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Me levanté súper tarde. Tarde no, tardísimo, eran las 8.11 cuando abrí el ojo y la película arrancaba en menos de una hora. Tuve que correr y tomarme un taxi. Afortunadamente las calles de Berlín estaban desiertas. Berlín dormía la fiesta del día anterior y los carros en la calle eran pocos.

Casi como en un parche de Techno, los que hicieron la programación del festival propusieron películas con un tiempo diferente al del día anterior. Las cintas que me vi ayer fueron bastante más lentas, introspectivas. Filmes que invitan a la reflexión o a otra cosa.

Ya a las 9.00 am, como si fuera poco, el Berlinale Palast nos mostró a Mr. Holmes (Reino Unido). En la película el director Bill Condon nos presenta otra vez a Sherlock Holmes. No se llamen a engaños que no tiene nada que ver con las típicas policíacas, este señor Holmes es ya un viejo que vive en el retiro y que arrastra problemas de memoria. Supongo que la tarea para el director era muy grande al tratar de desmostar la mítica figura de Sherlock Holmes (Ian Mckellen, bien como nos ha acostumbrado). Mostrar un lado más humano de este mítico personaje sería algo apreciable, mas a mi parecer el director se quedó con las ganas y logró transmitir academia, pero poco sentimiento.

Mi foto de Natalie Portman (qué pena con vos)

Mi foto de Natalie Portman (qué pena con vos)

La pausa, que me supuso terminar lo inconcluso —el «no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy», de mi papá sonaba como música de fondo— esperaba la llegada de una de las películas más esperadas: Knight of cups (USA). Lo único que me sacó de concentración fue que oí que Natalie Portman estaba acá en Berlín. Había que ir a la conferencia de prensa.

 

La cantidad de gente que quería entrar fue grande, 40 minutos antes de empezar ya el Berlinale Palast estaba casi lleno, tanto que me tocó pelear un puesto que tenía reservado para un amigo porque la presión de las acomodadoras y de otros colegas por sentarse era constante. Mi amigo llegó jadeando, nos quitamos las chaquetas y nos alistamos para… dormir.

Otra vez, qué pena

Otra vez, qué pena

Sí, dormir, porque la película de Terrence Malick es una catarsis personal a la que él nos invita como asistentes. No pasa de ser una poesía, que por más bonita que sea, uno la lee en cinco minutos, pero dos horas es terrible. Tenemos a Rick (Christian Bale) con cierto aire de arrepentimiento y tedio en medio de sus relaciones con su padre, hermano y sus mujeres. Hay mucha acción, pero no pasa nada más que fiestas en mansiones o en habitaciones de hoteles, saltos al agua y un desfile de mujeres hermosas. Rick parece mudo e inmutable. Tan quieto como en la foto.

La cinta resultó poco más que un desfile de modas sin música, pero con una retahíla de fondo y cuando por fin habla alguno de los protagonistas en los escasísimos diálogos, bueno, no dicen mucho. Malick dijo alguna vez dijo: «Solo se debe recurrir al diálogo cuando no se puede narrar con imágenes». ¿Qué más le puede uno pedir al señor Malick? Te preguntarás vos. Bueno, no sé, pero otra cosa más que una saga de The tree of life.

Para terminar este lindo domingo berlinés en donde el sol calentaba un poco, la sala de prensa estaba llena y no pude ver a Natalie más que como siempre. A través de una pantalla.

Lo de ayer acá

Ve, ¿Y entonces volvimos a las mujeres como trofeos?

Relatos en: El Galeón Fracaso

Cinalternativa

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