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El corredor más ofensivo de este Tour de Francia 2020 recibió una merecida recompensa al ser el único que desafió y derrotó al Jumbo Visma.

Foto: AFP (2020) – Tadej Pogacar, campeón del Tour de Francia 2020

Foto: AFP (2020) – Tadej Pogacar, campeón del Tour de Francia 2020

“Todo está en el aire, pero si hay un Tour de Francia este año, es demasiado pronto para pensar en un resultado de CG para mí. Espero prepararme bien, y haré todo lo que pueda, pero yo no puedo comenzar a hablar de resultados”. Estas son declaraciones de Tadej Pogacar del pasado 2 de junio y para el momento eran muy acertadas. Con casi todos los jefes de filas acudiendo al Tour y una batalla anunciada entre dos equipos que llevarían a sus mejores soldados, ¿qué se podía esperar de un chico de 21 años en su primer Tour? Absolutamente innecesario meterse presión por más talento que tuviera, solo era llegar bien al Tour y que ahí pasara lo que tuviera que pasar.

En una segunda línea de favoritismo, con el margen de fallar por su edad, con actuaciones previas en las que no destacó con notoriedad y con su compatriota robándose todas las miradas, cualquier persona dentro del contexto lógico no hubiese apostado por él para ganar semejante carrera. Porque si había algo firmado para muchos es que este Tour se desarrollaría bajo esos límites del raciocinio, plenamente predecible. Pero esta es la base para cautivar a los espectadores y enamorarlos de este deporte, ya que quien decide y puede romper esquemas para oscurecer el panorama del resultado final, cambia el libreto de una competencia, le da la emoción que tanto carece.

El temor patrocinado por Jumbo Visma apresó a varios candidatos que veían como única vía aguantar el tren de las abejas y esperar un golpe de suerte para acechar el primer puesto, reservado para Primoz Roglic. Al ciclista que no le convencía mucho la idea era a Pogacar, quien llegó a decir “El primer lugar es para mí”. Sí, ese mismo al que no le preocupó perder más de 1 minuto en los vientos y que vio esa pérdida como un impulso para acorralar a los demás galácticos. En cuestión de 48 horas, tras ese evento, se convirtió en la principal amenaza de Roglic, a punta de ataques sustentados en unos maravillosos números representados en vatios y expresando todo lo contrario que los otros mostraban, ganas de guerra, leña y confianza de penetrar al líder y toda su corte.

Eso encaja con una palabra: valentía. La que a casi nadie le interesa poner en práctica en este ciclismo moderno porque irónicamente es más fácil que se transforme en derrota, que en triunfo. Pero ese adjetivo no solo aplicaba por ser el único que probaba algo, sino porque lo hacía sin tener un gran elenco a su disposición y sin la experiencia de afrontar ese certamen al más intenso nivel. Alguien que no veía barreras, que no medía riesgos, amparado por su juventud y piernas, se estaba transformando no solo en el gran animador sino también en la luz de esperanza de la ronda francesa, de que su resultado podía ser distinto al ya anticipado hace meses.

Le devolvió el espectáculo a una carrera que año tras año se tornaba más aburridora. La garantía de tener días movidos y entretenidos para la retina del aficionado corrió mayormente por cuenta suya. Es quizá eso lo más lindo que trae su generación, acompañada por Bernal o Evenepoel, de que en este ciclismo, dominado por la tecnología y la exactitud de los cálculos, todavía se puede correr ofensivamente, lanzarse a distancias lejanas sin estar pensando frecuentemente en que el intento puede fracasar. A pesar de estar en la montaña rusa de ganar y ceder algo de tiempo ante Primoz, siempre se mantuvo cerca y con ello, dejaba intactas las ilusiones de destronar al esloveno.

¿Saben por qué la contrarreloj resultó tan emocionante? Por lo que mencionaba al principio, porque todo aquello que se sale de la lógica y lo predecible acaba siendo lo que seduce al espectador, lo que lo conquista de este deporte. Lo normal era que Roglic aguantase sin problemas los 57 segundos sobre el líder del Emirates y que llegara de amarillo a París, pero la estratosférica actuación del mejor joven de la carrera sacó de contexto a todo el mundo y traspasó todas las barreras racionales. Ganó contra todo pronóstico. El valeroso, audaz, osado e intrépido Tadej demostró que arriesgar es un camino válido para llegar al triunfo, que en este deporte nadie es de acero, incluidos los poderosos, que cuando hay piernas y deseos de ser el mejor no hay obstáculo alguno, ni siquiera uno de 8 fuertes unidades, y lo más importante, que los valientes también ganan y no siempre están divorciados del éxito, ¡Felicitaciones!

Alejandro Matiz

@amatiz12

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