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Piroberta sale al escenario quebrando su cadera con cada paso. La mano alzada y el brazo flexionado como si fuera una mesera de maneras exageradas que lleva una bandeja invisible. Su rutina de algo más de cinco minutos consiste en hacer reír al público contándole anécdotas de una autobiografía imaginada. Y el público se ríe. Se ven soldados de algún batallón, estudiantes de algún colegio público y delegaciones de algún municipio, todos muertos de la risa con cada apunte de la loca más famosa del país:

-“Le dije a mi papá que quería ser bailarina de ballet y me dijo que no, que eso era para gays. Dije yo, bueno, quiero ser estilista. Que no, que eso es para gays. Entonces yo quiero ser decoradora de interiores. Que no, que eso es para gays… Y ahora soy gay y no sé hacer nada”.

Julián Madrid es el humorista detrás de la loca Piroberta. Lleva catorce años presentándose en Sábados Felices y desde hace seis, hace parte del elenco del programa de humor más longevo del país. Poco ha cambiado desde sus primeras presentaciones: después de más de una década de carrera humorística, su show se sigue basando en la ridiculización de homosexuales. Pese a su éxito inobjetable, hay que decir que no hay nada de novedoso en la caracterización de Piroberta, antes de su aparición ya otros actores y comediantes se habían encargado de estereotipar a los homosexuales: recuerdo  decenas de locas anónimas y otras que no lo fueron tanto, como Michael Delano o Hugo Lombardi, el diseñador de Ecomoda, escenario de la novela “Betty la fea”.

Muchas generaciones de colombianos han crecido con esos referentes de la homosexualidad y aún hoy son muchos los que creen que el homosexual es una especie de animalito con plumas que siempre está en celo, que le gusta hacer show, que es promiscuo y a la vez posesivo, que se sabe todos los chismes del barrio y que suele ser peluquero o  diseñador. En gran medida la culpa es de la tele, por supuesto, pero el estigma también es producto de nuestra falta de educación y tolerancia, de la pacatería del colombiano que desestima todo lo que sea diferente y de la falta de criterio de los televidentes, que consumen cualquier fórmula humorística que reafirme sus prejuicios.

Si bien la solución definitiva contra la segregación no radica en quitarle el micrófono a estos payasos homofóbicos, sí hay que comprender que el restablecimiento de derechos de los homosexuales, tan en boga por estos días, es un proceso social que no sólo le incumbe a las altas cortes sino a todas las esferas de la sociedad, incluyendo, desde luego, a los medios de comunicación que tanto daño causan con sus caricaturizaciones.

Ojalá que los humoristas dejen, literalmente, de hacerse los maricas, y comprendan que  las preferencias sexuales de algunos no son un chiste, sino una opción de vida que los gays han defendido a costa de persecuciones y crímenes de odio. Y eso no tiene nada de gracioso.

Twitter:  @andresburgosb

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