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En la vida hay tres excesos que nunca saturan: la gratitud, educarse y arreglarse. 

Difícil es enfrentar el eterno dilema del  «¿qué me pongo?» en días normales, ¿qué esperar entonces en días anormales?, esos en que nos levantamos apagadas, derrumbadas, con el pie izquierdo, ojerosas, barrosas, con mal pelo y desconfiguradas por dentro y por fuera; ya sea porque nos rompieron el corazón,  perdimos un empleo, dejamos pasar una oportunidad fabulosa, entramos en crisis existencial, un serio cuadro depresivo o simple y llanamente nos cayó la pendejéz.

Bien, déjenme decirles algo mis amigas, es en esos días de guerra en los que debemos arreglarnos mucho más. Como nos vemos, nos sentimos y así nos proyectamos al mundo. Y es allí donde el poder de la  imagen juega un papel interesante en nuestras vidas. 

Mi abuela pepa decía todo palo bien vestido, deja de ser palo. Y es muy cierto, las mujeres más atractivas no son las más bonitas, son las que se proyectan al mundo llenas de seguridad, así por dentro estén hechas trizas. Y en ello, influye notablemente arreglarnos un poquito. 

Cuando nos vestimos bien te abre muchas puertas, lo cual no traduce vestir solo con lo más costoso o ir como una pancarta llena de logos de marcas de lujo para chicanear. Cuando te ves arreglado, limpio y peinado te invade un magnetismo que te hace encajar y desenvolverte muy bien en la sociedad que vivimos. Y no nos digamos mentiras,  no salimos tranquilos como un mamarracho al colegio, la universidad o nuestros trabajos. 

El estilo en la moda es un equilibrio intelectual y externo que bien usado es una herramienta increíble.  Naturalmente como humanos casi todo nos entra por los ojos y no en vano la filosófica pregunta: ¿qué me pongo? está en los momentos que son importantes en nuestras vidas.

O estimada lectora, de repente te quedas meditando frente al closet ¿qué me pongo para ir a la tiendita del paisa en la esquina? no, ¿verdad?. El vernos bien es algo que nos inquieta en los momentos importantes y no solo debemos arreglarnos para ir a rumbear o a la fiesta de 15.

Peor aun cuando estamos deprimidas. Aqui cinco rapi-tips para enfrentar una depresión con estilo:

1. Péinese, si el pelo no le responde hágase una cola de caballo pero no se deje alborotada como una loca en esos días  despelúquese cuando se sienta feliz, pero cuando se sienta triste pásese un cepillo. Vaya al salón o usted misma hágase el blower.

2. Arréglese las uñas, mujer que se respete sabe que un mani/pedi nos levanta el espíritu en un segundo.

3. No se ponga nada apretado. Use ropa cómoda para el trabajo o donde vaya, no se forre que a parte de deprimida no quiere sentir que subió unos kilitos de más. Evite usar colores como el negro o la gama de oscuros, use colores alegres que le transmitan la vibra. Use blanco, tonos nude, verde esmeralda o azul klein.

4. Haga ejercicio, si no va al gimnasio, saque a pasear a su perro, tome su ipod y vaya a correr a un parque y libérese de los temores que la deprimen. Después de todo el miedo es algo que nosotros mismos nos creamos. Los más aguerridos frente a la vida dicen que el miedo no existe, y si lo analizamos bien es cierto. Nos auto-destruimos creando pensamientos negativos. Ante los problemas, hacemos una tormenta en un vaso de agua, en vez de tomarnos el agua y vender el vaso.

5. Escuche música, lea, practique yoga, suba una montaña y cambie de aire, haga algo que le guste y/o había dejado de hacer o haga algo por alguien; ayude, sea útil y contribuya, no esperes que las manos estén disponibles para servirte a ti siempre. La idea es ‘arreglarnos’ desde el interior, generar un equilibrio bonito y proyectarlo en nuestro exterior.
Así estés deprimida, arréglate, por dentro y por fuera. No se trata de ir con el traje de luces o los 500 de Charosky encima todos los días, ni parecer sacados de una revista mega producidos, mucho menos rayar en excentricidades; es simplemente un acto de amor propio. 

Ahora, si no es experta en moda coordine los básicos de su armario (la camisa blanca en distintos estilos, el blazer, un pantalón recto, la falda lápiz, tacones altos, bajos y planos, una chaqueta de cuero, una gabardina, un buen jean de corte cigarrillo o uno de corte recto, un top de seda, ese vestido negro que te quede bien, entre otros. 

Esos eternamente mencionados básicos, que generalmente debe ser donde gastamos un poco más en calidad para que nos duren entre 5-10 años llegue la moda que llegue, siempre estarán victoriosos, por ende combínalos bien con las prendas que vas adquiriendo de tendencia, que son pasajeras, por ejemplo ahora el pantalón tipo pijama de seda que sirve para la oficina, rumbear y viajar.

Por más oscuro que parezca el panorama pongan de su parte, así me diría mi mamá en un día de esos en los que me levanto desconfigurada por dentro y por fuera. Es lógico, como mujeres somos bastante raras, a veces la luna otras veces por el simple viento, hoy estamos dichosas, mañana malgeniadas, en fin, la mujer ser eternamente inconforme. 

Bien decía Coco Chanel: «no entiendo a la mujer que no se arregla ni un poquito, arreglarse, es importante, nunca sabes si ese día tendrás una cita con el destino». Hay días tristes para estar en la casa llorando como una bruja, sin maquillaje, pelo de loca y tu pijama favorita vieja y rota… pero eso no se debe transmitir a nuestros espacios de trabajo por ejemplo. Hay más días para estar arreglada y hacer toda la parafernalia que hacemos para lucir bien. Lo importante es no perder el chip de la vanidad de mujer por mas triste que sea el panorama.

Bien decían nuestras abuelas «la procesión va por dentro», y una frase de Paola Turbay que me causó mucha curiosidad hace un par de años y entre más vivo más la corroboro: «en esta vida no es ser, sino parecer». Sonríe, mañana puede que te falte un diente. Así estés llorando por dentro sonríele a la vida. Todo es cuestión de actitud. 

O como la legendaria heroína María Félix te diría: «se llora por dentro, por fuera NUNCA!». Así que improvisen mamitas, guarden la pena, la lágrima, saquen la peluca, el ojo de vidrio, la pata de palo, la pestaña, el rubor, sus mejores trapitos, el tacón; ánimo y adelante que la vida sigue.

La vida es muy corta para no vivirla con estilo. Y eso es un intangible que va más allá de cualquier superficialidad malinterpretada. Eso es amor propio.

foto cortesía de google.

Hasta la próxima!
X Pm,

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