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Cuando pensamos, registramos y percibimos nuestra ciudad, como una ciudad de nadie, como una ciudad sin gobierno, sin autoridad, en donde todos, inclusive tú y yo, hacemos los que nos place sin ningún sentido de corresponsabilidad o sencillamente somos indiferentes a los problemas que padece, hacemos parte del problema.

 

Cuando sólo nos quejamos y no nos inmutamos por ser parte de la solución, es cuando encuentro “Cartagena” como una carta – ajena.  Que pasa de mano en mano sin encontrar lugar.  Que se mira con indiferencia y desdén.  Una carta que no abres porque no es contigo, pero que tampoco te interesa que encuentre su destino. La carta que no es tuya, ni del vecino, la carta que no es de nadie, que vuela y se pierde buscando el camino.

 

Así nació Cartamía, como un acto de contrición para revisar mis responsabilidades frente a la ciudad.  Luego nació Cartatuya, como una invitación a que pensaras tu “Cartamía” y pasaras el testigo, para involucrar a alguien más en la autorreflexión. Cartatuya es además una forma de mostrarte cómo toda la ciudad te pertenece, cómo hay algo, a pesar de los reparos,  de las injusticias y exclusiones, que nadie te puede quitar, aun cuando lo sientas en conflicto.  Es la ciudad que vives, que transitas, que soportas, que te alberga y que necesita de ti.

 

Cartanuestra es un sentimiento de compromiso colectivo, es la necesidad de reivindicar a la ciudad desde el nosotros, desde la suma de esfuerzos, desde el amor honesto, el cual es desinteresado, camina en el sentido del bien hacia lo que se ama y no en la búsqueda de un exclusivo beneficio propio.  Qué fácil parece, qué difícil es.

 

El precepto básico de una cultura ciudadana es la identidad, el sentido de pertenencia.  No se ama lo ajeno, no se ama lo que no es tuyo, y no es tuyo lo que no te pertenece, lo que te han quitado, lo que te han robado, cuándo te han excluido, cuando no te toman en cuenta, cuando te explotan o te pisotean.  Es fácil entonces poner etiquetas, cargar con estigmas, pero también es fácil jugar el rol de víctima, cuando podemos asumir el de protagonista.

 

Es fácil indignarse y pensar que por ser “resabiados” y “resentidos” otros toman las riendas que nosotros debemos tomar.  Es fácil sacar excusas del porqué no confiamos en un nosotros, en el otro cartagenero, bajo un prejuicio de incapacidad, o de holgazanería, o del síndrome del cangrejo, en fin, es fácil buscar y encontrar miles de excusas, lo difícil y al parecer a lo que no hemos estado dispuestos es a incomodarnos y tomar acción por una ciudad que nos necesita.

 

Pero ¿quiénes somos, en dónde estamos y hacia dónde vamos? No somos los mismos de antes, hay una juventud en movimiento, hay conocimiento circulando, hay experiencia acumulada, ya hemos superado barreras, se han ido cerrando brechas, a pulso personal, seguro, pero con más herramientas para participar, para entender que forjamos identidad cuando nos juntamos en propósitos culturales, sociales, económicos, ambientales, sostenibles, comunitarios. No más excusas, Cartagena es nuestra como nuestra la responsabilidad de sacar todo su potencial.

 

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