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El otro hijo

El otro hijo

Los premios Oscar son los más conocidos en el ámbito global y tienen una categoría en la que compiten todos los países del mundo: la de mejor película internacional (antes infamemente conocida como “película extranjera”). Los premios Goya, por su parte, son el más importante galardón de la academia española a sus películas y cuentan también con una categoría internacional. Ambas premiaciones tienen en cuenta a aquellas películas que han tenido un recorrido notable en festivales de primer nivel como Cannes, Venecia, Berlín y San Sebastián, entre otros.  Y justamente en el festival de cine de San Sebastián se estrenará “El otro hijo”, la película que la Academia Colombiana de Cine ha elegido como representante por Colombia para los premios Goya. En este festival se presentó también “Un varón”, postulado por Colombia para los premios Oscar y que tiene un palmarés muy rico que incluye su participación en la quincena de realizadores de Cannes y el premio World Cinema Fund del Festival de Berlín. Presento una breve reseña crítica de cada una de las películas.

EL OTRO HIJO (Sebastián Quebrada)
Película colombiana 'El Otro hijo' seleccionada para los Premios Goya 2024
En esta co-producción colombo-francesa está basada en una dolorosa experiencia personal. Quebrada pone en escena el drama de una familia que sufre la pérdida de su hijo adolescente y hace foco en su hermano Federico, quien debe lidiar con una situación para la que nadie está preparado, mientras se alista para terminar su bachillerato. Federico, quien tenía una estrecha relación con su hermano, elige continuar silenciosa y solitariamente con su vida tratando de sobreponerse a la tragedia que se ha impuesto sobre su familia y círculo cercano de amigos; pero poco a poco descubre que la sombra de su hermano fallecido ha terminado por desplazarlo y que se cierne como un fantasma que afecta todas sus relaciones y lo convierten en el otro hermano, el que aún está aquí, aún más invisible que el desaparecido. Por eso su intención principal es escapar, tomar otro aire, para reconfigurar su vida en un momento crucial para todos los adolescentes.
La película, producida por Franco Lolli y Evidencia films, sigue la línea de un conjunto muy interesante de películas colombianas que, al estilo del nuevo cine argentino de los 90s (su director estudió en Buenos Aires), retratan de forma naturalista la vida cotidiana sin efectos adicionales a los del drama que la historia misma impone. En este caso en particular, es interesante ver el abordaje de una historia que toca a los jóvenes de la clase alta bogotana, un grupo etario poco común en las historias del cine colombiano y que ya ha sido abordado por directores como Franco Lolli y Vladimir Durán.

El trasfondo de la historia tiene que ver también con aquellos temas tan incómodos que no suelen ser tocados, sobre la imposibilidad de la comunicación en las familias, representadas aquí como una maraña de círculos concéntricos en los que a veces es difícil seguir el vínculo (el padrastro con sus hijos y nietos+ el padre biológico + la madre) pero en el que prevalece la humanidad y la compasión por el dolor ajeno, a pesar de muchos momentos de tensión y rabia.  La película logra representar de manera convincente y conmovedora el universo de los jóvenes centenials, una generación difícil de interpretar por los adultos y en su puesta en escena se alternan los rituales de muerte con los de fiesta como una metáfora de lo que significa estar en medio del ritual del cambio de vida (la graduación) y el de la pérdida de un ser querido. La adecuada dirección de actores permite que sintamos que estamos asistiendo a la vida cotidiana de sus protagonistas por medio de una puesta en cuadro dinámica y en la que la cámara es uno más de los personajes.

UN VARÓN (Fabián Hernández)



Esta coproducción de Colombia, Francia, Holanda y Alemania; presenta la historia de Carlos, un joven que vive en un refugio en el centro de Bogotá, un ambiente hostil pero controlado en donde ha aprendido a moverse para sobrevivir, creando para sí mismo un personaje que debe infundir miedo y respeto en los otros, a pesar de su débil voz y frágil apariencia. Carlos es un pequeño traficante de drogas, pero no es un matón ni un delincuente y sabe que solo por medio de esta estrategia performativa puede lograr algo de respeto que le permita sobrevivir en las duras calles del centro de Bogotá.

La película, filmada en locaciones reales y con actores sin formación, logra un retrato naturalista y crudo de la dura realidad de la calle bogotana, que se configura como el más importante antagonista de esta historia, que combina elementos documentales con la ficción. Muchos personajes reales, cuyas entrevistas aparecen en la película, hablan de la calle como un monstruo que devora a quienes no son los suficientemente rudos pues para sobrevivir en la calle, hay que ser “un varón”.

Aunque es difícil lograr empatía con el personaje principal desde el inicio, poco a poco vamos entendiendo su drama y sus búsquedas.  Su dura apariencia física (vestimenta, peinado, forma de caminar y de hablar) se va diluyendo con el transcurso de la historia para develar a un niño perdido que busca a su madre en medio de las festividades navideñas y que se disfraza de matón para no ser engullido por la selva urbana.  Un muchacho sensible que teme expresar abiertamente su identidad sexual para mantenerse en el papel y cuyos frágiles vínculos familiares son el único polo a tierra con el que cuenta y gracias a los cuáles logra sortear la tentación de convertirse en un vengador nocturno más.

En la búsqueda de su hermana y de su madre y en la espiral de violencia en la que se ve envuelto, esta película encuentra una relación clara con otra historia urbana de jóvenes sin oportunidades arrojados a la dureza de la calle: La vendedora de rosas. Como Mónica, Carlos también busca un refugio amoroso en la fría noche y solo encuentra violencia y rechazo, porque “la calle es para los machos”. 

La academia colombiana de cine acierta este año al elegir dos películas que, no solo son exitosas, sino que logran ir poco a poco pagando la deuda histórica del cine colombiano con las historias de los jóvenes y representan un contrapunto interesante entre el drama interno del duelo y la tragedia en una familia de buena condición social versus la historia épica de supervivencia de jóvenes a los que se les ha arrebatado hasta la posibilidad de ser ellos mismos.

Aquí puedes ver la reseña en Tik Tok de “Sonido de libertad” (Sound of freedom), película que se estrena esta semana.

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Jerónimo Rivera Betancur: Doctor en comunicación. Profesor universitario, autor de seis libros sobre cine, investigador en temas de imagen y cultura y fundador de la Red Iberoamericana de Investigadores Audiovisuales pero, antes que nada, cinéfilo. Web: www.jeronimorivera.com Canal de Youtube: Amigos del Cine.

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