La labor de un psicólogo de la Cruz Roja Colombiana por sacar a jóvenes de las calles bogotanas
El próximo 30 de julio la Cruz Roja Colombiana celebra 100 años de labor voluntaria en el país. Con el lema “Mi Historia es Tu Historia” estamos resaltando la increíble labor de los cerca de 23 mil voluntarios que lo dan todo por los demás. Aquí el reflejo de algunas de sus historias de esperanza.
@Cruzrojacol
Durante tres años el hogar de paso de la Cruz Roja Colombiana facilitó asistencia humanitaria y psicosocial a los habitantes de la calle en Bogotá. Néstor Avellaneda es un psicólogo que formó parte de este interesante proyecto y logró apadrinar a uno de los jóvenes que consumido por las drogas y el abandono, pudo salir de las calles y hoy en día es un profesional ejemplar.
Néstor recuerda a Santiago como un chico de una gran inteligencia, casi genio, que por cosas de la vida desde los ocho años empezó a consumir drogas y terminó en el peor ambiente para un menor de edad, la calle. Durante muchos años este joven lideró una de las bandas de atracadores de bancos y apartamentos más famosas de Bogotá.
Un día, ya muy deteriorado por el consumo y el abandono, se acercó a uno de los talleres del hogar de paso y, al finalizar el encuentro, le preguntó a Néstor qué sentido tenía lo que él hacía, si acaso se salvaban dos personas era mucho. A lo que Néstor sin titubear le respondió: “si logro salvar a una persona ya estoy cumpliendo la misión”. Más adelante este psicólogo con amplia experiencia social se enteró que esa frase marcó el cambio de Santiago, ya que vio en el funcionario que más allá de cumplir con un trabajo había una persona que le interesaba la gente.
Al principio no participaba mucho de los talleres, pero con el tiempo empezó a confiar sus problemas a Néstor. Entablaron una relación que permitió a Santiago desahogarse y contar su dura niñez, su cercanía con malas personas, su inicio en las drogas, todo el dinero que ganaba tras sus grandes robos, pero que se esfumaba en una sola noche; desde pactos con el diablo hasta confesiones de todos los muertos que había causado. Luego de varias intervenciones que realizó Néstor, Santiago se dio cuenta que había tocado fondo y que quería recuperar su vida, salir adelante y volver a ver a su familia.
Pasaron los meses y el joven cada día mostraba mayor promesa. Se volvió una persona muy cercana al equipo y siempre daba más de lo que se le pedía. Se convirtió en vocero entre sus compañeros, en ejemplo de vida. Todo esto porque ya había interiorizado su nuevo proyecto dejando atrás su tormentosa experiencia con la adicción y la calle. Solo repetía: “Néstor yo quiero ser como usted algún día, psicólogo para ayudar a más gente a salir de las calles”.
Sin embargo, el estar sobrio, el hacer intervenciones y el apoyar a los demás; ayudar en temas en los que él todavía estaba débil, lo hicieron confrontarse con la realidad de vacíos y ausencias que estaba viviendo. Hasta que un día entró en crisis, recayó en la droga y volvió a las calles.
Ocho meses después regresó al hogar de paso, pero no lo dejaron ingresar por que estaba drogado, al centro de acogida siempre deben ingresar libres de consumo de drogas o alcohol, es la principal regla. Se quedó toda la noche durmiendo en el andén afuera del hogar, esperando a que se le pasaran los efectos para ingresar al otro día y poner la cara, porque, según Néstor, “si algo tenía ese muchacho era una profunda integridad”. De la recaída regresó con más fuerza, con más motivación. “Era una persona que pedía ayuda a gritos.” Reconocía su interés de que alguien le diera la mano y otra oportunidad para cambiar».
Años después terminó su rehabilitación, con la ayuda y el acompañamiento incondicional de Néstor, quien siempre estuvo para él, al principio sin decir una palabra, ya después con la confianza de este chico logró fortalecer sus vacíos que venían desde la infancia, trabajar su autoestima y ayudarlo a proyectarse como un ser humano que hace el bien a los demás. Pronto Santiago empezó a trabajar en fundaciones para adictos, ayudándolos con sus propios procesos terapéuticos, y empezó a estudiar psicología en la Universidad Nacional.
Néstor recuerda con mucha alegría: “Un día en Plaza España siento que alguien por la espalda me sujeta, me abraza y me levanta. Se arrodilla y me empieza a besar las manos. Era Santiago quien iba en un bus, y al verme por la ventana se bajó corriendo. La felicidad no le cabía. Todo en su vida había tomado el orden que él quiso alguna vez. Ese día fue uno de los días más bonitos de mi vida. Hablamos como cinco horas. Me contó cómo se sentía, todo lo que había recuperado, me dio las gracias y me dijo que todo lo que él era en ese momento se lo debía a esa motivación que nosotros le habíamos dado. Yo simplemente le contesté que yo fui el instrumento del cambio, él tuvo la valentía de hacerlo.”
Hoy en día, Santiago es psicólogo y dueño de una fundación en Medellín, recuperó a su esposa con quien tiene tres hijos y vive feliz consigo mismo y con el mundo. Néstor destaca la labor desinteresada de la Cruz Roja Colombiana para ayudar a otros que lo necesitan. “En estos ambientes ser parte de la Cruz Roja es sinónimo de respeto, aunque les ayudamos a cambiar el rumbo de sus vidas, creo que el principal ingrediente para el cambio es el cariño, la gentileza de un plato de comida caliente, el amor que nosotros les damos y que quizás nunca tuvieron”.
Y finaliza. “Dentro de las cosas bonitas que hacíamos era darles la mano, llevarles una silla y decirles: ustedes no merecen estar en el piso, ustedes merecen una silla, merecen un plato de comida, merecen una vida mejor”. Ellos nos decían,- es que ustedes dan amor exigente,- y la verdad tienen razón, ya que es un amor con normas, no un amor alcahueta”.
¡Porque a esta hora hay alguien de la Cruz Roja trabajando por Colombia!
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