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Mientras la mayoría de las empresas lucha por su sobrevivencia ante este escenario de crisis, llama la atención que otros como las instituciones de educación en general sienten que esta crisis no es de ellos, ni de la comunidad que atienden. El covid-19 ha obligado a los colegios y universidades a cambiar las añejas fórmulas de educación presencial por una educación a distancia vía plataformas diseñadas para conferencias y reuniones virtuales. Entre otras cosas, esto ha significado que las instalaciones del colegio queden sin uso y un número no menor de profesores y personal de planta sin actividad. Definitivamente ningún colegio ha cumplido con la oferta de valor que ofreció a sus alumnos, pero no ha sido responsabilidad de ellos, ha sido culpa de este virus que nos obligó a encerrar a nuestros hijos en casa para evitar riesgos innecesarios de contagio.

Algunos colegios se han preocupado de apoyar a la comunidad estudiantil por la vía de rebajas menores de la mensualidad, traspasando de esta forma cualquier ahorro en costos operacionales (agua, luz entre otros) a la comunidad estudiantil. Es así como se repiten en algunos colegios rebajas del 3 %-5 % en los pagos mensuales.  Otros han optado por no hacer ningún descuento argumentando que es muy poco significativo, y por tanto prefieren dejar estos recursos dentro de la institución para ocuparlos en otros planes de contingencia.

Por otra parte, los padres de los alumnos matriculados han debido sortear las mayores dificultades económicas de su generación. Cualquier dueño de empresa está renegociando arriendos, negociando rebajas con empleados en el valor de su nómina, bajando sus propias remuneraciones e intentando conseguir uno de los esquivos créditos covid-19 con garantía del fondo nacional de garantías.  Si el padre del niño es empleado, es muy probable que ya le hayan bajado su remuneración entre un 20 % – 3 0% o simplemente lo hayan despedido. Una familia ante estas nuevas condiciones de ingreso, comienza a buscar las mismas renegociaciones con el arriendo o dividendo de su casa y servicios públicos.

Sin embargo, no le va a ser posible conseguir una baja significativa en las mensualidades por educación de sus hijos.

¿Por qué?

Por la sencilla razón que los colegios y universidades prestan un servicio de naturaleza primaria, es decir nadie que viva en comunidad estará dispuesto a dejar sin colegio a sus hijos o cortar el pago por estudios universitarios de sus hijos mayores. La mayoría de la gente prefiere vivir en una casa más pequeña, abstenerse de comprar bienes suntuosos, cortar las idas al restaurante y compra de licores, antes de pensar en sacar a su hijo del colegio o simplemente moverlo a un colegio de menor costo, y esto los colegios y universidades lo saben.

Entonces ante una crisis económica que probablemente va a significar que las familias colombianas dispongan en promedio de un 20 % – 30 % menos de ingresos familiares, van a seguir pagando para esta temporada 2020-2021 la misma matrícula o la misma mensualidad que venían pagando el año anterior en el mejor de los casos.

Los colegios y universidades no ven necesario un ajuste de costos y gastos que permita una baja de tarifas del 20 % – 30 % que apoye a su comunidad de familias a sobrellevar esta crisis. Colegios y universidades no quieren pasar por el desagradable proceso de bajar remuneraciones y eventualmente realizar una reingeniería a su estructura de gastos. ¿Por que?, porque simplemente piensan que los apoderados van a hacer un esfuerzo extraordinario por mantener a su hijo matriculado en el mismo colegio o universidad. Porque con la educación de nuestros hijos no se juega. Porque la educación es un gasto básico y es un legado de los padres a sus hijos.

La verdad es que dada la magnitud de esta crisis, muchos apoderados se van a ver obligados a cambiar a sus hijos de colegio o simplemente les va a ser imposible cumplir con los pagos de mensualidades. Muchos universitarios se van a ver obligados a suspender temporalmente por no poder continuar pagando las mensualidades. Es entonces cuando las instituciones de educación se podrán más serias respecto de sus gastos, no como acto de mínima empatía y compromiso con su comunidad, sino porque sencillamente los ingresos no les serán suficientes para cubrir sus gastos.

La indolencia tiene grandes costos.

 

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