Una abuela conversa tranquilamente con su vecina al interior de una casa humilde, pero limpia, en medio de la noche bogotana. Pasar de los temas triviales a los más dramáticos sin interrupciones ni aspavientos es parte de su cotidianidad. La conversación se interrumpe con el ruido de algo que no se sabe bien si es pólvora o balazos. Otro día, su nieto adolescente le lee con tranquilidad su tarea de colegio en la que relata con pasmosa naturalidad los trágicos días en los que su familia fue desplazada de sus tierras por los grupos armados, la abuela lo regaña pero el niño no entiende el motivo de su molestia. Estos son solo dos momentos del documental Noche herida del director colombiano Nicolás Rincón Guille, ganadora del premio a mejor película colombiana en el Festival de Cine de Cartagena (FICCI) 2016, que estará en cartelera desde el 30 de marzo y que cuenta la historia cotidiana de una abuela que vive con sus tres nietos en un barrio de Ciudad Bolívar.
Precisamente en el FICCI 2017, tuve la oportunidad de entrevistar a Nicolás Rincón, director y Manuel Ruiz, productor, de la película.
Jerónimo Rivera: A pesar de que en unas pocas ocasiones los personajes miran la cámara, se siente que están acostumbrados a ella, ¿cómo fue el proceso de acercamiento hasta entrar en la intimidad de la familia protagonista, para que la cámara fuera prácticamente invisible?
Nicolás Rincón Guille: Antes de grabar pasamos mucho tiempo con ellos, y no solo con ellos sino con muchas familias de la zona, los conflictos son similares; pero me llamó la atención que las mamás viven con mucha preocupación por cuidar, proteger y sacar adelante a los niños, sobre todo en la etapa de la adolescencia.
Busqué familias en donde convivían varias generaciones y cuando encontré a Blanca, la protagonista de la película, pasé mucho tiempo visitándola y hasta me quedaba en su casa, pero sin sacar la cámara. Fui introduciendo la cámara poco a poco y gracias a la confianza con ellos, fueron aceptándola. Le dije a Blanca: «No pares de vivir tu vida, no hagas nada por mí» y a partir de ahí el pacto fue que yo la filmaba y ella no estaba ahí para la cámara, sino la cámara para ellos. Esto nos permitió muchos momentos de intimidad que pueden verse en la película.
JR: Me llama mucho la atención la propuesta estética de la película: hay una composición y una iluminación cuidadosa. ¿Cómo lograr esto sin que se afecte la naturalidad de la propuesta?
NRG: Esto hace parte de la observación. La intención era ver la cotidianidad de una familia desplazada sin mostrar la miseria, subrayando la belleza de una casa construida y prácticamente diseñada por ella: una casa sin ventanas y con entradas naturales de luz. Entonces el trabajo consistió en buscar en dónde poner la cámara, aprovechar la luz y componer con la luz. Mi intención era dignificarlos y exaltar la fuerza que ellos tienen. No me gusta lo que hacen algunas películas militantes, que subrayan la pobreza filmándola de una forma cruel.
JR: ¿Crees que se plantea desde la historia alguna postura ideológica o política particular?
NRG: A mí me gusta mucho una frase de Godard que siempre tengo en cuenta y que dice «hay que hacer cine políticamente y no cine político». Creo que la película sí es política, pero no militante; sí tiene un discurso pero no quiero convencer a nadie. Lo que quiero es que el espectador conozca la historia de Blanca y se conecte con ella, algo que en una película militante posiblemente no se lograría. Esa es la razón por la que no hay voz en off ni entrevistas, quiero que la narración fluya sin que el espectador tenga que encontrarse con un discurso molesto.
JR: ¿Cómo armas el montaje para no alterar la naturalidad o la verdad de la historia, que es fundamental en tu propuesta narrativa?
NRG: El montaje es clave porque es el momento en que reconstruimos algo a partir de muchos momentos que pasamos con los personajes. Evidentemente hay que tomar decisiones que alteran la cronología, pero no para ficcionalizarla, sino para jugar con el lenguaje cinematográfico que nos permita contar mejor la historia de Blanca.
JR: Esta es una microhistoria dentro de otro montón de historias, la de las madres desplazadas. ¿Cómo se conecta la historia de Blanca con otras historias? ¿era tu intención conectarlas?
NRG: Es como un juego de espejos: Blanca quiere proteger a sus nietos de una violencia sorda que se vive cotidianamente en los barrios pobres de Ciudad Bolívar y Soacha en donde los jóvenes son constantemente usados y violentados por los grupos armados y como ella hay muchas madres y abuelas que no pueden cambiar la situación, pero hacen lo posible por tener a sus hijos y nietos al margen de esta problemática.
Manuel Ruiz: Reconstruyendo la vida íntima de un personaje anónimo, pero muy representativo de la sociedad, logramos hablar de temas importantes y significativos de la sociedad; políticamente, pero sin hacer un documental político o panfletario.
JR: Ustedes toman la decisión de centrarse en la historia de Blanca cuando podrían elegir contar muchas historias, que de hecho conocieron.
NRG: Esa habría sido una decisión más convencional, pero la propuesta de la película es no dar explicaciones, que el espectador no sepa más que Blanca, el de ella es su punto de vista. Esta decisión permite que compartamos con ella también las dudas e incertidumbre. No me interesa llenar esos vacíos para el espectador.
JR: Un punto fuerte de la película es la aparición de la bebé hacia el final, queda la sensación de que esta mujer nunca podrá descansar, que su misión nunca acabará…
NRG: Eso es cierto, pero para nosotros la bebé representa esa niña que ella también deseaba, es como un regalo. De todas formas mi interés no era tampoco mostrar un final pesimista ni optimista sino mostrar que los ciclos se repiten y la fuerza de ella como personaje dispuesto a recomenzar esos ciclos.
MR: Quiero hacer énfasis también en el trabajo del fuera de campo. En la filmografía de Nicolás ha sido fundamental el papel de la oralidad (En Retina Latina se podrán ver algunos de sus trabajos este mes). Buscamos a través de la oralidad y los testimonios construir para el espectador un universo que no se ve pero que se vive a través de los relatos de los personajes.
NRG: Un punto importante es que yo no intento hacer películas temáticas. Si Noche herida fuera la película sobre el desplazamiento sería terrible. No me interesa hacer una película en donde las personas tengan etiquetas. El buen cine es interesante porque cuenta un destino particular. A mí, por ejemplo me molesta mucho la manera como se está usando la palabra «víctima» que termina separando los unos de los otros, generando fronteras artificiales. En realidad, lo que le pasa a Blanca me afecta a mí y esa es la propuesta de la película: dejemos esas fronteras de lado y démonos cuenta de que todos tenemos historias que vale la pena entender y confrontar. La tradición oral sobre la violencia tiene la virtud de mostrarnos como se vive desde adentro.
JR: ¿Por qué hay que ver esta película?
NRG: El público a veces dice estar cansado de ciertos temas o rechaza las historias por abordar ciertas problemáticas. Yo siento que Noche herida tiene una energía, un mensaje diferente. La gente que la ha visto en países como Francia o Bélgica se sorprende al sentirse identificada con un personaje que vive en un barrio popular en Bogotá, porque las problemáticas también pueden ser similares a pesar de la distancia. Aunque es delicado, el público agradece esta mirada revitalizada sobre este tema.
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