En la actualidad la gente se queja de las relaciones según como les va en la fiesta. Algunos defienden la monogamia a capa y espada, pero se estrellan con el mundo de las aplicaciones virtuales y el límite entre lo permitido y lo prohibido en dicho universo. Están otros que abren la puerta a toda clase de permisos “consensuados” pero no logran evadir la variable de los sentimientos que llegan a involucrarse entre tanto fogueo de encuentros casuales. Y existe un grupo, quizás más reducido, que decide experimentar sin limitaciones, con reglas claras incluso antes de establecer un compromiso estable, pero que en el camino se extravían en un juego de poder por el control de la situación.
En este último ubico al director y realizador del largometraje de HBO Max “There is no I in Threesome” Jan Oliver Lucks, quien ventila sin aspavientos su vida íntima junto a su pareja Zoe. Ambos han decidido casarse en el lapso de un año, ser monógamos a partir de ese momento y tener hijos. Pero antes deciden vivir plenamente su intimidad en el marco de las relaciones abiertas durante tres meses. Tanto Oliver como Zoe son bisexuales, por lo que una de sus normas, al inicio de esta historia, es que solo se acostarán con parejas de su mismo sexo biológico.
Lucks deja bien claro que entre ellos no hay secretos: se presentan sus respectivas conquistas, hablan frecuentemente sobre el tema, ella se va de la ciudad a buscar mejor suerte y, sin importar la distancia, mantienen la dinámica de sostener aventuras casuales apoyados en la virtualidad. Es más: llegarán a consensuar respectivos tríos con sus consabidos levantes. No obstante, todo se enrarece porque aquella regla sobre el tipo de personas con quienes habían acordado estar ya no se cumple. Este testimonio audiovisual afianza el punto de vista de Oliver, quien poco a poco perderá la seguridad en aquellas cosas que creía hasta el sorprendente y -para mi gusto- chocante giro final, en el que solo puedo decir que no había visto tanta exhibición de orgullo macho herido, claro, macho contemporáneo que ya no podrá publicar en Facebook el estado de su relación.
Si bien las bases de las relaciones tradicionales están fuertemente socavadas por el redescubrimiento de los cuerpos, la consciencia de las identidades de género, las orientaciones sexuales y los derechos que les atañen, la necesidad de aprobación, las redes sociales, entre otras transformaciones, también cuestiona la estructura de normas que compone, en este caso, una relación abierta. Y lo que este documental logra evidenciar, en medio de su confusa declaración de principios, es que estas alternativas no son para todo el mundo. Aún existen muchas personas que buscan su complemento como si estuvieran en el siglo XX, pero por una increíble falta de comunicación prefieren imponer sus condiciones (o aguantar las de otros) hasta límites insoportables. La pandemia no hizo cosquillas en este festival del desencanto: la vivencia del sexo, que debería ser menos problemática, naufraga entre los embates de personalidades frágiles ante la sola idea de compartir el deseo, la enfermiza obsesión por disfrutar con frecuencia y sin la menor culpabilidad posible toda clase de prácticas consensuadas como único propósito de la relación o el riesgo de un encuentro que simplemente salga mal por temas de seguridad, violencia, una traición, etc…
Desde luego, hay algunos que lograron trascender ese estadio de la orgía eterna e insensible y cimentan el camino hacia el poliamor. Pero en nuestra sociedad, donde el encierro nos hizo gobernadores de penínsulas capaces hasta de matar, (lo que es mío es mío y si no va a ser para mí no será para nadie más) sí que pone la vara más alta respecto a la idea de promover un modelo de relaciones “sanas” –entiéndase como transparentes- que, aunque ponen el foco en la sexualidad consciente y mutua, no pueden perder de vista que esa no es la única finalidad en aras de un compromiso a largo plazo; además de expresar realmente si esa es una opción de acuerdo a nuestro esquema de valores, formación y sentimientos. Por eso les quería traer este testimonio. No será el más ejemplarizante, pero sí permite dimensionar el nivel de exigencia requerido cuando nos enfrentamos a la posibilidad de salirnos del molde. Hagan esa lista de chequeo si tienen ante sí esa oportunidad, porque si no están dispuestos a llegar tan lejos mejor sigan gozando de un sábado de solteros.
¿Para aquellos que han conseguido mantener una relación abierta qué consejo comparten? A quienes no les fue bien, ¿cuál fue la razón?
@juanchoparada
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Si, la forma en que se presento, la construccion de los limites, es imposible mantener una relacion asi, prefiero vivir a mis 62 años, en relaciones largas, estables, bonitas con quienes disfrutamos sanamente del momento o del viaje, no se si lo llaman poliamor o lo que sea la unica condicion es que ellas y estemos satisfechos y conformes.
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7U9SRU788QW2OP3
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