He meditado estas letras mucho más que las anteriores que he publicado en este medio. Las anoto en el entre tanto del agite que deja el trabajo en casa por causa del covid-19, porque siempre hay algo que da vueltas en mi cabeza: los niños del campo y su situación en la cuarentena. Así que decidí unirme al llamado de Ángel Pérez Martínez y Julián de Zubiría Samper y, poner esta reflexión a su disposición.
No es fácil, de antemano debo aceptarlo. Todas las medidas que se han tomado en esta crisis han sido criticadas o aplaudidas, la mayoría rondan más en la poca aceptación, pero es que nadie ha tenido experiencia en estos asuntos. Es en este momento donde se cobran las malas decisiones o mejor, la falta de ellas. Muchas veces se expuso por todos los canales posibles y de manera enfática que este país no soportaba más la falta de atención en la educación pública. Marchamos, gritamos y exigimos una mirada al campo, a sus niños, a sus jornaleros y a sus docentes; la única respuesta fue que éramos unos mamertos que no trabajábamos y que le negábamos el derecho a los niños a educarse. Bueno, es que los derechos históricamente no se han conseguido desde la opinión de un escritorio o de una corbata.
Todo esto para decirles que una vez más al campo todo llega tarde o no llega. Me sorprenden los titulares de la prensa que rayan en el optimismo de una ministra de educación que pareciera hablar siempre de las comodidades y facilidades con las que cuenta la educación privada -las que tanto envidia la educación pública-, pero no se pronuncia sobre la realidad de las regiones, de la lenta reacción de las secretarías departamentales, de la ausencia de línea a los docentes -a los mismos que pusieron a hacer unas guías desde hace dos semanas y no han vuelto a darles alguna directriz-. Entonces, si la enseñanza en el campo tenía dificultades antes del coronavirus, imagínense ahora…
En el campo están preocupados y con justa razón. El refrigerio escolar que es una alimentación segura de los niños en su día a día, se empezará a distribuir con seguridad desde el 20 de abril, o al menos así lo aseguró la ministra María Victoria Angulo; además les afana que los niños están perdiendo un año escolar en el que muchos aprenden a leer y a escribir , y claro, eso de la virtualidad en la escuela sigue siendo tan utópico como antes.
Pero estas preocupaciones vienen siendo las mismas de décadas atrás, somos un país que prefiere ignorar que solo el 40 % de la población que se reconoce como campesina logra terminar la primaria (DANE, 2019). Tenemos dos carteras de Educación y de Cultura que no logran unificar en calidad de la educación urbana con la rural y nos invitan eternamente a ver un país dividido en oportunidades. Pesan más que nunca las ausencias y la desconexión de las autoridades locales y departamentales que parecieran gobernar solo para los cascos urbanos y olvidan el sustento fundamental que representa el campesino para desarrollo integral del país.
Así que una vez más me atrevo a decir que la vida en el campo es otra cosa y no es lo que se lee en los titulares de prensa.
Twitter: @Lore_Castaneda
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