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En casa nos hemos mudado ya varias veces, sobretodo en el último tiempo. Hemos hecho de la sala, el estudio y el cuarto con marquesina, nuestra habitación. No hay criterios de selección establecidos, más allá de ser nómadas.

Es así como hemos dormido en multiversos. Mi favorito es interpretado por el techo de vidrio que hay en el cuarto delantero, una marquesina heroica que no disimula nada, sin pena me cede uno de sus mejores lugares para ver el cielo anochecido, con su luna en fase, desnuda, exhibiéndose a cualquier lobo. A veces oigo alaridos en mis sueños, pero no despierto, es la ventaja de dormir con ella. Es un gran ojo iluminado; estamos a salvo.

Afortunadamente, cuando llegué aquí, traje conmigo un colchón muy liviano, no tan cómodo, pero liviano, así es como logramos movilizarlo por todo el apartamento sin que se vuelva estorboso.

A Obi le gusta llevarlo a la sala, y estar tirados todo el día, viendo series, de preferencia aquellas que cumplan con la función de acompañarnos un largo rato, tipo Friends, Mad Men o Bojack. Series eternas que se prestan para cangrejear. Juzguen ustedes, no somos tan amantes de los finales. Acompañamos este espacio con cervezas, ginebra o vino y luego arrinconamos los envases, con la falsa promesa de un día hacer un Art Attack.

Entonces, esta vez dormimos bajo el arrullo de una línea cómica de Rachel; un diálogo cínico de Don Draper o una consigna melancólica de Bojack.

Solo una vez, desde que todo empezó, nos hemos quedado en el estudio, porque considero que tanto cableado debe crear un campo magnético muy denso y uno ya está cargado, naturalmente, con esta situación. Así que, no hay sal marina que alcance. Sin embargo, lo que adoro de este espacio es que es bastante comprimido, de esta forma, nos obliga a permanecer muy cerquita, apeñuscados, como disfrutamos estarlo tantas veces, logrando el plano en el que las almas dialogan y alcanzan el perdón.

Vito también va de lado a lado, pero a él le queda mucho más fácil, primero porque va en su Millennium Falcon y segundo, porque es un perro y no tengo certeza de cuál de sus vidas esté compartiendo con nosotros, de lo que sí estoy segura, es que tiene más experiencia.

En estos días extraños, a veces las cosas se tornan de océano, no con su brisa idílica, más bien con una incertidumbre de huracán. Así debe ser estar en medio de la nada. Ahora mismo, no hay certezas o al menos proyecciones a las que uno pueda anclarse y ahí es cuando llega esa ansiedad que me estremece las tripas y me entran unas ganas exorbitantes de escabullirme e ir en busca de tierra y sacar mis miedos a pasear. Pero la orden es clara, no podemos salir, estar en casa es todo lo tenemos.

Así que lo mejor es no hacer ningún movimiento brusco, para mantenernos a flote.

Entonces, me recupero, me sacudo el agua como puedo y aquí vamos de nuevo, buscando otras partes de la casa que nos permitan dormir, espacios donde nos salve el amor.

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