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Foto tomada de: Juan Pablo Rueda / Archivo / El Tiempo (https://www.eltiempo.com/files/article_main/uploads/2017/12/09/5a2c7d61dd214.jpeg)

Alias X llega a donde Carlos, su barbero de confianza quien ha estado cortando su cabello por más de un año. X llega sagradamente cada fin de semana donde Carlos con el fin de lucir un corte fresco como lo llaman en las calles. Generalmente, hay que esperar turno, pues Carlos es un destacado barbero de barrio que ha logrado conseguir clientela gracias a sus habilidades con la maquina y la cuchilla de afeitar.

Mientras X espera su turno como cualquier cliente lo haría, empieza a dialogar con Carlos, quien comentándole cosas y cuestiones cotidianas empieza a escudriñar sobre su vida privada y, a raíz de la confianza y empatía generada a través del tiempo, llegan a un punto de intercambio que parece peligroso y es sobre su aparente actividad criminal en las calles de la ciudad. Ya sentado en la silla dispuesto a empezar el corte, X empieza a comentarle quiénes son sus colegas de una manera jocosa y a qué puntualmente se dedica cada uno e, incluso, le alcanza a manifestar sobre la distribución del trabajo criminal al interior de la organización para la que trabajan.

Un día de regreso a la barbería, X le comenta a Carlos que tiene que hacer una “vuelta” que ya tienen identificado al sujeto y que le será pagado una suma considerable de dinero por la ejecución de la misión criminal. Al respecto, Carlos increpa a X manifestándole que ¿por qué hacerlo?, más allá de la necesidad de su cliente. Insiste entonces en la tragedia que representa el homicidio y hace hincapié en la superioridad de la vida como bien supremo, pero claro está, desde un lenguaje cotidiano, amistoso y fluido, que pone en contexto la gravedad del acto mismo y que afectaría sin duda no solo a una persona, sino a una familia entera. Mientras Carlos sigue pasando la cuchilla de afeitar por la cabeza de X intercambian palabras de justificación y de rechazo.

La importancia de estos espacios, que en la práctica se presentan muy pocas veces y que resultan atípicos, merecen ser valorados y replicados. Además, merecen ser integrados en las políticas de intervención social contra la violencia por parte de las autoridades, dado que en el ejemplo hipotético donde Carlos, el barbero, continúe influyendo en el pensamiento de alias X puede convertirse en un caso de éxito al interrumpir la carrera criminal. Dicha interrupción, o, mejor dicho, en un contexto netamente operativo y/o de inteligencia no se habría podido establecer un diálogo tan directo identificando el por qué puntualmente un individuo entra en conflicto con la ley y hacerlo recapacitar -en cierto modo-. Lo que Cass Sunstein y Richard Thaler llamarían un “nudge” o “pequeño empujón”.

El mero hecho de haber trazado dicha discusión en la barbería es abonar terreno para un sinfín de posibilidades de interrupción de violencia, convirtiendo así a personas comunes y con aficiones comunes en constructores de paz. De ahí la importancia de la integralidad de las políticas de seguridad que sin perjuicio de la operatividad de la fuerza pública se debe identificar a más personas como Carlos en los territorios y que se vuelven replicadores de buenas prácticas de convivencia y seguridad comunitaria.

Intervención social y comunitaria con el fin de reducir la violencia homicida

Si bien definir la violencia como concepto sigue generando discusiones académicas y de salud pública, se ha decantado tres motivaciones que rodean la violencia: política, económica y social. La violencia urbana en los territorios puede encontrarse en las tres al mismo tiempo o por separado, sin embargo, nos referiremos a la violencia social de carácter interpersonal.

De esta manera, la prevención del delito puede estar enfocado de tres maneras: en (1) espacios, (2) personas y en (3) ambas (espacios y personas). Frente a la prevención del delito enfocado en espacios o entornos se ha operativizado territorialmente a través de estrategias de prevención situacional del delito. Con relación al enfoque que recae sobre las personas ha sido clave las intervenciones de prevención social de violencia. Cabe aclarar que los casos exitosos en materia de convivencia y seguridad ciudadana son los modelos de prevención del delito que integran ambas perspectivas, sumado a las labores de control del delito por parte de los organismos de seguridad y justicia.

Las principales ciudades del país han implementado estrategias de prevención social de la violencia urbana como un modelo de intervención sostenible enfocado en el desarrollo de trabajos comunitarios a jóvenes, familias y comunidades. Es así como usualmente se identifica diferentes niveles de intervención que son desplegados de la siguiente manera (i) interrupción de la violencia, (ii) intervención social, (iii) prevención social y (iv) prevención situacional. Este tipo de intervenciones se llevan a cabo con un alto grado de articulación en terreno con actores públicos, privados, organizaciones no gubernamentales e instituciones religiosas que han sido clave en establecer neutralidad en aquellos territorios que han sido denominados de miedo. Cabe destacar que el éxito de estas intervenciones dependerá también del recurso que movilicen los entes territoriales para su financiación y sostenibilidad en el tiempo mediante sus Planes Integrales de Seguridad y Convivencia (PISCC) y los respectivos fondos de financiación territorial y nacional, y por qué no también cooperación internacional.

Uno de los modelos con mayor renombre y que ha sido implementado en ciudades como Cali (Valle del Cauca) es el de la organización Cure Violence de Chicago (EE. UU), que entiende la violencia como un virus y que esta se esparce en la población como un tipo de contagio. Por esa razón, la importancia de los interruptores de violencia en los barrios y comunidades representados en el ejemplo inicial de este texto como lo es hipotéticamente Carlos el barbero, Doña Marina líder de la Junta de Acción Comunal, Don Jacinto líder de derechos humanos y el Padre Javier, entre otros actores fundamentales que buscan en los individuos interrumpir la transmisión de eventos o escenarios de riesgo y violencia modificando las normas y las conductas sociales.

Por ejemplo, una evaluación de impacto del modelo (CeaseFire Chicago Evaluation Reports and Related Material – http://skogan.org/WorkInProgress.html) estableció su efectividad dando como resultado una reducción en los tiroteos entre el 41 % y 73 % en las 20 ciudades de Estados Unidos que fue implementado. Como el caso en Chicago donde se registró un retorno del 100 % en la reducción de la tasa de homicidios por modalidad de venganza. En otra investigación (“Simulation model finds Cure Violence program and targeted policing more effective in curbing urban violence”) se asegura que la intervención combinada de la acción policial junto con la intervención social focalizada de Cure Violence se gestaba una menor tasa de victimización en lugar de aquellas intervenciones aisladas y unitarias.

Finalmente, este enfoque en el corto y mediano plazo puede dar frutos positivos generando una percepción positiva de seguridad, mejoramiento de los espacios comunitarios, reducción de la violencia, mejores dinámicas de convivencia, rompimiento de barreras o fronteras invisibles e impacto social en jóvenes, especialmente en sus normas de comportamiento.

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