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Todo evoluciona, incluso los dichos populares, como «le fue peor que perro en misa», ya está encontrando reemplazo en «le va peor que perro de balcón»

Para entender esto solo imaginémonos sin camisa en un balcón de Bogotá a las 2:30 de la mañana, que por el frío nos den ganas de entrar al calorcito que vemos por un espacio en las cortinas detrás de la ventana, pero la puerta o ventana están con llave.

Eso es lo que deben sentir los perros de balcón cada día, después de estar todo el día al sol o incluso adentro en el calorcito del apartamento, no se sabe que es peor, a las 9 o 10 de la noche los sacan a dormir en el balcón, en la fría noche Bogotana y gélida madrugada, así llueva, de manera que a las seis de la mañana están ladrando y arañando desesperadamente la ventana de vidrio o la puerta para que su «mejor amigo(a)», lo deje entrar o lo saque a hacer sus necesidades, ese mismo(a) mejor amigo(a) que lo dejó toda la noche y madrugada a la intemperie.

El buena gente del amo(a), se sacrifica y se levanta a sacar al perro a hacer sus necesidades, que desesperado va ladrando por los pasillos del edificio y como es tan temprano y hace tanto frío, solo lo saca al césped frente al edificio vecino, en medio de la alegría o desesperación el perro tiene que estar ladrando, cada vez que le gusta un árbol o le halan mucho la correa o no puede hacer a lo que fue, ladra y ladra y ladra, cuando el amo ya se cansa, le pega el grito, ¡!ya es suficiente vámonos!!!, volviendo a su cálida cama y el perro a su helado balcón, con una taza de agua o de algún seco alimento para perros.

De lo anterior podemos dedicar un par más de páginas de sufrimiento de los perros de balcón, pero ese maltrato se traslada a lo social, porque ahora con las nuevas construcciones ese balcón, césped o terraza, tiene un apartamento encima, uno a cada lado y otro debajo en su edificio y lo que es peor otros 6 apartamentos en el edificio de al lado y tres edificios al frente, de manera que cada ladrido de dolor, desesperación, frio, hambre, aislamiento, desinterés de sus dueños, afecta a por lo menos 20 familias que rodean al maltratado can.

En otras palabras el día que el señor(a) decidió comprar el perro, o el apartamento con balcón especial para el queridísimo animal que ya tiene, automáticamente empezó a decidir la suerte del descanso de 20 familias a su alrededor, lo cual dicho sea de paso no le importa en lo más mínimo; que le va a importar a una persona (es un piropo), que deliberadamente va a maltratar a un animal el resto de su vida, que 20 familias se tengan que levantar al primer ladrido a las seis de la mañana, o no puedan descansar un domingo por que el señor y su distinguidísima señora tienen un paseo donde no pueden llevar al adorado perro, ya que a sus amigos si no los molestan con ladridos, entonces lo dejan todo el día con una taza de agua y alimento que se acaban de un bocado y luego ladran las siguientes ocho horas hasta que sus amos regresen, que les va a importar la sociedad que los rodea!

Y no estamos hablando de perritos falderos o perritos fifí, que tienen en una canastica al lado de la cama de su ama, hay desadaptados que tienen perros Airedale Terrier, que antes eran usados para cazar osos, reducidos hoy en un balcón de 2 o 3 metros cuadrados, será que eso es querer un perro? Se supone que el que tiene perro, es porque lo adora, u otros tienen perros grandes para presentarlos en concursos y mientras no están concursando para ser halagados por sus amigos, los mantienen a la intemperie, como perros de balcón.

Creo que queda claro que los perros de balcón son un maltrato animal y social, en donde personas sin escrúpulos, ni corazón y mucho menos conciencia social, consideran que cualquier oscuro impulso que los lleva a tener un perro, está por encima del mínimo bienestar del animal y la tortura auditiva a que someten a sus vecinos es natural porque es su perro y hacen con él lo que les de la gana.

Vale la pena preguntarnos:

– ¿Qué extraña perversión, lleva a un ser humano a maltratar a un perro el resto de su vida, poniéndolo a ladrar y aullar de desesperación con las más diversas formas de tortura, encierro, hambre, frío, sol, etc.?
– ¿Quién nombra a los dueños de perros los administradores del descanso de su vecindario, dictando a su libre albedrío cuando pueden descansar y cuando deben ver sus hogares invadidos por los ladridos de las mascotas de estos desadaptados sociales?
– ¿Para qué tenemos sociedades protectoras de animales?
– ¿Para que existe el DAMA, cual es el nivel de ruido permitido, de los cuales sus dueños son responsables?,   ¿Es justo ser tan ineficientes en evitar esta contaminación ambiental como lo son con el ruido de las alarmas?
– ¿Qué límite existe en el tamaño de un perro para tener en un apartamento o en un balcón?. ¿Que sea más pequeño que un niño gateando? ¿O puede uno tener un perro más grande que sus hijos o que sus dueños?
– ¿Para que existen los comités de convivencia de los edificios, si no pueden hacer nada ante el egoísmo impertérrito de estos antisociales?
– ¿Para qué sirven las diversas asociaciones comunitarias, si no es para buscar que esa comunidad, cuando no esté trabajando, pueda llegar a su casa o apartamento a tener un merecido descanso?

Ya evolucionamos, no vivimos en cavernas con inmensos espacios alrededor, ni siquiera en casas con grandes patios, ahora un apartamento está separado del otro por una pared o un par de metros por el costado o por el frente, de manera que las costumbres del campo se tienen que cambiar por las citadinas, que incluyen el respeto por las personas que conviven en espacios tan cercanos. Nunca se ha aplicado mejor la sentencia de Jean Paul Sartre cuando decía «Mi libertad se termina dónde empieza la de los demás», nadie tiene derecho a invadir el espacio del vecino, ni presencialmente ni con ruido. Esa es la evolución y el que pretenda quedarse en la prehistoria debe ser llamado al orden o irse a vivir a la finca, hasta que adquiera costumbres civilizadas.

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