Ayer se acabó el gobierno liberal que le dio línea al mundo y comienza un gobierno mucho más conservador, que cambiará radicalmente muchas cosas. Ninguno de los dos es mejor o más malo que el otro; son formas de pensar diferente, para solucionar los mismos problemas, pero el mundo que conocemos va a cambiar radicalmente.
Los 8 años de Obama, no sólo fueron el Obamacare (reforma del sistema de salud), sino una visión liberal de lo puede ser Estados Unidos y de cómo las libertades de las personas deben primar en las decisiones políticas. El tema de aborto, derechos homosexuales, migración y otras libertades rigieron este periodo. Por esto los medios e inclusive los actores de Hollywood le tienen tanto aprecio a este afrodescendiente, porque simbolizó el cambio, que fue su promesa de campaña y que en su misma raza y origen mostraba que el sueño americano es posible.
Bajo estos años de gobierno demócrata, el mundo se contagió de estos pensamientos, donde américa latina y Colombia no fueron las excepciones. Esas ideas de derechos individuales llegaron a nuestras cortes y profundizaron debates muy complejos en sociedades tan tradicionales como las nuestras.
Los gobiernos de izquierda se fortalecieron, teniendo un apoyo claro de un gobierno de Estados Unidos, que no tenía una posición bélica ni intervencionista, y que desde lejos mandaba señales que daban argumentos a los pensamientos liberales más extremos.
Estas líneas de pensamiento que defienden las libertades individuales, sirven para ayudar a compensar los efectos de la concentración de riqueza, ingreso y poder, que son consecuencias propias del crecimiento económico y la tendencia del mercado de premiar a los que hacen las cosas bien. Es fácil culpar al modelo capitalista por la creación de grandes riquezas, pero incluso muchos pensadores de la izquierda más extrema, reconocen los beneficios sociales y el desarrollo que la competencia genera en el mercado; el gran problema radica en que las personas buscan lo mejor posible al precio más bajo, y las empresas que logran entregar eso son preferidas por las personas, causando en muchos casos condiciones casi monopólicas de mercado, como ocurre con Apple, Microsoft, Coca-Cola o Pfizer. Así, cuando el mercado ha logrado grandes acumulaciones, se presenta un desequilibrio, donde el estado debe intervenir y buscar el mecanismo de regular ese poder o de lo contrario será contraproducente para el mercado, porque cuando una empresa elimina a la mayoría de sus competidores, se queda solo en el entorno definiendo las reglas y eso casi siempre conlleva en el deterioro de las condiciones del mismo y afectando profundamente a los consumidores finales, que no solo quedan sujetos a las decisiones de una sola empresa, sino que pierden su libertad de elección. Así subió Obama al poder, después de 8 años de la línea republicana, conservadora, religiosa, dura y claramente petrolera, que llevo a la industria de los hidrocarburos a una de sus mejores épocas y le dio “combustible” en muchos sentidos al surgimiento y consolidación de gobiernos de izquierda en la región.
Obama llega al mundo en un escenario donde Estados Unidos está presente en muchas guerras, han perdido empleos por la producción en Asia, los derechos de las minorías han sido relegados y los grupos de poder llevan 8 años definiendo el curso del mundo. Por esto, su discurso del cambio llego fácilmente al electorado, y permitió que por 8 años las políticas públicas de los Estados Unidos facilitaran mecanismos para equilibrar la balanza, no solo términos económicos como las políticas de salud, sino en los personales como la migración y los derechos personales. Esto es apoyado por buena parte de la población norteamericana, mayormente la más joven, las más educada y más urbana, que viven bajo unas concepciones del mundo, donde los pensamientos liberales y de cambio son aplaudidos, porque históricamente han vivido como la traición y el status quo no los beneficia.
Cuando las cosas duran mucho tiempo siendo iguales, se generan dos fenómenos fundamentales: la costumbre a la situación y la concentración de poder. Esto ocurre en los entornos liberales y conservadores, porque 8 años de gobierno de cambio, son demasiado para aquellos que no están de acuerdo y que desean que las cosas sigan como siempre han sido.
El ser humano es un animal nostálgico – parafraseando a Heidegger en palabras de mi buen amigo Samir Campo – que quiere que las cosas sean como cuando a él le gustaban y se sienta cómodo. Por esto, las personas mayores quieren que las cosas sean como cuando ellos eran jóvenes, pero olvidan que cuando lo eran, lucharon para que las cosas cambiaran o de lo contrario no habrían tenido espacio y oportunidades.
Hoy el péndulo de los Estados Unidos se mueve hacia el otro lado. Comienza el gobierno Trump, con la claridad que el foco será el crecimiento económico, la búsqueda del reposicionamiento militar y estratégico de los Estados Unidos en el mundo, buscando las mejores condiciones para su aparato productivo, pese a no ser necesariamente competitivos. Ya no se habla del cambio sino de devolver la grandeza a los estadounidenses, es decir, que se anhela el pasado, esas épocas donde la industria americana lideraba el mundo con sus plantas de producción, sus fuerzas armadas eran sinónimo de paz y estabilidad en el mundo, y donde el peso de la historia es más grande que el del futuro y por eso las cosas debe ser como eran antes y no cambiar tanto.
Esto no es malo, es diferente. Llevamos 8 años donde primaron los derechos individuales y colectivos, y comienza una época donde primara el pasado, las tradiciones y las costumbres, donde el mundo empresarial será el motor del crecimiento y el desarrollo, y las políticas públicas apuntarán a consolidar ese proceso para generar empleo y riqueza. Más allá de que nos guste o no el nuevo presidente de los Estados Unidos, este péndulo siempre ha estado en la historia, casi con una naturaleza darwiniana, donde la sociedad crece, se consolida y se enriquece, y después busca el cambio para equilibrar los problemas causados y crear nuevas formas de desarrollo.
Llega el ocaso del liberalismo, del pensamiento de cambio, de la reflexión sobre las libertades y derechos, y llega el amanecer del conservatismo, de la visión de la tradición, de las costumbres, de la construcción de riqueza, la consolidación de identidades nacionales y la definición de códigos de conducta más cercanos a la forma del común, que al bien individual.
Esta batalla entre la necesidad de libertad y cambio, y de conservar lo que debe ser conservado, ha sido el motor del desarrollo humano por siglos. Lo que en un momento fue audaz, osado y transformador, siglos después lo defendemos como si fuese algo inmutable, intocable y casi religioso, pese a saber que en su momento fue transgresor, revolucionario y casi subversivo.
Llega un 2017 donde muchas de las cosas que cambiaron en el mundo intentarán volver a su estado anterior, y depende de cada una de las personas escoger si es mejor mantener las nuevas condiciones o volver a las anteriores. Por eso es #WeCareObama (Nosotros queremos y nos importa Obama).
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