‘El cartel de los brujos’: una realidad que vive El Espinal, Tolima
El relato acá narrado no es más que una sujeción de la realidad, contada por varias fuentes que no serán reveladas por temor a su integridad y respeto a la profesión que ejerzo. Es una historia como muchas de las miles o millones que circunden en el mundo y qué hoy cobra vida en un blog, de poco nombre, pero que trasciende al territorio de donde se desarrolla, a fin de mostrarle a Colombia —o al mundo—, una interpretación de nuestra realidad.
Henry Orozco – @SoyHenryOrozco
¿Mi amor, qué vas a comer?
-Pregunta un padre a su hijo, en un establecimiento de comidas rápidas, con la fe y convicción de brindarle satisfacción a su familia.
“¡Ay jueputa, lo mataron! ¡Cayó!”, gritó la gente desconsolada. “¡El brujo, el brujo!” Delio Barrios murió el 20 de febrero de 2020, perturbando la tranquilidad de los habitantes de Espinal. Estaba frente a su hijo menor y su compañera de vida. Le llegó la hora de partir, sin entender un por qué —quizá—. Tenía 38 años y era, supuestamente, uno de los brujos mayores de El Espinal.
La brujería en El Tolima es un cartel como el de la droga, pero sin ojos encima. También lo integran los de mayor nombre: políticos, comerciantes pudientes, funcionarios de la Policía, Sijín, Fiscalía y personalidades de renombre en el pueblo. Una práctica que le ha cambiado la vida a centenares y miles de personas en esta región, pero que orienta sus orígenes en México basada en las creencias a la santería y con rituales ofrecidos a “La santa muerte”, ajenas a la región andina de Colombia, donde actualmente se desarrolla. Es el negocio del momento y por ello cada día son más los interesados en integrarlo.
“Un brujo puede ganarse entre 5.000.000 y más de 20.000.000 de pesos, semanales”
El amarre, atraer a la persona amada, cambiar la suerte, alejar personas de la vida por medio de la hechicería; conseguir trabajo o, incluso, acabar con la vida de otra persona son algunos de los servicios que se ofrecen a través de páginas webs y que contratan, a diario, cientos de extranjeros. Usualmente, los brujos se valen de FanPages y cuentas en Instagram, con las que pautan publicidad segmentada en diversos países de Europa y América Latina, como España, Honduras, México, Guatemala; además, Estados Unidos y países de Centro América.
Gracias a las posibilidades que ofrecen la globalización y el mundo de hoy, el límite de fronteras no existe para estos jóvenes que han cambiado sus prácticas cotidianas, enfocándolas en ofrecer servicios de brujería por internet. Además, como es una práctica que involucra directamente la proxémica, el brujo —o bruja— no solo invierte dinero en hostings o servidores que le ayuden a potenciar su negocio, sino que también se dotan de implementos, vestuarios, atuendos y objetos que refuercen la credibilidad de su ejercicio, cuando trascienden del mensaje escrito a la videollamada o a la entrega de evidencias a sus clientes, mediante videos o fotografías.
Es muy común encontrarse con brujos de escasa edad, rodeados de los 20 años, pero que en internet proyectan ser maestros ancestrales, de mayor edad, y con el conocimiento fidedigno de la vejez; es como si arraigaran su fe en el popular adagio:
“Más sabe el diablo por viejo, que por diablo” (…)
Cada brujo se inicia desde su hogar, con prácticas, físicas, de dicción y modulación. Usan lápices de madera para sujetar con sus mandíbulas, entre sus dientes, y practican horas y horas de habla, con el objeto en su boca, a fin de poder cambiar su acento, su ritmo de voz e incluso hasta logran disfrazar su timbre natal.
Son magos con la palabra, “de muy buen verbo, como les solemos llamar en Colombia” y enredan a cualquier ser humano con su discurso:
“Hermanita, yo le puedo ayudar a que su expareja regrese con usted, pero eso toma un poco de tiempo y de voluntad suya. Acá me aparece en los tabacos y en las cartas que esa persona lleva mucho tiempo intentando librarse de ese maleficio que recibió. Usted sabe que él se alejó fue por brujería, y por ello yo debo romper ese hechizo; para poderlo romper debo mandar a hacer unas misas y debo comprar unos materiales… consígneme, yo le voy mostrando los materiales y empiezo con el trabajo para poder romper”.
En una sola FanPage, página u oficina de servicios, puede haber cinco, diez o veinte brujos atendiendo mensajes y llamadas. Utilizan números extranjeros para iniciar un chat de WhatsApp. Solicitan a los clientes información personal: nombres, apellidos, ciudad de contacto y una fotografía. Así van construyendo sus bases de datos y formulan una estrategia funcional alrededor del cliente a fin de obtener mayor información para luego adoptarla en su discurso. Los trabajos que ofrecen pueden oscilar entre 1.000.000 y 3.000.000 de pesos colombianos, incluso más, y los pagos los hacen mediante empresas de cambios de divisas.
La magia negra, la brujería, la hechicería, la santería —o como desee llamársele— circunde en la web desde tiempos remotos; existen millones de tomos y libros, con información libre para que cada persona curiosa de estas artes ocultas aprenda del oficio. “El Ciprianillo”, por ejemplo, es uno de los ejemplares más apetecidos por quienes despiertan interés en estas prácticas, debido a que profesa ser el libro del brujo más temido de su época, que se reveló a Satán para santificarse, pero que dejó su legado de brujería negra en el título en mención.
En El Espinal es mucho el dinero que circula proveniente de estas prácticas; es un negocio que todos conocen pero que pocos se atreven a revelar; es muy común escuchar decir que este negocio le ha transformado la vida a muchos jóvenes que antes se dedicaban a ser ayudantes de construcción o a lavar carros. Ahora son estos mismos quienes predominan con el cartel de brujos y se les ve andar en motos de altos cilíndrales, camionetas blindadas, vehículos de alta gama y ser propietarios de casas lujosas. Muchos otros son comerciantes reconocidos que “lavan” su dinero con panaderías, comercios locales y testaferros.
Al ser un negocio tan rentable y apetecido, ha cobrado la vida de muchos jóvenes que hoy se disputan “El cartel de los brujos de El Espinal”. Incluso, hay información que data sobre un hombre que fue baleado en su casa, en la calle 13 entre octava y novena, sin escrúpulos, frente a su familia; examigo del occiso Delio Augusto Barrios, asesinado en El parque mitológico de El Espinal el pasado 20 de febrero de 2020, y con quien presuntamente sostenía negocios relacionados a la brujería.
Asimismo, hay quienes afirman que, presuntamente, un accidente de tránsito ocurrido el pasado 20 de julio de 2020 en el que murió uno de los investigadores de la Fiscalía, adscrito al Cuerpo Técnico de Investigación, Carlos Andres Garcia Rojas, conocido como ‘El Gordo’, fue producto de saldo de cuentas por el negocio de la brujería, y que quienes ocupaban la camioneta Cx5 que atropelló al ‘Gordo’ eran brujos que salía de festejar por días, en una finca, sus ganancias millonarias al mejor estilo del traqueteo colombiano: con drogas, excentricidades y putas.
La brujería de El Espinal es un tema que circula día y noche entre los espinalunos; muchos prefieren callarlo o susurrarlo —como mis fuentes—, porque saben que no es juego de magia como el que solíamos jugar de niños, con las cartas, sino que es un cartel de brujos que poco a poco se expande cada vez más y que está cobrando la tranquilidad de un Municipio, en el que sí creen en brujos, porque “de qué los hay, los hay”.
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