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Por Sebastián Castañeda

El desarrollo urbano contemporáneo se caracteriza, al menos en nuestra ciudad, por la redefinición del espacio público como un espacio de consumo por excelencia. Lo anterior no solo por el deterioro del sistema distrital de parques, sino por la consolidación del Centro Comercial como el espacio de encuentro y entretenimiento preferido de las familias bogotanas.

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Sin embargo, el tema es de matices. De nada sirve una posición radicalmente opuesta a los centros comerciales, que desconozca sus aportes en términos de empleo y la socialización de un consumo percibido como ascenso social. Por otro lado, defenderlos a ultranza es la negación de los problemas de implantación urbana que han derivado en congestión, inadecuado manejo de basuras y una progresiva transición de los usos aledaños hacia tipologías más intensivas en comercio y servicios.

Por lo tanto, la relación de los centros comerciales con su contexto urbano, su impacto a nivel de planificación territorial y las implicaciones en la gestión del suelo, es uno de los temas  de mayor interés en la discusión actual sobre los asuntos urbanos.

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Los centros comerciales son la manifestación de la consolidación de la clase media urbana (Mapa), que con el crecimiento económico de la ciudad y la posibilidad de acceder gratuitamente a servicios esenciales, le permite a las familias tener disponibilidad para visitar y gastar, al menos dos o tres veces al mes, en un centro comercial.

MapaEl libre comercio también se concreta en los centros comerciales. Las principales decisiones en materia comercial de un país tienen repercusiones territoriales que van transformando la naturaleza económica de las ciudades. A Bogotá llegan los productos y las tiendas más representativas de su contexto regional (La Polar, Falabella) e internacional (Burger King, Papa John’s, Forever 21 entre otros), posicionando nuestra ciudad como un centro económico de envergadura que lucha por consolidarse competitivamente dentro del mercado de las ciudades del mundo.

Mientras tanto, el imaginario de recreación y entretenimiento de la sociedad sufre deformaciones críticas. La preocupación por el aumento de los casos de obesidad es una consecuencia de una patología caracterizada por la preferencia al sedentarismo y el consumo frecuente de productos excesivamente ricos en azucares y grasas que le dan sentido a largas filas de espera e incomodidades en el tránsito peatonal dentro de un centro comercial.

El debate sobre las implicaciones urbanas y sociológicas de los centros comerciales debe darse en Bogotá, pues las consecuencias, tanto positivas como negativas que generan, tienen sin lugar a duda profundas repercusiones en el futuro de la ciudad.

Sebastián Castañeda

www.combo2600.com

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