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Al ELN no se le ocurre otra cosa que apagar un fuego con gasolina. La noticia confirmada por los medios de comunicación sólo ha producido indignación. El petardo de La Macarena es de lo más torpe y absurdo que habrían podido hacer en un momento como este. Al ELN le está pasando lo que le pasó a las FARC en los primeros años de negociación, que hizo sus cálculos bajo una lógica exclusivamente militar, pensando en el daño a su enemigo sin pensar en los efectos colaterales a la sociedad colombiana (los físicos y los morales). Al final el camino que tuvo que trasegar las FARC se convirtió en un via-crusis. Se las cobraron todas, y no fue precisamente el gobierno, la cuenta de cobro se la pasó la sociedad civil en la calle y en las urnas. Todas esas acciones militares incomprensibles, abiertamente ofensivas contra el sentido común popular, contrarias a los anhelos mayoritarios de paz, fueron las que terminaron de romper los vasos comunicantes que tenían con la Colombia urbana.

El ELN va por el mismo camino, piensa que con una bomba en Bogotá le da un golpe contundente al Estado, cuando el golpe se lo están dando ellos mismos, lo de La Macarena es un tiro en un pie. Le suman a una negociación ya de por si precaria y casi anónima una opinión pública escéptica y cansada. Un petardo que incendia las redes sociales y promueve un rechazo unánime, ni la izquierda puede dejar de pronunciarse en contra. Solicitar un cese bilateral a través de un acto de esa naturaleza los deja lanzando una voz de la que sólo escucharan como respuesta su propio eco. No han entendido que a estas alturas del partido la única manera de forzar un cese bilateral es a través de la movilización social y la opinión pública, necesitan la atención de la gente no su miedo.

Las FARC hicieron un viraje estratégico que progresivamente fue reduciendo el rechazo de la sociedad. El discurso, la estética, el manejo de redes convirtieron su comunicación en una forma de lavar su imagen y de buscar apoyos en sectores antes detractores. Se desprendieron, sin renuncias significativas, de la imagen peligrosa que los cubría. Se han venido re inventando a tal punto que gran parte de su acción política la están haciendo desde donde la Colombia urbana se comunica, desde las redes sociales. Se dieron cuenta que con menos soberbia y mas carisma lograban mayores simpatías.

El ELN en cambio aún tiene su lenguaje y su estrategia arraigada a la vieja idea de que con el único que debe medir sus fuerzas es con el enemigo, el Estado. Sin embargo no se percatan que un rechazo masivo a la negociación y, concretamente, a sus acciones militares, reforzara la posición del gobierno que encontrará en la sociedad civil mejores apoyos. Los elenos no entienden que “el palo no esta para cucharas”, no perciben un enemigo mayor que el que tienen sentado al frente en la mesa, la indiferencia de la sociedad colombiana.

Una vez firmado el acuerdo con las FARC, y visto que la implementación se diluye en vericuetos legislativos, ayudado por el hecho cada vez más insostenible de cargar con un Congreso deslegitimado y circense, la gente le perdió el interés a la parafernalia de la negociación. Así como todo el mundo estuvo pendiente de los movimientos del secretariado en La Habana, de donde vivían, de lo que comían, de quien los visitaba; buscando la incoherencia y el cinismo para atacar desde esa trinchera moral la negociación (y de paso al gobierno cubano), de la misma manera y con la misma rapidez la sociedad colombiana se desentendió de lo que pasa en Quito. Tan sólo una parte del movimiento social está al tanto y se hace cargo de la responsabilidad, para la gente del común lo de Quito es una cuestión de trámite.

Bajo ese difícil contexto lo único que le propone el ELN a la sociedad colombiana, porque al final lo que pase en Bogotá termina siendo de repercusión nacional, es la idea de que quiere convertir la ciudad en teatro de operaciones militares, a lo cual sólo encontrara rechazo. No es el rechazo por los daños causados, son además las formas que desdibujan los principios que aun le queden a la insurgencia. Ponerle una bomba a unos policías en el centro de Bogotá no guarda relación alguna con el conflicto para el cual se le pide cese al fuego. Que lo escalen en las zonas donde históricamente han hecho presencia, que lo hagan en combate contra las fuerzas militares con las que se han enfrentado por décadas y que con ello le sigan dando curso a la guerra, eso aunque doloroso les daría más coherencia como movimiento guerrillero. Lo de la Macarena es un vil acto de terrorismo.

Entre tanto y mientras el ELN da esos pasos en falso a la Mesa Social le va tocar el papel de bomberos, para apagar esos fuegos.

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Interesado en ecologismo, feminismo, política y reflexiones que rompan el pensamiento único. Buscando en las rebeldías al ser humano universal. Consultor en migraciones forzadas, proceso de paz y pedagogía, participación ciudadana y víctimas en el exterior

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4 Comentarios
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  1. jorge260437

    Tiene toda la razón. Si desde sus inicios se hubieran dedicado a secuestrar corruptos y ladrones y con esa platica en vez de enterrarla hubieran ayudado al pueblo . Habrían llegado frescos a Bogota. Su actitud lo único que demuestra es que no saben y no están preparados para hacer política. Atacaron a los que se la ganaron sudando y a los sucios políticos ni los tocaron..

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