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Muchas niñas han crecido creyendo que pueden actuar como las princesas de Disney sin más armas que su belleza y su llanto, se enfrentan a un mundo hostil que perciben similar al de las películas y van por la vida esperando a que un príncipe las salve.

Foto tomada de: http://minoviomecontrola.blogspot.com.co/

Desde el surgimiento de la gigantesca corporación Disney ha habido un buen número de estudios que se han encargado de analizar la influencia de sus producciones en muchas generaciones de niños, como el libro clásico de Dorfman y Mattelart llamado “Para leer al pato Donald”, que hace un análisis de las implicaciones políticas de las historietas del Pato Donald. En las últimas décadas, el auge de los estudios de género le ha otorgado a Disney un lugar especial en sus investigaciones sobre estereotipos femeninos y masculinos, incluso muchas sectas cristianas les han atribuido a sus películas poderes misteriosos de manipulación de las mentes infantiles a través de mensajes subliminales.

Si bien en los últimos años Disney ha sabido darle un viraje a la concepción de las relaciones humanas en sus películas, es innegable que durante décadas muchos crecimos con sus clásicos, esas películas animadas que recogían los antiguos cuentos de hadas cuyas protagonistas, las famosas princesas de Disney, se han convertido en el juguete preferido de las niñas del mundo.

Aunque por fuera son distintas, básicamente todas las princesas de Disney tienen una historia idéntica en la que sólo cambia el escenario y las acciones narrativas: la princesa, hermosa, noble e ingenua, recibe una prohibición simbólica que no puede superar sola; a lo largo de la historia recibe ayuda de diferentes personajes gregarios que la van emancipando hasta que por el final el príncipe la rescata definitivamente. La princesa está subordinada siempre, en principio a una entidad maligna, cualquiera que sea, y posteriormente a su propio príncipe; ella es incapaz de enfrentarse a sus propios problemas y su principal virtud, de la que se enamora el príncipe, es su belleza.

Muchas niñas en el mundo han crecido creyendo que pueden actuar o pensar como las princesas sin más armas que su belleza y su llanto, se enfrentan a un mundo hostil que perciben similar al de las películas y van por la vida esperando a que un príncipe las salve. Las jóvenes, que antes dependían de sus padres, ahora se aferran a su príncipe para no sucumbir; algunas de ellas llevan al extremo este modelo inconsciente de interacción y esperan que sus hombres les muestren el mundo, les enseñen a amar, a pensar, a vivir.

Las mujeres que se creen princesas han comprendido que el papel de la mujer es el hogar, como Blancanieves, que se encarga de limpiar la cabaña de los enanos, o como la Cenicienta obligada a trabajar para sus hermanastras, mientras el príncipe es el valiente que provee lo necesario para que ella viva, justamente, como una princesa. Estas princesitas de carne y hueso son egoístas e infinitamente ingenuas, creen ser el centro del mundo, piensan que los hombres que se acercan son como satélites que deben orbitar en torno a su burbuja y, lo peor de todo, es que hay muchos hombres que les siguen el juego.

Entre los muchísimos defectos que tienen las célebres princesas de Disney aquí sólo me referiré a tres y a sus posibles extrapolaciones al mundo real:

Las princesas de Disney son moralmente perfectas

Todas las princesas de Disney son moralmente perfectas, es decir, son bondadosas, tienen un alma libre de culpas y siempre obran de manera correcta; por eso, cuando una princesa de la vida real sufre, asume que no es culpa de ella misma sino de un factor externo que la oprime, como en las películas, pues en ella no habita el mal; en sus consideraciones jamás habrá autocrítica o reflexión pues, como buena princesa, es incapaz de pensar por sí misma. Estas mujeres que se comieron el cuento de las películas creen que obran bien y que el mundo es el que se equivoca, confunden su opinión con la verdad y actúan en consecuencia. Cuando se ahogan en sus problemas llaman entre lágrimas a su príncipe o al hada madrina para que las salve porque no pueden enfrentar y superar sus propios problemas.

Las princesas de Disney son hermosas

Princesas Disney y chicas disney en la vida real.

Tomado de http://www.dotpod.com.ar/

Lo único que pueden ofrecer las princesas de Disney al mundo es su belleza pero con eso les basta para recibir a cambio la felicidad plena que consiste en un matrimonio feliz con un príncipe enamorado. De igual manera, en la vida real hay muchas que creen que por ser bonitas tienen el mundo a sus pies y merecen la felicidad. A algunas les duele mucho cuando se estrellan contra el hielo de la realidad y descubren que su belleza de la juventud, de princesa, empieza a perderse; otras, que no se creen tan bonitas, están condenadas a sufrir porque no habrá príncipe para ellas. Sin embargo, la mayoría de princesas tienen egos gigantescos y, conscientes de su belleza, van por el mundo posando con una sonrisa perfecta, ansiosas de que la gente reconozca su única virtud; se burlan de las feas, de las gordas (que en las películas siempre tienen papeles secundarios) y de todos los que según su mente corta no se acomoden al nivel de perfección que creen merecer. La cultura de masas no ayuda mucho ya que de hecho algunas de estas mujeres logran vivir su vida como princesas abriendo puertas con una belleza inmerecida para su alma contaminada.

Las princesas de Disney siempre son el centro de atención

Las mujeres que se creen princesas se comen el cuento de que, como en las películas, todos los personajes de su mundo de fantasía viven en función de ellas, por eso van por la vida pensando que cuando no están presentes el mundo se detiene; esta, pienso yo, es la razón por la cual les cuesta tanto manifestar valores como la empatía, la lealtad o la solidaridad. Una mujer que cree ser el centro del mundo es una bomba de tiempo en una relación sentimental porque va a querer acaparar a su príncipe en nombre del amor y cuando no lo pueda hacer va a recurrir a los celos, a las peleas y sobre todo, al llanto. Una buena princesa es una fuente inagotable de lágrimas.  

¿Reconoce usted entre sus prospectos amorosos a alguna mujer que se crea princesa? Si es así le aconsejo que no le permita que lo trate como a un súbdito pues cuando menos se dé cuenta le va a pasar lo mismo que a los enanitos de Blancanieves, que la protegieron y la alimentaron con todo el amor del mundo y luego tuvieron que ver cómo ella los abandonaba para irse con el primer aparecido con título nobiliario.

Twitter: @andresburgosb

 

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