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PekermanNo fue un gol. No cualquiera. Ya sabíamos que lo podíamos hacer. Pero no se daba. Yo rogaba para que así fuera. Que se diera. Sentía como si fuera uno de los jugadores que tuviera que hacer el gol, solo para hacerle un homenaje al profesor Pékerman. Al hombre que nos devolvió el fútbol. Que nos devolvió la ilusión. Que no solo nos puso a soñar sino que hizo realidad los sueños. A ese hombre que allí, parado en el sitio de los técnicos, dirigía como podía a la selección, con su alma en luto pero su pasión puesta en Colombia.

El minuto de silencio no bastaba para los jugadores de la selección. Se vio en los rostros de Falcao, de James, de los demás. Ellos querían hacer más. Y seguramente, antes de salir al terreno, habían convenido lo que a la final hicieron.

Llegó el gol. Ya todos sabemos cómo. James se tiró al piso, echó los brazos hacia atrás, lo cantó, se puso en pie y en un gesto que creo fue de instinto, rechazó a Fredy Guarín, que lo iba a abrazar para celebrar.

Corrió por la cancha, llamó a los demás, y pienso que todos ya sabían qué hacer en ese momento. Llegaron a donde Pékerman y lo abrazaron. Fueron todos para uno solo. Uno de esos abrazos que salen del alma. Uno de esos abrazos a los que no se les puede dar nombre porque simplemente salen del corazón, del alma.

Yo trataba de seguir la escena, pero mis ojos encharcados solo me dejaban ver las sombras. Lloré, sí. Amigos, lloré. Y no paré de llorar. No sé cómo describir lo que se siente. Sentía que el corazón me daba un vuelco. Sentí una fuerza inmensa en el interior que me hacía llorar.

Ahora solo veo esos corazones y esas almas de nuestros héroes de la Selección rodeando a Pékerman, de quien no veía sino su pelo cano. Hubiera querido estar ahí. No para ver el espectáculo sino para darle ese mismo abrazo a ese gran hombre que nos enseñó que el trabajo en equipo es lo que más vale en la vida.

No me imagino qué hubiera podido pasar si no se hubiera dado el gol. Corazones destrozados de unos gigantes del fútbol que no hubieran podido rendirle el homenaje a quien los hizo lo que son.

Pero Dios es grande. Y se dio. Y Pékerman hoy sabe que no está solo. Debe saber ya que él no tiene un solo corazón, sino que allí, se le colaron otros corazones. Y de pronto debe estar llorando, por la pérdida de su madre, pero también, de saber que no está solo. Que sus muchachos están con él. Y que todo un país está con él.

Pékerman: usted es grande, muy grande para Colombia. Usted es el hombre que llevamos dentro los colombianos. Usted es el hombre que nos tiene de luto porque su dolor es nuestro dolor. Usted es el colombiano que todos quisiéramos ser. 

PD. La imagen utilizada es una página publicada por el periódico Q’hubo de Cúcuta y se publica con su autorización.

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Twitter: VargasGalvis

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