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En medio de los «nuevos vientos» que promocionó con ahínco el Canal RCN (y que le han traído huracanes de crítica, amén de un decepcionante rating), al tiempo que Canal Caracol sigue colgado de nuestra abulia televisiva para mantenerse tímidamente en la punta con un reality y una serie-novela «postconflictera», el mercado latinoamericano acogió el rebranding de una marca tradicional de la casa Televisa de México. 

La noticia no es accesoria ni despreciable. Más de 60 años creando contenidos los obligaron a replantearse estratégicamente, por lo que en su lenguaje se habla ahora de plataformas. No es para menos: Televisa es la sexta marca más valiosa en Latinoamérica  y, ante la tremenda andanada de la oferta digital, tuvo que mirarse el ombligo para analizar cómo reaccionar, pensando en nuevos cantos de sirena para atraer la esquiva audiencia.

¿El resultado? Según como se mire, hay tanto de fondo como de forma. La generalidad de las críticas confirmaron el lugar común de la resistencia al cambio, por lo que impera más la incredulidad. Llamarse Las Estrellas y acompañar este sustantivo con un logo en forma de «piñata escuálida» es el menor de los problemas. Los tonos en los informativos, la apuesta por serie-novelas ¡emitidas en temporadas! y el barrido de legendarias figuras de la comunicación por otras «promesas» para refrescar la pantalla hacen parte de ese lavado de cara, que aún así revela cierto continuismo.

Cambios de imagen nos venden con cierta frecuencia los canales nacionales. Pero en la coyuntura actual, mezcla de la vertiginosa dinámica de las lógicas de consumo de contenidos mediadas por la tecnología con el escenario del postconflicto, un set de noticias más colorido o una ficción de narcos y guerrilleros enamorados ya no son decisiones superfluas, deben corresponder a una política acorde con los nuevos tiempos y no venderse como un contentillo para lucir actuales o complacientes.

En esencia ¿cuál es el deber ser de los medios de comunicación en el postconflicto?  ¿Cómo deben informarnos y entretenernos? ¿Cómo deben renovarse de cara a una promesa de pacificación? No considero que sea una respuesta obvia. Desconozco si los canales, emisoras, revistas, periódicos y emprendimientos digitales (en cualquier caso tanto comerciales como comunitarios) tengan construido un mapa de ruta en ese sentido, pero acá planteo algunas pistas para iniciar la reflexión, desde luego, enriquecidas  con los aportes de todos ustedes.

1. Deben contribuir a hacer y enriquecer la memoria histórica con la mayor ecuanimidad posible, sin sesgos y sin deformaciones hacia lo que realmente sucedió.

2. Deben evitar la revictimización, el señalamiento y el prejuicio hacia cualquier actor del conflicto. Un mejor trabajo del lenguaje.

3. En las ficciones, evitar la creación de estereotipos que minen la aceptación social de los excombatientes. En esa línea, pensar cómo recuperar sus historias, sus conocimientos y sus vivencias.

4. Así como los informativos brindan contexto deben garantizar la exposición de todos los puntos de vista, tratando de no responder a una agenda oculta o a intereses particulares.

5. Si recrearán episodios del pasado, asociados con reclutamiento forzado, desapariciones, exterminios, ataques a la población civil, ajustarse en lo posible a los hechos reales. Si no lo pueden hacer o no lo van a hacer bien por cuestiones de derechos de autor, siempre será mejor acudir a los formatos documentales. Mejor una buena serie documental que una parodia con personajes llamados Pastochencko o José Rafael Ángel (como por rebautizar al presidente)

¿Qué otras propuestas o peticiones se les ocurren que podamos hacer a los medios colombianos para que cumplan con su función en esta etapa de la historia nacional? Espero sus comentarios tanto en en blog como en Twitter @juanchoparada o en la fanpage de Radiodistractor, programa de radio de Stereo Joint Radio que regresará en Septiembre. Faltan pocas semanas.

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