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“Algo que marcó a mi familia y en especial a mi madre, fue el atentado terrorista que ocurrió el 5 de marzo de 2003, a las 9:40 a.m., una fuerte explosión sacudió a la ciudad de Cúcuta. El centro comercial Alejandría ardía en llamas producto de un explosivo detonado en el sótano del mismo.  Al momento de la explosión 1.500 personas se encontraban en el sitio. El grupo de socorristas de la Cruz Roja que llegamos allí nos pusimos a disposición del comandante del incidente, apoyamos a los bomberos en las labores de extinción  del incendio.  Ingresamos al lugar  desde las 11:00 a.m. y allí estuvimos  hasta las 5:00 p.m. Los daños eran cuantiosos, la mercancía de los comerciantes se veía incinerada en las vitrinas y el dolor por la afectación se sentía en las paredes; era mediodía y los noticieros nacionales daban la noticia que afectó a mi mamá, indicaban que el edificio había colapsado y que varios socorristas quedaron atrapados en el primer piso, eso le generó a ella  una angustia terrible; me intentó contactar pero en medio de la emergencia yo no tenía comunicación; ella se logró poner en contacto con alguien de la Cruz Roja y le indicaron que yo estaba bien. Pasada la emergencia y yo sin saber la preocupación que rondaba mi casa, tomé el transporte para visitar a mi mamá; me encontraba mojado, sucio, oliendo mal y lleno de humo. Al llegar a la casa mi familia no reparó en nada, sus primeras reacciones fueron abrazarme, decir “lo amo” y soltar unas lágrimas que siempre voy a recordar y llevar en mi corazón.

@Cruzrojacol

SIMULACRO CENTRO COMERCIAL VENTURA PLAZA CUCUTA MAYO 2013Juan José Díaz Castro se enamoró de la Cruz Roja cuando cursaba sus primeros semestres en la universidad; fue un llamado que sintió al pasar por la sede de la seccional Norte de Santander de la Institución humanitaria: “compré el formulario, me inscribí e inicié con mi formación como socorrista”. A sus 39 años de vida Juan es Ingeniero de Producción Animal, pero menciona que su vida y su segunda carrera es la Cruz Roja. “Son muchos cursos al interior de la institución y varios al exterior que me sirven y me forman para la vida en esta organización humanitaria. Cuando me gradué de la universidad en el 2007 ya llevaba 10 años de formación en la Cruz Roja,  fueron varios los cursos de socorrismo,  las brigadas de formación, los talleres de pedagogía, los grados como instructor en rescate y la experiencia de 19  años en búsqueda y rescate”.

Las historias por las que ha pasado y los hechos que ha vivido son innumerables, pero algunos momentos quedan marcados en la piel y en el corazón de un socorrista, esas acciones valerosas o sencillas que al final del día son agradecidas con una amable sonrisa o un simple gracias.

Una historia que recuerdo muy bien, sucedió en Norte de Santander, un grupo de 25 universitarios se perdió en el Páramo de Mejué cuando hacían una visita técnica, en ese momento yo era el sub director de la agrupación de Socorrismo, organizamos un grupo de 6 rescatistas y llegamos al lugar, coordinamos con Defensa Civil del municipio para hacer la logística de búsqueda. Mientras que el Ejército Nacional ya había ingresado a la zona, nosotros tomamos la decisión de rodear la montaña e ingresar por el lado opuesto para cubrir más terreno. Subimos durante dos horas y media con equipo de 30 kilos en promedio. Llegadas las 10 de la mañana, logramos ver que el Ejército hizo contacto con el grupo de universitarios; nos agrupamos para hacer la valoración e iniciar el descenso. El grupo estaba deshidratado y asustado, una de las muchachas tenía un cuadro severo  de hipotermia, no se podía sostener y no tenía fuerzas para caminar, decidimos bajarla a  hombros, yo la coloqué en mi espalda y dos compañeros iban al lado mío soportando nuestro peso  para no rodar por el  camino.

