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La Primera Guerra Mundial, la contienda que marcó el inicio del siglo pasado, dejó una serie de sombrías imágenes para la posteridad. Las zanjas gigantes que atravesaban la tierra como cicatrices en cuyas honduras malvivían miles de hombres. Los gases letales empleados por los alemanes. Las estrategias que, por errores de cálculo, costaron la vida uno y otro bando, como la batalla en la península turca de Gallipoli que le costó el puesto al mismísimo Winston Churchill o la de Verdún, que enfrentó a alemanes y franceses por casi un año con un saldo inaudito de muertes. Fue la guerra que desplegó gran cantidad de recursos para tomarse los cielos o el agua sin escatimar en recursos, mientras las ciudades atravesaban terribles hambrunas.

Tantas cosas que se pueden decir de la guerra, pero mientras no la vivimos en carne propia, asistimos al horror visto por los ojos de los demás. Por eso el impacto de los relatos bélicos que el cine ha configurado como subgénero, que con economía de recursos o con total ampulosidad buscan confrontarnos ante la ilimitada capacidad del mal que anida en el ser humano, tanto en quienes deciden el combate desde los escritorios como en aquellos que cargan las armas en el campo de batalla, henchidos del sentimiento más primario por sobrevivir eliminando al otro, sin comprender totalmente las razones que los llevan allí.

Desde Senderos de Gloria hasta Salvando al Soldado Ryan, desde Patton hasta Apocalypse Now, entre muchas otras, encontramos distintas recetas para acercarnos al barro, el olor a cuerpos descompuestos o el orgullo masculino doblegado ante la muerte o la humillación, porque el conflicto lo han decidido y lo dirimen fundamentalmente hombres.

Todo eso lo podemos encontrar en la narración que plantea Sam Mendes, el mismo director de orquesta que en 1999 triunfó con una disección al “American Way of Life” con Belleza Americana y recientemente le dio su toque personal a James Bond en Skyfall, ahora inmerso en los recursos de su abuelo para contarnos un día cualquiera en medio del fragor del combate entre alemanes e ingleses, justamente 17 meses antes de su armisticio. Hasta ahí la narración no parece novedosa, pero su inesperada aparición en las nominaciones a lo mejor del 2019 despertó la curiosidad del mundo, precisamente cuando los tambores de guerra resuenan de vez en cuando, crispando los nervios de los poderosos.

¿Y qué aporta 1917 como ejercicio fílmico? Desde luego, el alarde de virtuosismo de una narración fluida, en una aparente toma continua que no da respiro hasta un evidente corte, expone la relación de dos soldados del Ejército británico delegados a enviar un mensaje urgente a un contingente alejado, con el reto de salir con vida al atravesar la zona de influencia del enemigo. La fotografía, el sonido y la edición son las mejores cartas de presentación de Mendes al crear una narración con ritmo y visualmente dispuesta a impactar.

Aún así percibí que la película pasa tangencialmente por temas mucho más interesantes que el conflicto principal que narra. La simple comisión de una orden se me antojó un hilo conductor poco creativo, algunos diálogos intrascendentes y momentos inverosímiles como el encuentro entre uno de los emisarios y una sobreviviente. No obstante, conserva un espíritu clásico que, bien sea lobby o simple afinidad por su desarrollo de manual, lleva a 1917 ante las puertas del Oscar el próximo 9 de febrero. ¿La recordaremos con vehemencia dentro de unos años? Probablemente no, pero ahí está, el sueño aplazado de un realizador eficiente, pero que para mi gusto en esta ocasión peca de cierto oportunismo. La balanza se inclina a su favor, aunque si de nuevo la Academia de Artes y Ciencias juega con las probabilidades le puede reconocer el triunfo a Tarantino o, como lo afirman otros colegas, brindarle el triunfo a la sorpresiva Parásito. Amanecerá y veremos.

En 2020 llega el Birdland Summit Colombia

Imagen: Sociedad Tequendama

Imagen: Sociedad Tequendama

Colombia es uno de los países que cuenta con la fortuna de ser reconocido por su biodiversidad, algo que no apreciamos suficientemente. Y el turismo sostenible encuentra en esa característica su mejor aliada para crear experiencias que satisfacen la curiosidad científica o artística de conocer algunas de las 1900 especies de aves que rondan por nuestro territorio. De esa manera la Sociedad Tequendama, de la mano de una de sus nuevas líneas de negocio, Eventos Tequendama, presentó el pasado lunes 27 de enero en compañía de entidades como Procolombia, la Asociación Bogotana de Ornitología, Audubon y Colombia Productiva lo que será el Birdland Summit Colombia, una experiencia de aviturismo que se llevará a cabo del 17 al 20 de septiembre de este año en la capital. Una oportunidad para todos aquellos que disfrutan la naturaleza y promueven su conservación. No será el único evento, dado que en el próximo mes de febrero en Cali se llevará a cabo el Colombia Birdfair 2020 del 13 al 16 de febrero. Como ven, este será un año para gozar de las aves en su máximo esplendor.

juanchopara@gmail.com

@juanchoparada

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