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Yo era de esos bogotanos que podían sentirse bendecidos y afortunados, porque llevaba muchos años sin ser víctima de la inseguridad en esta ciudad. Pero ya no, me volvieron a atracar. La última vez fue frente a la universidad, cuando un par de gamines se me acercaron con botellas rotas e intentaron robarme una cadena. Aunque me pusieron un vidrio roto en el cuello, finalmente no pasó a mayores y acá estoy contando la historia.

La semana pasada volví a ser víctima de la maldita inseguridad de Bogotá y me robaron el celular. Ese día salía de una reunión programada a última hora. Estaba planeada para las 5:30 pero, como suele suceder en Bogotá donde trabajamos mucho, terminó siendo de 7PM. Y no digo que trabajamos mucho porque seamos los mejores sino porque trabajamos hasta muy tarde. Como que a algunos jefes se les olvida que sus empleados tienen vida. Si usted amigo lector, es un jefe, piense en el bienestar y el tiempo propio de la gente con la que trabaja. En fin, la reunión que les digo se terminó como a las 8:30 de la noche.

Una amiga que estaba en la reunión se ofreció a acercarme a mi casa, así que me bajé en la avenida 9a con 106, tipo 9PM. Cuando estaba entrando al barrio lleno de edificios y vigilantes a lado y lado, me sentí seguro y respondí un tema pendiente con un mensaje de voz por whatsapp. No era la primera vez que lo hacía, además se supone que es un barrio seguro. Se supone. Cuando envié el mensaje y estaba guardando el celular en mi bolsillo, de la nada salieron dos tipos en moto, me encerraron contra la pared y el parrillero se bajó encañonándome con lo que parecía ser una pistola. Solo vi la punta del cañón apuntándome a la cara y escuchaba al tipo este gritándome algo que sonaba a «bájese del celular o lo mato». En realidad el tipo no se quitó el casco así que no se le entendía muy bien lo que gritaba pero era obvio qué era lo que quería. En esos cortos 5 segundos que habían pasado me di cuenta que estaba junto a la entrada de un edificio y, no sé si por valiente o por idiota, me intenté meter por la puerta de vidrio del edificio donde veía perfectamente al vigilante que estaba al otro lado, quien solo atinó a mirarme con cara de idiota y la boca abierta. No hizo nada. No me abrió la puerta, no se levantó.

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Fuente: www.coolchanneltv.com

Es increíble cómo en esas situaciones uno siente que todo pasa en cámara lenta, porque estoy seguro que no pasaron 10 segundos mientras pasó todo lo que les dije y además pensé en que por un lado la pistola esa no parecía de verdad y los tipos se veían muy nerviosos, pero por otro lado me sentía solo y realmente desamparado porque el único que podría haber hecho algo estaba cómodamente escondido detrás de la recepción del edificio. Además yo llevaba mi computador en la maleta, que parecía que los ladrones no habían notado, bendito sea mi dios. Los ladrones tenían más afán que otra cosa, ellos parecían muy nerviosos y súmele que yo llevaba mi computador, así que me decidí a entregarles el celular sin ofrecer más resistencia. Claro, pensé en hacer mil cosas pensando en que el arma fuera falsa, pero tampoco quería quedarme a confirmarlo. ¿Qué tal de los nervios al man ese se le dispare? Pues estiré la mano y el tipo dejó caer el celular y salieron a volar varios pedazos tan pronto cayó al suelo. El tipo se agachó, recogió el celular y la batería, dejando la tapa junto a mis piés. Si yo hubiese sido Jason Bourne seguro le siento un patadón, le quito la pistola y mientras le apunto al otro con una mano, con la otra llamo a la policía con el celular armado y encendido en tres segundos. Pero no, soy ingeniero de sistemas y pues ni modos de hacer una app para denunciarlos mientras los desarmo a patadas. Además yo suspendí mis clases de Kung Fu por unas de tango. Eso sí, les bailo divinamente.

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Fuente: bogota.vive.in

El tipo se subió a la moto y se fueron disparados (afortunadamente fue lo único disparado en esta historia). Yo miré al suelo, frustrado recogí la tapa del celular -que ahora considero el souvenir de mi nuevo encuentro con la violencia bogotana- luego miré al vigilante ese como diciéndole «imbécil, cuidado hace algo por los que le pagan» y seguí mi camino a la casa pensando en lo que debería hacer para bloquear las aplicaciones de mi celular y todo eso. Acá pueden leer unos consejos que escribí en mi blog de marca personal: «Tips para proteger la información de tu celular«.

