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1992

«Oh, él me besó. Fue mágico, me sentí en un cuento de hadas».

2016

«Lo besé y le agarré las nalgas. Luego me vibró el celular. Era mi novio, fastidiando por el Whatsapp».

Hagan el ejercicio antes/ahora. No importa si son hombres o mujeres, no finjan estupefacción: el sexo siempre ha estado allí. Desde la aparente inocencia del primer beso hasta la fantasía caliente de las llamadas MILF, encarnadas en profesoras de sociales, biología y no sé qué otras materias más.

La encuesta del DANE repartida en cientos de colegios a nivel nacional y que espantó a padres de familia y docentes confirma una vez más que, más allá de reconocer que algo puede no estar bien en términos de abuso de poder, nos duele más aceptar que no podemos hablar del sexo sin convertirlo antes en un tesoro envenenado. Aun reconociendo que hay maneras de hablar de la masturbación, la manera de besar (¿quién no ensayó con naranjas?) o las diferencias del tamaño del pene entre hombres, lo cierto es que la mal llamada generación X le encanta el drama y hacerse la de la vista gorda a la hora de enfrentar la realidad: el sexo está en todas partes.

¡Cómo nos gusta eludir la responsabilidad! El gran problema de nuestra sociedad es hacer culpables a otros de nuestra propia ignorancia o falta de valor a la hora de abordar las relaciones humanas. ¿Que hay niños y niñas menores de 13 años expuestos a información sobre cómo se estimula a una mujer? ¡Claro! ¿Y es culpa del colegio o los docentes que esté allí?

A mi me hablaron de sexo -y de la forma más aséptica posible- cuando estaba en décimo grado, con aquella famosa cartilla de comportamiento y salud debajo del brazo. El resto era lo que nos podíamos imaginar entre los amigos y los pálidos reflejos de las escenas eróticas difundidas por el cine y televisión. Eso no ha cambiado. Los jóvenes siguen aprendiendo entre ellos: esa es una barrera que los padres aún no han logrado sortear.

Lo esencial de toda esta discusión es qué clase de valores estamos transmitiendo para que la discusión no se centre en lo «escandaloso» de saber si niños, niñas y adolescentes ya conocen de penes, vaginas y lo que sucede cuando se encuentran. El meollo está en si cuentan con las herramientas para tomar decisiones, reconocer sus límites y los de los demás, distinguir claramente y denunciar aquellas actitudes inapropiadas y aprender a buscar ayuda cuando se ven enfrentados a situaciones de riesgo, como el caso de un posible abuso sexual.

En ese orden de ideas -y ya lo hemos hablado en este espacio- el entretenimiento ha ofrecido diversas perspectivas de cómo los jóvenes viven la sexualidad. Hoy en día esa experiencia sí es más descarnada, llena de ambigüedad, sin moralismos, casi una inversión de esa «magia» llena de escarcha y pétalos de rosa que caen sobre unas sábanas blancas. No solo hay desenfreno sino desilusión, y de eso casi no se habla porque no lo percibimos como tal. La intolerancia a la frustración cunde como gripa y orilla a límites como el suicidio. Entonces no es de poca monta saber qué imaginarios y realidades experimentan cuando pensamos que «están haciendo la tarea». Las chiquitecas no se han acabado.

Esta semana MTV estrenó Are You The One?, oootra adaptación latinoamericana más de realities estadounidenses de citas y desconocidos que fornican sin parar ante las cámaras. Si el experimento de los «Shores» fue rentable ¿por qué no lo va a ser encerrar a 20 atractivos cuerpos en una casa, sin internet y en una zona caliente de República Dominicana?

No importa cuánto insultemos al otrora insigne canal de la cultura pop por crear este tipo de programas. De acuerdo a su visión, la juventud de hoy, más desinhibida que de costumbre, asume las cosas como lo que son. Si es solo sexo, fue solo sexo. Y aunque hagan «match» con cualquier persona, nada garantiza que sea un sentimiento espontáneo y duradero.

