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El 20 de enero, día en que Donald Trump asumió la Presidencia de los Estados Unidos, llegaron a mi mente muchas cosas, debo confesar que más negativas que positivas, como muchos otros supongo. Pensé en la política migratoria que tanto mencionó, en el muro en la frontera con México, en su egocentrismo, entre otras. Pero especialmente pensé en sus redes sociales, sí, aunque parezca increíble y haya temas más relevantes, sus canales sociales pasaron por mi cabeza. Pero en mi caso tiene lógica, a eso me dedico. El social media me da de comer.

Es imposible no hacer un paralelo entre la época Obama y su sucesor. El primero, redefinió el concepto de política 2.0. Nos enseñó que los gobernantes pueden tener canales de comunicación de doble vía, así responda un equipo por ellos (equipo que piensa y habla igual que su jefe político), en otras palabras, y como lo he expresado en otros espacios, democratizó la política a través de sus redes sociales.

El segundo, por el contrario, nos ha comunicado a través de otro lenguaje, que su ego está por encima de cualquier otro interés. Su discurso fuerte ha generado controversia -y la seguirá generando- y sus cuentas sociales han sido canales unilaterales de comunicación. Y dudo que esto cambie. Por sólo mencionar algunas cosas.

¿Cuál lo hace correctamente y cuál se equivoca? Desde la lógica la mayoría coincidirá en que Obama hizo un uso magistral de sus redes, en contravía de quien ahora lidera el país más poderoso del mundo.

Desde la teoría, ambos tienen elementos a su favor. Eso sí, desde orillas diferentes. Uno representa el progresismo y la ideología demócrata y sus canales fueron una vitrina de esto. El otro, un outsider que nunca se declaró abiertamente republicano, pero sí empresario, es decir evidencia esto, para él la política es un negocio y sus canales para obtener una rentabilidad.

Obviamente el modelo Obama, tratado de replicar en diferentes países latinoamericanos, como México, Colombia, o Argentina, es más cercano a nosotros, porque, entre otros, lo consideramos más «éticamente correcto». Pero no nos equivoquemos, no porque sea «lindo» y «cercano» es el mejor.

Trump siempre ha tenido grandes asesores, y aunque parezca que no, sabe lo que hace, aunque sea del modelo «que hablen bien o mal de mí, pero que hablen» y sí, nos guste o no, lo logró. En Colombia también tenemos un par de cuentas que van por esta línea, la Representante a la Cámara María Fernanda Cabal, o la Senadora Paloma Valencia, son sólo dos de ellas.

Después de la posesión del nuevo Presidente de Estados Unidos, 4 meses atrás, hemos visto un cambio radical en las redes de la Presidencia de Estados Unidos (desde la Casa Blanca, hasta las del Presidente y la Primera Dama), pero «el hombre es un animal de costumbres» -como tan bien dijo Charles Dickens- y cuando menos pensemos se nos habrá convertido en paisaje, como hemos hecho con muchas otras cuentas controversiales.

El generar polémica a través de las redes sociales no es algo nuevo, cada cierto tiempo un político decide hacer uso de esto para ser tendencia, hoy el turno es para Donald Trump. Nos guste, o no. ¿Mañana? Otro ya debe estar haciendo fila.

Para cerrar quisiera decir que medir el uso de las redes sociales de un personaje político u otro, para decir quién gana (Como lo propuse en el título de esta entrada) es complejo, no es viable, entendiendo que cada uno ha definido su propia estrategia, que nos guste o no, hace parte de eso, de una estrategia pensada  e intencionada, así que no pensemos que se equivocan, no lo hacen, la mayoría de sus acciones en los social media son premeditadas, la pregunta es de fondo… ¿Consiguen el resultado esperado? Y no estoy hablando precisamente de votos, hablo más allá de estos, hablo de reacciones frente a la opinión pública, de escándalos y polémicas, a veces hay algunos que han definido sus canales para eso. Y si lo consiguen, finalmente están cumpliendo el objetivo planteado.

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