Con frecuencia vemos como quienes reclaman libertad y tolerancia no aplican lo que predican.
Por ejemplo, me sorprendió ver como algunos comentaristas que dicen ser de postura progresista, tildaron al nuevo Papa de homofóbico en un análisis mezquino que deja mucho que desear. Incluso varias casas de periodismo serias y respetables pusieron la sed de polémica por encima de la ecuanimidad en la cobertura de este histórico suceso, y en lugar de enmarcar dentro del adecuado contexto las profundas implicaciones de este cambio de dirección en la Iglesia Católica, se enfocaron en resaltar controversias puntuales.
La elección del cardenal argentino, Jorge Mario Bergoglio, es significativa por aspectos mucho más profundos que sus posturas frente a temas espinosos. No solo marca el ascenso del primer Papa de América Latina sino también un giro claro en la dirección del Vaticano, que por primera vez otorga su liderazgo a los valores de la Compañía de Jesus.
Los jesuitas, conocidos por tener una linea de pensamiento progresista, se han caracterizado por su compromiso con la libertad, la educación, la justicia social y la tolerancia frente a personas de distintas creencias. Por eso resulta curioso que quienes seguramente comparten esos propósitos busquen poner discordia donde hay unión. Harían bien al repasar la Oración de San Francisco de Asís, a quien el nuevo Papa decidió rendir homenaje con su nombre adoptado.
En lugar de exaltar diferencias minuciosas, los analistas deberían reconocer el valor de contar con la guía espiritual de un Papa jesuita y latinoamericano en una región con más de 500 millones de católicos, especialmente porque muchas de nuestras sociedades aun intentan superar expresiones crónicas de violencia, injusticia y desigualdad.
Las diferencias en creencias morales o ideologías políticas siempre existirán. Por eso es importante reconocer que la tolerancia es un concepto de doble vía. Para reclamar tolerancia hay que ser tolerante. La tolerancia no puede desfigurarse hasta convertirse en la pretensión de imponer creencias propias discriminando en contra de las ajenas.
Otro ejemplo claro de la tolerancia aplicada en una sola vía es la petición que el Procurador le hizo a la Corte Constitucional para tumbar la ley anti-discriminación sancionada por el Congreso hace dos años. Dadas las posturas públicas del doctor Ordóñez frente a algunas libertades civiles (que critico ampliamente en este post), es insólito que ahora reclame la misma protección constitucional que él mismo se ha negado a reconocer para personas con creencias distintas a las suyas.
Pero independiente de su comoda inconsecuencia, el Procurador tiene razón al señalar que en su loable intento por defender la diversidad, la ley anti-discriminación va demasiado lejos porque coarta derechos que son tan fundamentales como los que busca proteger. Al autorizar castigos de varios años de cárcel para quien discrimine, esa legislación, que sin duda fue promovida con las mejores intenciones, también termina siendo una clara manifestación de la intolerancia de los tolerantes, ya que podría ser aplicada para censurar la libre expresión.
En la promoción del respeto por la diversidad, una sociedad libre no puede proscribir opiniones o creencias morales por el simple hecho de que puedan ser ofensivas. Se equivocan quienes se arrogan el deber de imponer sus creencias sobre los demás, por el solo hecho de considerar que son justas y progresistas.
Personalmente creo en la libertad individual y en el valor del pluralismo y la diversidad. Considero que debemos ser libres para compartir nuestras vidas y patrimonio con quien amemos en igualdad de condiciones legales, independiente de la orientación sexual. Sin embargo, también reconozco que la esencia de una sociedad libre es el respeto por el derecho a tener y profesar creencias distintas.
La moral es privada y la ley es para todos. Quienes rechazan la imposición de creencias religiosas por medio de la ley no pueden pretender imponer sus creencias morales sobre los demás de la misma manera. La búsqueda de la tolerancia no puede ser un pretexto para limitar la diversidad de creencias. Nuestra Constitución consagra como derechos fundamentales a la libertad de expresión, asociación y culto, el libre desarrollo de la personalidad y la igualdad ante la ley, justamente para promover una sociedad diversa y pluralista.
Por lo tanto, la solución a la discriminación no puede ser más discriminación. Si queremos tolerancia, debemos tolerar la diversidad en todas sus expresiones.
Creo en el poder de las ideas. Pienso que vivimos en el siglo de las oportunidades. Busco comprender, compartir y colaborar.
Economista (B.A.), McGill University (Montreal, QC). Abogado (J.D.), The George Washington University Law School (Washington D.C.) con un programa en derecho internacional y comparado en Cornell Law School & Université Paris I Pantheón-Sorbonne.
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.» Es como si Dickens […]
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