De campeón de la Copa Libertadores a una crisis deportiva y tensiones con la hinchada. ¿Qué ha pasado con el Once Caldas? Una hincha del blanco-blanco nos lo explica en detalle.
El Once Caldas se ganó un espacio único en la memoria futbolera del país. En 2004, 40 millones de colombianos eran hinchas del «Blanco Blanco» en esa final de Copa Libertadores frente al siempre férreo Boca Juniors. Elkin Soto, Arnulfo Valentierra, Viáfara o el Profe Montoya eran los héroes de todo un país. Hoy, sin embargo, y mirando con nostalgia al pasado, la situación es muy diferente: nuevos dueños, malos resultados deportivos y la priorización del negocio sobre un club que tantas alegrías le ha otorgado a su hinchada.
Por: Juliana Toro
En los últimos 20 años ser hincha del Once Caldas ha sido una cuestión de altibajos. La generación de los millennials de Manizales han sido testigos de la era dorada del blanco blanco: un estadio remodelado (1994), el protagonismo del equipo en el torneo nacional a finales de los 90s, la consolidación de una hinchada propia (1998) y por fin la tan anhelada estrella después de más de 50 años de sequía (2003). A partir de allí vendrían los logros más significativos: la sorprendente Copa Libertadores de América (2004), 2 campeonatos nacionales (2009 y 2010) y el cariño de todos los hinchas del país.
Contra toda lógica, estos buenos resultados y la bonanza económica generarían un ambiente propicio para las malas administraciones. El conflicto de intereses, las nefastas contrataciones, el desconocimiento de los directivos sobre el negocio del fútbol, las deudas y los malos resultados deportivos llegarían más pronto de lo que se esperaba.
Y en estos ires y venires, ¿qué papel ha tenido el hincha?
Para el número de habitantes de Manizales, la plaza del Palogrande tiene gran afluencia de público con relación a otros clubes del país. La diversidad de actores (periodistas, barristas, aficionados, o ciber-hinchas) no escatiman esfuerzos en opinar, apoyar, asistir al estadio, cantar o criticar respecto al equipo de casa.
El seguidor del blanco blanco es apasionado, gruñón, exigente, testarudo, pero sobre todo hincha. Y lamentablemente, hoy en día ha quedado en medio de una revuelta de nostalgia y mercantilización. Nostalgia por su club de antaño, sin bombos ni platillos, un equipo de mitad de tabla, pero del pueblo; el símbolo de una ciudad que contrasta con el nuevo Once Caldas consumido por el negocio a gran escala que es hoy el fútbol y en los hinchas han perdido protagonismo. Para los directivos del club y desde una lógica económica, la taquilla no es una fuente de ingresos primaria. Por el contrario, se evidencia mayor rentabilidad para el negocio en la transferencia de jugadores y el posicionamiento de marca, incluso en detrimento de las buenas representaciones deportivas y la consecución de títulos.
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Bajo esta panorama nuboso, el hincha del Caldas se debate en una entre el pasado melancólico y un presente mezquino, globalizado y mediático. Los directivos, mientras tanto, no manifiestan intención de aplicar políticas de participación que tenga en cuenta los seguidores, y por el contrario, su mensaje es claro y contundente : «Somos empresa privada y las decisiones las tomamos nosotros».
Para los hinchas, esta posición desconoce que los aficionados destinan de manera voluntaria su tiempo, dinero y energía para apoyar al equipo, y que su presencia dentro y fuera del estadio aporta al espíritu e identidad del club. Todo ello, motivado únicamente por el sentido de pertenencia a una institución que representa la historia de una región.
Para 2017 el panorama no podría ser peor: un equipo con la sombra del descenso, una plantilla mediocre, una directiva foránea e indolente, una hinchada dividida y varios gallinazos rapaces que se quieren aprovechar de la crisis para que el club siga siendo motor de proyectos económicos personales. Es por ello que ahora, así como en los 50s, en el que la ciudadanía hizo posible la consolidación de un proyecto futbolístico que unió al Once Deportivo (equipo del pueblo) y al Deportes Caldas (equipo de las élites), se requiere que la polarización entre directivos, instituciones, prensa e hinchadas se difumine y se aúnen esfuerzos para salir de la crisis. Para conseguirlo, es necesario el involucramiento de actores como la administración municipal y departamental, la prensa con notoria influencia en el medio futbolístico local y nacional, los grupos de hinchas organizados e incluso los ex-jugadores que aún sienten el Once Caldas como parte de su vida.
«Somos empresa privada y las decisiones las tomamos nosotros»
Conjugar estas variables de manera asertiva y desinteresada podrá encaminar un futuro idóneo para el Once Caldas. Es necesario que el equipo vuelva a despertar el sentido de pertenencia que siempre ha logrado hinchar el pecho de los caldenses y que permita soñar a sus seguidores con el día en el que esta gloriosa institución vuelva a ser de todos.
Por ello, se requiere de algo que parece imposible en este país: alejarse de los intereses personales y pensar en el colectivo; trabajar en conjunto, despojarse de los egos, ser honestos y desenmascarar la corrupción. Acciones bastante complejas para una sociedad en la que se ha normalizado el ‘todo vale’ y donde los hinchas se están convirtiendo en títeres útiles de sus respectivos clubes.
De nuestra parte, alentaremos al equipo dentro de la cancha y haremos todo lo posible para que la voz del hincha aporte a la salvación de nuestro Blanco Blanco.
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