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A medida que avanza este periodo, se ha mostrado una predilección del gobierno por los programas e inversiones en intangibles. Se dedican grandes esfuerzos en gestión y recursos a cosas que no se ven, que son mas orientadas a tener una percepción, siempre subjetiva, que permiten solo mostrar resultados de parte de sus adeptos, en el gobierno y fuera de él, pero rechazados por la sociedad que siente que esa percepción no les llega al no haber ningún cambio real de la situación, o incluso empeorados en muchos casos y opacados con los epítetos de la polarización, descalificando cualquier crítica.

Es así como se evitan programas y proyectos que tengan como resultado cosas concretas, palpables, medibles y demostrables como construir cárceles, carreteras, vías, túneles, aeropuertos, abrir nuevas rutas de vuelos, etc. que pueden ser corroborados con un equipo de medición o con números demostrables por cualquier persona. Se están priorizando actividades intangibles como la paz, la igualdad, la inclusión, la prevención, la ya famosa erradicación de la pobreza de los últimos gobiernos… lo cual garantiza que salgan chorros de dinero, pero no hay una forma clara y demostrable de medir su éxito, exactamente en que se gastó, o los resultados son a tan largo plazo que no se pueden hacer juicios o exigir responsabilidades en el lapso del mismo gobierno.

Mucho está orientado a tener una razón para gastar, pero gran dificultad para mostrar resultados producidos directamente por ese gasto

Esta medición de lo intangible se vuelve particularmente peligrosa cuando se quiere “cambiar” un sistema de salud que funciona, que tiene una excelente ley estatutaria, cuya ejecución no permite su perfecto funcionamiento, remplazándola por un proyecto que nadie conoce, escondido hasta último momento, pero que según anuncian está orientado a la prevención, como si la ley actual no tuviera entre sus pilares la prevención.

Así es, la ley actual tiene entre sus pilares las dos premisas que ha dejado conocer como razón para sacar una nueva Ley de la Salud, como son EL DERECHO A LA SALUD Y A LA PROTECCIÓN DE LA VIDA para todos los colombianos y LA PREVENCIÖN. En la ley actual es una responsabilidad del Estado garantizar el acceso a servicios de promoción, PREVENCIÓN, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y paliación de las enfermedades. Incluso va más allá cuando dice que la promoción y la prevención son una responsabilidad compartida entre el Estado y la sociedad. No es nuevo, no es un cambio, ahí está escrito. Preocupa que quienes preparan una nueva ley no lo conozcan; o incluso aun peor, que si lo conocen, le escondan a los colombianos que no están dando ningún valor agregado, solo utilizan la prevención como justificación para cambiar innecesariamente una ley para su beneficio en contra del bienestar de los usuarios.

Un factor complejo de la prevención es su intangibilidad. ¿Cuáles son las estadísticas disponibles de cuanta prevención se ha hecho?, ¿qué resultados se han obtenido y cómo mejorar la prevención? Entre más intangible, mas subjetiva su evaluación. Unos pueden decir que todos los sanos son gracias a la prevención; otros que la prevención ha sido un fracaso porque en el país no hay nadie a quien no le duela algo, o no sufra de algo. Y si hay alguno al que hoy no le duele nada ¿fue por la prevención que hizo el sistema? O por el contrario, ¿cada enfermo que hay es producto del fracaso de la prevención del sistema al cual está inscrito? Basar un nuevo sistema en la prevención solamente es una nube de humo.

Al tema de la medición de lo intangible, solo posible con indicadores más de seguimiento del proceso, se suma al de quien hace las evaluaciones y quien entrega los resultados. Es el mismo gobierno que vende la prevención como la panacea y solución de todos los problemas quien también lo va a medir. Y esto se demuestra en dos mediciones que están afectando este país como son la de la inflación y la de la devaluación.

La inflación la mide un organismo del mismo gobierno, que por mucho que griten su independencia si muestra algo en contra de su gestión cambian la cabeza; de manera que, la percepción en la calle y en el bolsillo es de un 200 % o más en muchos ítems, en especial alimentos y energía. Pero “las estadísticas” y los anuncios lo dan alrededor del 10 %. Por otro lado, la devaluación, que no se da por indicadores acomodados por una entidad del gobierno, sí muestra la realidad, donde la referencia de la devaluación del peso está basada en el valor real diario del dólar, nada subjetivo. Y así, quienes lo usan y quienes lo analizan tienen una base firme sin maquillaje. Ojo, no confundir que no se puede afectar la visión de su valor, con que no se afecte su valor con absurdos anuncios y medidas económicas internas, son dos cosas bien diferentes y estas medidas y su efecto ya han sido tratadas en otro blog.

