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Las elecciones de este domingo en Brasil deben lograr que ese país vuelva a importar. Durante los años de Lula y luego de las bases construidas por Fernando Enrique Cardoso, Brasil comenzó por fin a ocupar el sitio que debería tener dentro del concierto latinoamericano y mundial. Sin embargo, los años de gobierno de Dilma Rousseff quien busca su reelección, solo han servido para hacer retroceder el gigante latinoamericano al anonimato y la falta de importancia en el concierto internacional.

La economía brasilera debería ser el centro, el motor del aparato económico latinoamericano. Cuando las condiciones económicas se deterioran en los Estados Unidos la economía mundial tambalea; cuando se deterioran en Alemania la economía europea tambalea; cuando se deterioran en China la economía de Asia se ve afectada. Si la economía brasilera entra en recesión, como está ocurriendo, su efecto en Latinoamérica es mínimo, salvo en algunas naciones del MERCOSUR donde el impacto es un poco mayor. Brasil estaba en el camino de lograr ese liderazgo económico en la región, liderazgo que haga que importe, que promueva y empuje el continente, pero los últimos 4 años han hecho que el camino recorrido para llegar a esa posición regional desapareciera.

Los Brasileros deben elegir para que su país importe. Y eso significa que el crecimiento económico y el liderazgo político vuelvan a construirse. Con ello su situación interna, como ocurrió con los dos gobiernos anteriores, mejorará profundamente y el continente va a recuperar un líder que debe convertirse en el promotor de la economía regional. El gobierno actual ha utilizado la crisis económica internacional para justificar el pobre desempeño económico. Lo curioso es que los otros miembros del BRIC (Rusia, China e India) siguen creciendo a niveles superiores al brasilero, con la excepción de Rusia que sufre las consecuencias de un embargo internacional debido su accionar político y militar.

Otros países de la región como Chile, Colombia, México o Ecuador crecen de manera sólida, y todos pasaron de una u otra forma por la misma crisis. La verdad es entonces que el gobierno de Rousseff no ha tenido la capacidad de sostener el crecimiento económico, la falta de liderazgo y la corrupción han hecho que, si bien los programas sociales se mantienen, la inversión y el desarrollo que permitan continuar sacando más brasileros de la pobreza se detengan. En un país con desigualdades sociales como pocas en el mundo, políticas de redistribución y mejoramiento económico de las clases más necesitadas se deben mantener, pero se debe buscar el crecimiento y la inversión sostenida para dejar ese ciclo de subsidios y asistencias y crear una clase media estable, productiva y próspera, que es elemento fundamental de una economía.

Brasil está llamado a ser el líder de la región. El tamaño de su economía y su posición dentro del contexto mundial así lo indican. Las políticas sociales de Lula y Rousseff ayudaron a que la pobreza se redujera y la economía despertara, pero polarizaron con su discurso izquierdista la posibilidad de convertirse en el centro político de la región y uno que sirva como puente de Latinoamérica con los otros bloques mundiales. Económicamente Brasil, aun con MERCOSUR, ha mirado más hacia afuera que hacia Latinoamérica, como lo han hecho casi todas las naciones de la región. Y ha sido así porque no existe un líder, una nación que debería liderar un proceso de integración y de mercado regional. Esa nación debería ser Brasil, pero no lo ha hecho. Es hora de que Brasil vuelva a su posición de liderazgo y quien quiera que sea el ganador este domingo debe construir un país que una vez más, y de manera definitiva y duradera, importe!

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