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hummanitiesLos últimos meses ha subido la temperatura de la discusión entre Colciencias (órgano rector de la investigación en Colombia) y los grupos de investigación en Ciencias Sociales y Humanas. El primer round corrió por cuenta de la convocatoria de grupos, a la que muchos colegas de estas áreas no quisieron presentarse y el más reciente fue la semana pasada con la negativa de Colciencias a financiar propuestas de formación doctoral en las áreas afines a este campo.
En este caso no podría hablarse de un divorcio entre Colciencias y las humanidades, porque el matrimonio nunca ha existido.  Colciencias, como muchos investigadores en nuestro país y en el mundo, entiende las ciencias desde el matiz de las exactas y las biológicas y limita el campo de acción a la innovación y al desarrollo tecnológico.  Desde la excusa de proponer “ejes estratégicos” para el país, siempre se ha excluido directa o indirectamente a la investigación en temas relacionados con la cultura, que se ven como poco urgentes o importantes.
He sido investigador de temas relacionados con cine y cultura desde hace 15 años, nunca he sentido que Colciencias considere importantes los campos en los que se desarrollan mis temas de investigación y varias veces he escuchado la frase: “Ese tema no es primordial para el país” de labios de funcionarios de esta institución.  El tema no sería problemático si esta fuera la posición de un organismo aislado de financiación y no de la entidad que tiene a su cargo la gestión de los recursos para la investigación del país.

Conferencia inaugural del congresoEsta situación se agrava cuando las instituciones, que pocas veces tienen modelos propios de medición de resultados, terminan teniendo los índices de Colciencias como su único punto de referencia, pues para avanzar como institución requieren también los indicadores provenientes de las llamadas «ciencias duras», lo que genera un tácito y odioso sistema de investigadores de primera y segunda categoría.  Si los colegas de las Ciencias Sociales y Humanas se sienten discriminados, quienes trabajamos la investigación en el campo artístico (música, artes escénicas, cine, etc.) sencillamente no existimos.  

Los investigadores nos vemos abocados hoy a situaciones como las siguientes:

  1. 1.Es indispensable publicar en revistas de “alto impacto”, índices ISI y Scopus, y en las categorías más altas de estos índices.  Esto no tendría nada de problemático si los mencionados índices no fueran propiedad de grupos corporativos que no están interesados en las artes y las humanidades.  En el caso de ISI, por ejemplo, hay una base denominada “Arts & Hummanities” cuyas revistas no se miden en cuartiles como las demás.
  2. Se privilegia la escritura en inglés, lo que hace que se publiquen artículos en este idioma sobre temas que solo conciernen al ámbito local o nacional.  Hace poco evalué para una revista un artículo en inglés sobre una temática local española. Es muy probable que el autor haya tenido que pagar para traducirlo y que muchos lectores no puedan leerlo por no dominar el idioma o también tengan que pagar para poder hacerlo.
  3. La producción audiovisual está siempre por debajo de la escrita y solo es considerada, en la mayoría de las universidades, como producción divulgativa; ignorando los avances y posibilidades de la investigación-creación.
  4. El trabajo de los investigadores se mide por puntos, lo que está llevando al ejercicio perverso de buscar puntos personales más que de intentar desarrollar comunidad académica.

De todas formas no se trata solo de quejarnos ni de agachar la cabeza y seguir jugando con reglas que no nos favorecen, tampoco de pedir menor exigencia o rigor.  Es necesario buscar alternativas y creo que una de las más importantes es que la investigación en el campo de las artes no dependa más de Colciencias para que se empiecen a establecer parámetros de evaluación y gestión más acordes con nuestro campo de estudio.

Desde su creación, el Ministerio de Cultura ha tenido tímidos programas de apoyo a la investigación en temas como patrimonio, catalogación e identidad.  Estos programas, con un limitado presupuesto, han servido para apalancar algunas investigaciones y realizar publicaciones relevantes para el país. Yo creo que el Ministerio de Cultura y las entidades descentralizadas de este sector deberían ser las que apoyen decididamente y establezcan los estándares y parámetros de medición para los investigadores del campo.  Sólo de esta forma podrá configurarse un sistema de investigación que entienda las dinámicas de los proyectos de pesquisa relacionados con las artes y la cultura. Más allá de quien sea el encargado de su creación y gestión, lo que es urgente es que se creen mecanismos justos y eficaces para promover la investigación en las artes (en ciencias sociales y humanidades debería plantearse una discusión similar).

A este punto, algunos de ustedes se preguntarán por el título de esta columna: ¿Vale la pena investigar en las artes?, la respuesta, por supuesto, es sí.  La investigación en artes no calmará el hambre ni la sed de nadie, pero sí puede salvar vidas.  Las artes ofrecen alternativas formativas a poblaciones vulnerables, permiten la resolución de conflictos de forma que pocos pueden calcular, nos ayudan a entender quienes somos y a recordar lo que fuimos. Investigar en los campos del arte nos permite encontrar pistas sobre nuestra identidad y modos de representación, reconocer y exaltar las costumbres de nuestros ancestros, entender nuestra idiosincracia y aquellos aspectos que nos unen en la diferencia. En lo personal, creo que vale la pena investigar en las artes, pero no por el ranking o los reconocimientos, si no porque la investigación es la fuente privilegiada que puede saciar nuestra sed de conocimiento.

Jerónimo Rivera Betancur
Docente investigador
Director de la Red Iberoamericana de Investigación Audiovisual (Red INAV)

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