Lo más irónico es que llegando a mi casa pasaron dos policías en moto. Los llamé con la mano (porque ni modos de llamarlos con mi celularJAJAJAJAJAperdón, es la tristeza por el robo 🙁 ), les conté lo sucedido, no para que iniciaran una persecución con helicópteros y todo eso y me recuperaran el celular, sino para que estuvieran pendientes por si veían cualquier noche a dos tipos en moto y no le pasara a alguien más.

Entré a mi apartamento, pero no tengo servicio de teléfono así que no había manera de avisarle a mi mamá por ahí. Encendí mi computador, la busqué en Facebook, como no la encontré le pedí a mi prima Catalina que le avisara. Cuando hablé con ella le conté por encima y le dije que estaba bien, luego escribí un estado pidiendo que nadie me llame al celular. Le pedí el favor a mi amiga Alejandra de que llamara a bloquear la línea y me dediqué a cambiar contraseñas y cambiar permisos en las aplicaciones, redes sociales y demás (acá es donde les cuento como se hace todo eso, el mismo enlace de más arriba).


Analizando todo, pude haber evitado el robo si sencillamente no saco el celular en la calle. Yo sé, di papaya. Pero eso me lleva al pensamiento triste de que la única manera de que a uno no lo roben en la calle es no saliendo. La única manera de que no le clonen la tarjeta es no teniendo una. Para que no me dé gripa lo mejor es no interactuar con ningún otro ser humano.

¿Por qué tenemos que vivir así, con miedo? ¿Por qué no podemos hablar por celular tranquilamente en la calle y usarlo para lo que se supone que es?  ¿Por qué tampoco podemos llamar por celular en una buseta, ni siquiera en el carro sin el temor de que llegue alguien y nos rompa el vidrio del carro y salga corriendo con nuestro celular? Es que ni siquiera ponerlo en la silla del copiloto porque ahí también lo pueden ver los ladrones. Mejor dicho, no podemos hacer un carajo en esta ciudad sin temor a que llegue un desgraciado de estos a robarnos lo que conseguimos a punta de trabajo. Da mucha rabia. MUCHA.

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Fuente: www.realidadesquintanaroo.com

Cuando uno viaja al exterior nota la diferencia de una vida tranquila. La gente puede usar cadenas en sus cuellos, joyas, hablar por celular, tener reloj fino y HASTA MIRAR LA HORA sin sentir miedo. Qué culturas tan avanzadas, ¿no? Con decirles que en Dubai hay un barrio (y no es el más fino) en el que venden oro y las vitrinas están atiborradas de cadenas de por lo menos 50 millones de pesos cada una. Literalmente llenas, no les cabe una joya más. ¿Y saben cuántos policías hay? Ni uno.

Y esa es otra cosa que nos tiene jodidos como cultura: La bendita indiferencia. La vez que me robaron en la universidad y me pusieron esta botella rota en el cuello, mi novia de ese entonces empezó a gritar pidiendo ayuda y nadie, NADIE nos ayudó. Recuerdo a 3 estudiantes mirando y a un señor de corbata con un maletín en la mano quieto y con la boca abierta. Nadie hizo nada. Si cada uno hubiese hecho algo habríamos sido 7 personas contra estos dos ladronzuelos, aunque sea susto les habría dado.

Y ahora con el robo de mi celular pienso en el vigilante (o mejor dicho portero, porque no estaba vigilando nada, solo sirve para abrir y cerrar puertas… aunque tampoco abrió la puerta cuando se lo pedí), el tipejo no hizo un carajo. Supongo que el man prefería aparecer en el noticiero como el testigo estrella diciendo «siiii, claro, yo vi cuando los dos maleantes se acercaron al muchacho y luego le dispararon. Yo no sé qué vamos a hacer con tanta inseguridá». Gracias a Dios no pasó nada grave. Y sí, tristemente llegamos al punto en que hay que agradecerle a Dios que estamos vivos y no nos han clavado un cuchillo en la calle. Justo el lunes anunciaron en noticias la muerte a cuchillo de otra persona que trató de evitar que le robaran las bicicletas a él y su esposa. Él murió en los brazos de ella. Qué tristeza.

