, todos queremos la paz, muchos no quieren esa paz; por esto, deberá ser muy hábil para manejar la opinión pública en las próximas semanas, con el paro anunciado por las centrales obreras y la marcha del uribismo en abril, donde el pulso político y la presión mediática estará a la orden del día, pero no puede olvidar que es el Presidente de Colombia, y que casi siempre se deben hacer cosas impopulares para mejorar la vida de los colombianos, y mostrar firmeza en sus acciones.

El gran reto es solucionar un problema cultural que tenemos: queremos que nos mejoren todo, pero no queremos cambiar en nada, ni mucho menos que nos cueste un peso. Todos queremos la paz, pero que eso no signifique el país va a cambiar ni mucho menos que nos toca financiar ese proceso. Por eso, en este punto, Santos debe hacer lo que le dé la gana.

 

@consumiendo

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