Ojo, no es un tema del 2016. Desde hace más de veinte años han desfilado por la televisión abierta toda clase de visiones sobre el sexo y la juventud que ruborizaron a más de uno. Desde los lugares comunes como Clase de Beverly Hills hasta opciones menos cándidas como South of Nowhere, Sugar Rush o Skins, por dar unos ejemplos de historias que, simplemente, mostraron ese otro lado de los sentimientos y el placer adolescente con una mezcla de decepción y cierto humor negro.

Si queremos aterrizar en otras aguas, basta con sumergirnos en los orígenes de nuestros temores acerca del sexo. En una orilla totalmente opuesta en términos de público y enfoque la serie Masters of Sex –que regresa por una cuarta temporada este 30 de septiembre en HBO- se ha mantenido en la parrilla justamente por el carácter revelador que nos brinda la historia de vida de William Masters y Virginia Johnson, académicos estadounidenses dedicados a estudiar las diversas facetas de la sexualidad humana desde mediados del siglo XX. Desde su primera publicación, «La Respuesta Sexual Humana», no se andaron por las ramas y conmovieron al mundo con los aspectos más simples del contacto físico entre hombres y mujeres. ¡Las mujeres sienten! ¡Los cuerpos sudan mientras se realiza la penetración! «Obviedades» que nuestros sistemas culturales nos impedían aceptar.

https://www.youtube.com/watch?v=REEID9j4Qq4

Uno de los personajes que vive en carne propia los efectos de estos resultados es  «Libby Masters»,  justamente la primera esposa de William en la serie quien se presume es Elisabeth Ellis, su equivalente en la vida real. Caitlin Fitzgerald, la actriz que la interpreta, comentó sobre esa transformación en una reciente entrevista* «Una de las cosas más divertidas sobre Libby es que ella comienza la comprobar las teorías fuera del universo Masters y Johnson, y en esta temporada logra abrirle las puertas al movimiento de liberación de las mujeres y de sí misma. Comienza a tirar sus corpiños, literal y simbólicamente. Fue increíble ver como partimos de los ‘50 y de las ropas-cárceles que se usaban en esa época y que ella haya logrado decirle adiós al corpiño, diciendo “abajo el patriarcado”, fue muy bueno».

Este es uno de los personajes que más cambios ha sufrido desde el inicio de ‘Masters’: «Libby era el personaje que había comprado la idea del cuento de hadas: si encuentro a la persona correcta y tengo hijos, seré muy feliz y estaré segura para siempre. A lo largo de estos cuatro años vimos la desilusión respecto a ese cuento de hadas y cómo debe enfrentar la realidad. Pero creo que, para todos, cuando se deshace ese modelo del cuento de hadas, es cuando se puede realmente ser libre y hacer elecciones verdaderas para quien somos individualmente y no en función de las imposiciones culturales», puntualiza Fitzgerald.

Fenómenos como este, derivados de la investigación científica y relatados por una serie de televisión son una muestra de nuestra ambivalencia como humanidad. Queremos lo mejor como especie pero nos cuesta reconocernos como tal. Deseamos que nuestros hijos no repitan nuestros errores. pero nos negamos a explicarles el porqué de los mismos. Los niños de hoy no son ingenuos, están en capacidad de entender si sus padres realmente se quieren o las razones que tuvo su mamá para quedarse sola y cumplir ambos roles.

La responsabilidad no viene en los genes, se enseña con el ejemplo diario. Cuánto no hubiéramos dado de que nos hablaran de lo que significa sentir, de apreciar nuestro cuerpo y el de los demás sin prejuicios, a asumir las consecuencias de nuestras decisiones, pero también a cuidarnos y cuidar. Ese es el gran vacío que nos ha dejado la mala educación y que aún podemos resarcir en la actualidad. Peguemos el grito en el cielo cuando las cifras nos muestren -como lo ha hecho al menos desde Medicina Legal- que no hemos aprendido a hablar con ellos ni creado lazos de confianza para así evitar o denunciar casos de abuso sexual al interior de nuestros hogares. Porque eso es lo que más nos duele: que tan triste realidad ocurra debajo de nuestras narices.

*Fragmentos de entrevista realizada el 31 de agosto 2016. Cortesía HBO Latinoamérica.

@juanchopara

juanchopara@gmail.com 

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