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Los sucesos que han ocurrido en el país en los últimos días: firma de los acuerdos de paz, no en el plebiscito, concesión del Premio Nobel al Presidente, nos muestran la tragedia que vivimos los colombianos: un pueblo que anhela la paz pero que se encuentra profundamente dividido, polarizado y no encuentra el camino para conseguir ese anhelo.

La Iglesia, con sus luces y sus sombras, ha acompañado este camino del pueblo colombiano. Se cuentan por cientos las religiosas, los catequistas, los agentes de pastoral, los sacerdotes, los Obispos, que acompañan a las comunidades que han sufrido la guerra y sus huellas. Muchas las personas y organizaciones que se han puesto del lado de las víctimas para escucharlas y acompañarlas en todos estos años de confrontación.
La crisis de Colombia es espiritual, por esto la oración, la educación, la promoción de la reconciliación es también un trabajo que se ha emprendido desde la Iglesia. Para construir la paz se necesita una transformación profunda de los corazones que pide de nosotros ponernos a la escucha de la Palabra de Dios y vivir la compasión y la reconciliación. Necesitamos el Espíritu de Dios para unirnos en torno a la paz.
En medio de las heridas y las divisiones, ha sido conmovedora la movilización de nuestros jóvenes por la paz. El miércoles pasado lograron llenar la Plaza de Bolívar y en otras ciudades se han dado manifestaciones similares. Ellos, junto con muchas organizaciones sociales muestran que el pueblo colombiano no quiere más guerra y que la paz negociada se va abriendo camino entre los hermanos. Hoy podemos decir que hay un gran consenso nacional, de la mano de la sociedad civil, para no desfallecer en los esfuerzos por lograr un acuerdo de paz.
La Iglesia y los Obispos han invitado a los colombianos a orar y a actuar en consciencia. Algunos han reclamado una actitud más decidida, pero la obligación de los pastores es unir y no dividir, tenemos que caminar y acompañar a los que han apoyado los acuerdos de La Habana y a los que encuentran grandes y serios reparos en ellos. Hoy tenemos que invitar a todos a la generosidad y a la grandeza: el bien común debe primar sobre los odios y los resentimientos, la búsqueda de la paz está por encima de los intereses personales y de grupos.
La comunidad internacional ha mostrado su solidaridad y respaldo concediendo el Premio Nobel de Paz al Presidente Santos. En mi opinión es un espaldarazo de la comunidad internacional que se muestra atenta a lo que se vive en Colombia, un impulso a este proceso de renegociación. El premio no es para el Presidente, es para las personas que han sufrido, para los que han trabajado en campos y ciudades con niños y jóvenes impulsando procesos educativos, atendiendo y escuchando a las víctimas, generando organización social, moviendo procesos productivos… Este premio es para todos los que han trabajado, muchos sencilla y calladamente, para que este país algún día tenga paz.
Aquellos que nos llamamos cristianos, seguidores de Jesucristo, tenemos hoy una gran responsabilidad. Junto con todos los colombianos de buena voluntad, necesitamos una formación política y espiritual que nos permita contribuir a la construcción de un país distinto, de un país donde quepamos todos y podamos dirimir nuestras diferencias sin recurrir a la violencia. Nuestros pastores espirituales tienen la responsabilidad de acompañar este camino y de ser un referente moral para la sociedad colombiana.
Si firmar e implementar unos acuerdos de paz, nos ha llevado tanto tiempo y ha sido tan difícil, la tarea que queda por delante es descomunal. Construir un país más justo y reconciliado va a exigir los esfuerzos de toda una generación. Necesitamos para ello ciudadanos lúcidos, comprometidos y dispuestos a poner todo su empeño en esta tarea que nos pide la HISTORIA.

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LOS DIALOGANTES DE HOY

Padre LUIS FERNANDO MUNERA SJ

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FOTOS : ALEXANDER PINZON

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