Tampoco se malentienda que considero que la prevención no sea importante. Claro que la prevención es muy, pero muy importante, el problema es que en un sistema en que hay tantos pendientes en cosas tangibles (como intervenciones quirurgicas, hospitalizados, ocupación de UCIs, citas con especialistas en cola por meses), nadie le da prioridad a los sanos para prevenir que no se vayan a enfermar. Que obvio sería lo ideal. Si una cita para una luxación, para seguimiento de la última operación, para continuidad de un tratamiento, para una remisión del médico general a un especialista con síntomas claros y actuales, con sello de urgente, se demora meses, ¿para cuándo le dan una cita de prevención, ordenada ya por la ley vigente?

Es más, estamos apenas saliendo de una de las oportunidades en que la prevención era más necesaria que nunca, la pandemia. Muchos de los muertos y quienes quedaron con secuelas graves, fue por no querer prevenir y no porque hiciera falta una ley, porque la hay lo ordena. Es porque la materialidad avasallante de tener las UCIs llenas de afectados graves, no dejaba priorizar la prevención, con la que se debía evitar que llegaran más enfermos graves a ocupar esas camas, a pesar que la prevención lo hacían personas diferentes a quienes atendían las UCIs.

Eso es lo más grave. Que esa prevención la podían hacer personas diferentes a quienes estaban atendiendo la materialidad de los afectados, la parte administrativa. Lo que se requería eran mensajeros que llevaran las formulaciones periódicas a las casas, evitando que los más vulnerables fueran a aglomerarse en un salón, donde otros que así tuvieran Covid tenían que ir a reclamar el medicamento para el corazón, la cabeza o cualquier tratamiento, que si no lo tomaban igual se iban a deteriorar o morir, tocaba escoger contagiarse, o comprar el medicamento y si no podían pagarlo tenían que ir a reclamarlo presencialmente. Eso lo podía hacer un mensajero (no un medico que atiende UCIs) y además un joven sano, llevando medicamentos a 100 personas vulnerable en un día, 100 frágiles que no iban a complicar el sistema de salud, incluso bajando costos (muchos administradores no lo entienden, prueba de la intangibilidad de la prevención); igual los call center, que muchos los remplazaron inútiles chats, que no contestaban o no solucionan nada, creados para ahuyentar, no para ayudar y a los pacientes les tocaba ir presencialmente donde un medico general para una reformulación o una remisión a un especialista, contagiándose en el proceso, lo cual se podía y se puede hacer virtual. ¿Tiene eso algo que ver son la ley? NO, eso lo ordena la ley actual.

Es indudable que mucho de lo que la pandemia nos enseñó en materia de #PREVENCIÓN, se diluyó, se perdió, se deja de aplicar, y todo porque, por la pereza, por la mezquindad de la parte administrativa de los sistemas de salud que no encuentra en la intangibilidad de la prevención la forma de mostrar ahorros cuando un paciente no se enferma. El sistema puede mostrar las razones para hacer gastos sobre las enfermedades, pero no tienen como demostrar la necesidad de un tratamiento por prevención, les da pereza ver que evitando contagios atienden menos enfermos críticos y los pocos que si pueden ser demostrables, como las posibilidades de enfermedades hereditarias o genéticas, pasan a prioridades secundarias ante una fractura, un cáncer, una enfermedad crónica que está en una camilla de manera palpable o en la cama de una UCI y que son muchísimos.

El sistema de salud en Colombia está funcionando bien y si se cumple la ley existente puede funcionar mejor, las fallas son administrativas y funcionales, incluso de actitud y vocación de servicio de los call centers, de las páginas web, de los funcionarios que atienden antes de llegar a donde un medico y eso no lo cambia ninguna ley y mucho menos con corrupción. La proporción de funcionarios administrativos contra personal médico, todo eso se mejora con trabajo de dirección, de priorización de los recursos, de los organismos de control, con exigencia del cumplimiento de la ley actual, no sacando una nueva ley en que precisamente se la va a basar en lo que está fallando y se va a medir subjetivamente.

Lo que se sabe de la nueva ley, va a demandar un trabajo administrativo muchísimo mayor, pero prestado por los peores funcionarios del país, los funcionarios públicos y no solo funcionarios públicos técnicos, que cada vez son menos, prestado por funcionarios públicos nombrados por políticos, de manera que atiendan o no, a tiempo o no, eficientes o no, seguirán ocupando esa silla e impidiendo la atención incluso a las urgencias, a lo material y prácticamente sangrando delante de sus ojos. ¿Para decirnos que esos funcionarios van a atender a alguien para prevenir que no se enferme en unos años? Repito, con la ley existente lo tienen que hacer y muy pocos lo están haciendo.

Una nueva ley basada en la intangibilidad de la prevención, puede hacer colapsar estrepitosamente nuestra sociedad

Una de las reglas de los procesos es que lo que no se mide no se mejora, o aun más lo que no se mide no se controla, no se monitorea, no se supervisa, no se mejora. Basar un nuevo sistema de salud que está funcionando muy bien, que lo que no funciona es por no cumplir la ley existente, por la pereza administrativa y por la corrupción remplazándolo por una nueva ley basado exclusivamente en la intangibilidad de la prevención, que ya está ordenada, es un absurdo que puede hacer colapsar estrepitosamente nuestra sociedad.

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