 El descenso duró aproximadamente hora y media para llegar donde se encontraba la ambulancia. Mucho tiempo después yo me encontraba en clase en la universidad y ella pasó por enfrente de mi salón con su grupo de clase, se detuvo, y en un tono muy alto dijo “gracias a él estoy viva, él fue el que me salvo la vida” todo el salón quedó en silencio, me voltearon a mirar y segundos después, se escuchó un estruendoso aplauso; esos son momentos que lo marcan a uno,  generalmente uno como socorrista no se encuentra a las personas que ayuda, esas palabras lo llenan y lo entusiasman para seguir siendo rescatista

ola-invernal-2009-venadillo-tolimaLos Socorristas de la Cruz Roja Colombiana están atentos y dispuestos las 24 horas para atender cualquier emergencia que se presente en el país.  Juan José menciona que  ser socorrista es  darle a la gente, todo lo que uno aprende para mejorar su existencia y salvar vidas. Las personas ven a la Cruz Roja como ese organismo de socorro, que no se limita solo a sacarlo, salvarlo e irse, sino al organismo que actúa con humanidad, lo acompaña, lo ayuda, lo protege, lo escucha, les da asistencia psicosocial  y lo valora como ser humano.

Con el rostro acongojado Juan José nos menciona que los socorristas son seres humanos, que viven, gozan pero también lloran y sufren, son personas que están dispuestas a dejarlo todo por ayudar a los demás, nos dan una lecciones de vida, de compañerismo, de amistad, humanidad y nos recuerdan que lo más lindo es la familia: Estar lejos de mi hijo es complejo, es un vacío difícil de llenar, lo puedo ver cada dos o tres meses por la distancia, aunque trato de hablar con él a diario, cuando estoy con él es la locura, el tiempo que compartimos se va como un rayo, pero esa visita me recarga para estar siempre listo ante cualquier emergencia. Como Coordinador Nacional de Socorrismo, he podido trabajar con un grupo de voluntarios, personas y socorristas brillantes que con su gran experiencia nos permiten mejorar los procedimientos y los protocolos para actuar en cualquier situación que tengamos, son ellos mi mano derecha y el equipo técnico nacional de la agrupación.

Juan José menciona como vivió la experiencia de participar en la atención de la emergencia por el terremoto de Ecuador a principios de este 2016- Él tenía la tarea de coordinador de todo el personal, en esta ocasión no asistió como operador activo, tenía a su cargo 33 personas de búsqueda y rescate, incluidos los binomios K-SAR (Equipo conformado por un voluntario/a y un canino con entrenamiento especial en búsqueda y rescate). La operación fue todo un éxito para la Cruz Roja, pero recuerda los mensajes de agradecimiento que sus compañeros le brindaron: gracias porque sentimos que había alguien que estaba pendiente si algo nos hacía falta, si necesitábamos algo extra y que se preocupara por la salud de cada uno de nosotros.

Juan sonríe y recuerda una anécdota muy bonita de camino a Pedernales, antes de iniciar labores para la atención de la emergencia: nos faltaban como 8 horas para llegar al sitio, íbamos ingresando a Esmeraldas 15 carros de la Cruz Roja Colombiana, cuando de un momento a otro las personas se empiezan a parar, salirse de sus carros y abandonar sus locales para aplaudirnos y alentarnos en nuestra acción, nos gritaban, “gracias por venir ayudarnos”, “gracias por apoyarnos”, esos son momentos que nunca un rescatista podrá olvidar y que lo llenan de alegría y de confianza para afrontar los retos que se presenten”.

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Para finalizar indica que quiere ver a futuro una agrupación más grande, con una formación más técnica y alineada a lo que requiere el país en la actualidad: porque nosotros como Cruz Roja Colombiana sacrificamos familia, amigos y gustos por ayudar a las personas necesitadas y que requieren de nuestra acción, haya o no una cámara siempre estaremos ahí para las comunidades.

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