Por supuesto desde ese día no me siento tranquilo en la calle. No camino tranquilo y vivo mirando a lado y lado por si alguien me está siguiendo. Para mí todos son potenciales ladrones y atracadores. Me siento como en The Matrix donde cualquiera puede ser un agente pero en versión criolla, es decir ladrones y con puñal en la chaqueta.

– El sistema es nuestro enemigo, Neo. Tú ves personas de negocios, profesores, abogados, mensajeros… repartidores de bombonbunes en los semáforos. Pero mientras sean parte del sistema son nuestros enemigos. Cualquiera de ellos puede ser un ladrón. Sí, incluso esa mujer de rojo.
Se voltea y ve a la de rojo atracando a otro con un puñal.
– Todos son un potencial atracador, Neo. Cualquiera de ellos. Y tenemos que desbloquear sus mentes.

Ojalá el nuevo alcalde mejore la seguridad en la ciudad y podamos estar más tranquilos. Pero también nos falta mucho como sociedad, ojalá fuéramos más unidos y menos indiferentes frente a estas situaciones. Que entre todos nos ayudemos y amedrentemos a los delincuentes. No se trata de que los encendamos a palo, sino de que sepan que somos muchos y no es tan fácil salirse con la suya. ¿Será que es posible o estaré soñando?

@OmarGamboa

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Fuente: https://www.facebook.com/ColombianEnglish/


La semana pasada les quedé debiendo publicación porque estaba en varios eventos: Los Premios Empresariales Transformación Digital, que entregamos conjuntamente con PremiosTW y Territorio creativo. Los ganadores son Apps.co (de MinTIC) y Kiwi, un grupo de emprendedores muy pilos. Como les conté en el post anterior, también estuve en el SHIFT de Mastercard, que entregó un premio de 5 mil dólares al ganador, un grupo de emprendedores de Medellín con una idea muy buena. Espero que la saquen adelante y den mucho de qué hablar. La experiencia en ambos casos fue increíble y gratificante. Estuve como Mentor en Propuesta de Valor, y es bonito poder ayudar a estos grupos que están empezando.

En ambos eventos me encontré a los muchachos de Kiwi, así que ellos son mis recomendados de la semana. Ellos lo definen como un asistente personal y funciona así: Por whatsapp o por la app de Kiwi piden lo que quieran. En serio lo que quieran. La única restricción es que sea legal. Por ejemplo, les pueden preguntar por el clima. Para elecciones uno podía preguntarle a Kiwi si estaba de jurado o en qué mesa debía votar. Pueden pedirles la compra de un tiquete aéreo, reservar un hotel en Pitalito o llevarles unos habanos a domicilio. Luego ellos le mandan a uno un enlace para pagar electrónicamente y listo. Con decirles que en México les pidieron un enano para una fiesta Y LO CONSIGUIERON.

Acá les dejo el enlace, o ingresen a www.dileakiwi.com

Como todas las semanas les comparto el podcast de #aTrinoHerido, el pasado martes hablamos de Viajes increíbles y música para viajar. Hagan clic acá.

Otro recomendado que les traigo es Colombian English, que volvió a la actividad luego de un receso y se pueden encontrar frases muy colombianas en inglés, como «Go through the little shadow» (váyase por la sombrita) o «Who’s all that from?» (¿de quién es todo eso?). Denle like en Facebook y disfruten.

No podía terminar esta entrada sin hacerle un reconocimiento a Camilo Calderón, el coordinador de blogs en El Tiempo, quien nos acompaña en esa labor hasta esta semana. Muchas gracias, Camilo. Muy buen trabajo y espero que nos crucemos caminos más adelante. [Aplausos.mp3]

Nos leemos el próximo jueves. Los dejo con la banda sonora de la semana, con la que hay que escuchar cada vez que caminamos en la calle y tenemos que esquivar ladrones. Ah, y me colaboran con la salida por favor.

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Igual les recomiendo algunas entradas anteriores: “Sal con alguien valiente“, “¿Por qué seguimos solteros?“, “No seamos tan líchigos“.


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