El mito habla de un ave majestuosa que cada tanto, luego de desvanecerse por cuenta de las llamas y convertirse en un polvo insignificante, resurgía para volver a su punto máximo de brillo, repitiendo ese mismo ciclo de renacimiento varias veces. De ahí su carácter mítico y la propia imagen poética, si se quiere, ya muy popularizada y hasta abusada en nuestros días.
Entre nosotros no hay ave Fénix, y aunque a quienes acá nos referimos sí son de alto vuelo, sería más adecuado hacer el símil con otros animales que cargan simbólicamente con el peso de lo peor que podemos ser: las ratas.
Es que acá, aunque se combaten las ratas como plagas indeseables, la realidad muestra otra cosa, nos parecemos más a la India, donde los pequeños roedores conviven tranquilamente entre las personas y son alimentados con gusto, permitiendo que se reproduzcan y pululen por las calles con la tranquilidad de la aprobación y respaldo de todos.
Cuando parece que los roedores locales, que en otros tiempos fueron gobernadores, alcaldes, entre otras cosas, están calcinados en su propio incendio de ambición y hamponería, y lo único que restaría es barrer sus cenizas para limpiar el despojo y librarnos, de una vez por todas, de su nefasto influjo.
Pero acá, como los indios, los alimentamos, los dejamos renacer como si nada, permitimos que la plaga se apodere de los recursos, que regresen con su siempre desaforado apetito a robarnos lo nuestro, a alimentarse, si es preciso, de nosotros mismos, e incluso a dirigir nuestro propio destino, pero nos parece poca cosa convivir con los transmisores de infección que son los mismos que carcomen las estructuras de donde habitamos.
Y esto no es nuevo, desde siempre quienes están en la cárcel mandan sus réplicas roedoras para garantizar que no haya fumigación que valga para erradicarlos, e incluso se les sugiere “votar antes de que los metan a la cárcel” para cultivar un ambiente propicio en el que pueda crecer la plaga a gusto cada vez más fuerte. Y es así como el Congreso, aunque muchos de los de siempre están en manos de la justicia, todavía es una madriguera más bien apacible.
Sin embargo, cuando emerge la verdadera rata Fénix es por estos días en los que comienzan las campañas a gobernaciones y alcaldías. Y esto lo muestra bien La Silla Vacía en este artículo. Los que han acabado con el país no se conforman con poco y aunque no estén aún libres de “pecado” ya están tirando piedras por doquier. Caso parecido en las pasadas elecciones al Congreso, como lo muestra el texto enlazado.
Al parecer vivimos la Rebelión de las ratas, pero a diferencia del libro de Fernando Soto Aparicio, acá los que se rebelan son los poderosos, se le enfrentan y le pasan por encima a la justicia y por lo general se le ríen en la cara a todos los demás; como toda plaga, difícil de controlar.
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Muy acertado el artículo, sin embargo, se debe tener en cuenta que somos nosotros mismos con nuestra falta de compromiso como ciudadanos que dejamos que estos personajes vuelvan porque no votamos (a conciencia) o regalamos nuestro voto, sin darnos cuenta que lo que regalamos es realmente el futuro.
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