Álvaro Uribe: 8 años que nos transformaron de ser un territorio a una nación.

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Ayer culminó en Colombia una de las etapas más transformadoras de su historia. Hace 8 años teníamos un territorio casi sin Dios ni ley, donde los ciudadanos apenas sobrevivíamos a los embates del terrorismo, el secuestro y la guerra. Un conjunto de regiones apenas comunicadas entre sí con una infraestructura en estado deplorable. Una recesión económica y una inversión extranjera casi nula. Éramos una esquina de Suramérica a la que el mundo temía venir, nuestras inmensas riquezas naturales, turísticas y culturales estaban opacadas por la muerte y el terrorismo, y el mundo veía en este territorio no un país, sino un centro productor de drogas, secuestro y violencia. Los habitantes de estas tierras nos hacíamos llamar colombianos, pero cada vez había menos de Colombia en lo que éramos y en lo que habitábamos. La ONU tiene un término muy triste, pero muy diciente para lo que nos estábamos convirtiendo de manera vertiginosa: estado fallido. Colombia, como nos hacíamos llamar, estaba a la par de Somalia, Zimbawe, Costa del marfil, Corea del norte o Angola en las listas de las Naciones Unidas de países que podían dejar de serlo en cualquier momento.

Frente a esa realidad, el sentido de impotencia y a la desesperanza se habían apoderado de todos nosotros. Aun quedaban hechos que demostraban que éramos una nación, pero se desvanecían en los mas de 4000 secuestros y más de 35000 asesinatos, las incontables violaciones a la libertad y la tranquilidad, los 3 millones de desplazados, la pobreza del 65% de la población, y para los que podíamos salir del país, el dolor de ser tratados como ciudadanos de tercera clase en los aeropuertos del mundo, como si todos los que veníamos de esta tierra fuéramos delincuentes. Era hasta difícil reconocer que éramos colombianos, porque esa era la palabra que iniciaba preguntas sobre drogas, anarquía, guerra y corrupción. Nadie hablaba de las bellezas de Cartagena, de la calidez de la gente de Antioquia, de la cultura y desarrollo de Bogotá, de las riquezas naturales del Tairona o de la zona cafetera. Esa parte de lo que llamábamos Colombia no existía en las mentes del resto del mundo.

El 2002 fue entonces el momento que inicio una transformación a todos los niveles en estas tierras. Llego un hombre que empezó a recordarnos desde el primer día que este territorio que todos habitábamos juntos de alguna manera era una nación, y que se llamaba COLOMBIA. Que Colombia éramos todos, que tenía un estado que si era capaz de controlar ese territorio y construir nación, construir país. Nos enseñó, y mejor aun, nos demostró, que la conciencia Nacional se podía convertir de una casi total indiferencia y desesperanza, a un compromiso con un estado que por fin nos representaba, encargado de protegernos y de derrotar a quienes querían destruirlo. Álvaro Uribe comenzó a crear un estructura social que nos convertía por fin en un país, donde todos estamos llamados a colaborar, a construir y a defender, ya sea apoyando a las autoridades, contribuyendo económicamente o hasta haciendo oposición sin ser asesinado por ello.

Álvaro Uribe también entendió que Colombia necesitaba cambiar dentro de ella misma antes de cambiar lo que éramos frente al mundo. Con cada logro sobre la violencia y el terrorismo, con cada demostración de que una nación estaba levantándose de las cenizas de la anarquía, El presidente de los colombianos iba y se lo contaba al mundo. Famoso por cargar sus cifras con él a todas partes, debatió y demostró que Colombia estaba cambiando y que allí había potencial. Y el mundo después de un tiempo de incredulidad y escepticismo, empezó a escucharlo. Al escuchar que Colombia no solo era rica en secuestros, drogas y de pronto café, sino también en estabilidad económica, mano de obra calificada, inmensas bellezas naturales, industria y servicios altamente productivos, climas, diversidad, fauna, flora, riquezas históricas y arqueológicas de clase mundial, hospitalidad, ciudades de gran desarrollo y regiones coloniales, entre otras mil cosas que el mundo y hasta los colombianos no habíamos podido ver antes, El mundo empezó a mirar a Colombia con otros ojos. Se atrevieron a venir, y como dice la campana, encontraron que el peligro en Colombia era querer quedarse. El mundo entonces invirtió, le aposto al país y a su gobierno y hoy estamos cerca de convertirnos en una de las 4 mayores economías de América Latina. Las cifras de inversión, turismo, migración, crecimiento económico y lo mejor, las proyecciones de todo ello, son tan alentadoras que el país que hoy tenemos parece irreconocible a lo que hace 8 o 10 años teníamos.

Colombia entonces se volvió otra vez un País! Aquella clasificación de estado Fallido es ahora no más que un mal recuerdo que un hombre llamado Álvaro Uribe y un pueblo detrás de él apoyándolo en su empeño por construir una nación, hizo que dejáramos atrás. Ahora somos un estado, un país reconocido por sus logros, sus avances y lo mejor, su tremendo potencial. Hoy los colombianos miramos al futuro con otros ojos, y en el mundo tenemos la frente en alto, porque venimos de un país que si bien tiene muchísimos problemas por resolver, también está lleno de oportunidades y mejor aun, posibilidades para resolverlos. Hoy todos por fin pertenecemos a una nación con la estamos comprometidos.

Este 7 de agosto no sabemos que nos depara el futuro, pero gracias Álvaro Uribe y sus 8 años de compromiso con la construcción de un país que parecía ya no existir, algo si tenemos claro: El camino esta trazado para que ese futuro sea aun mejor. Depende de todos cambiar lo que se debe cambiar y continuar innovando, construyendo nación y honrando el legado de un hombre que con errores, desaciertos, valor, empeño, dedicación y un inmenso amor por Colombia, nos demostró que este territorio que habitamos no es solo eso, es una nación que es y puede ser mucho más grande de lo que nos podíamos imaginar.