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Eran tiempos distintos. La radio no era lo que hoy es. O al menos no era del todo similar a eso que hoy suponemos que es, o a lo que ella querría ser, o a lo que ella cree que es.

En los 80 el dial FM aún exhibía algunos reductos independientes. Stereo 1-95, 88.9 Súper Stereo, HJCK… el mundo en Bogotá FM Stereo. Sí. Eran tiempos distintos. Era 1987. Pero ahora es 2007.

Hace cosa de dos años hice parte de esa camada de ingenuos que lamentaron el ‘atropello’ de las grandes cadenas cuando las frecuencias vecinas 88.9 y 89.9 de la bogotana frecuencia modulada desaparecieron, creyendo tal vez que se trataba de una de aquellas inevitables injusticias propiciadas por los monstruos mediáticos.

Fueron malas noticias. Fue un espacio menos para el pop rock en nuestra decadente radio, y uno menos también para aquella tontamente llamada música culta.

Creí que Fernando Pava Camelo y Álvaro Castaño Castillo, y familias, eran algo parecido a unos quijotes del dial derrotados por las presiones del mercado, empecinado en invadir los radiotransistores con las predecibles e impersonales Radio Uno y 40 Principales.

Al respecto hay una verdad: Caracol y RCN no manifiestan responsabilidad cívica alguna para con aquel ente mancillado que es el espectro electromagnético. El Ministerio de Comunicaciones ignora –o mejor- pretende ignorar la relevancia que tiene el hecho de haber obtenido parte del mismo en una licitación, ganada en justa gesta…, y va permitiendo que éstas salten de cadena en cadena.

Pero, hay que decirlo, estoy seguro de que tanto Castaño Castillo como Pava Camelo se encuentran hoy en posiciones un tanto más cómodas, recibiendo cuantiosos cheques correspondientes a la renta de aquellas empresas a las que un día construyeron, satisfechos a su manera con aquellos premios de consolación que son un programa nostálgico en La FM y las notas culturales de la HJCK.com

Después de todo es más fácil ubicarse pacientemente, cada 30 días, en un escritorio, esperando a que lleguen los honorarios mensuales del arriendo de una frecuencia, que tener que soportar a hermanos, hijos, empleados, vendedores, clientes y demás, reclamando lo propio.

Lo que más curioso me resulta es que aún hoy, tanto tiempo después de las lamentables desapariciones, cuando veo los dígitos 88 u 89.9 iluminando los pequeños displays de radios extraíbles o de minicomponentes de baja ralea, me siento extraño al contemplar como de las bocinas emanan las notas de Los Diablitos o Daddy Yankee.

Supongo que la colonización de radioestaciones seguirá hasta la desaparición absoluta de esa radio que un día fue independiente. Ya le está ocurriendo a Candela Stereo y vendrán los tiempos, tal vez, en que a través de Melodía, deje de sonar la voz de Gerardo Páez Mejía anunciando en francés sus noticias para ejecutivos, y sea la de Alejandra Azcárate la que nos acompañe en las periódicas faenas de consultorio odontológico.

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