Análisis
Que el cese al fuego entre el gobierno del Presidente Gustavo Petro y los grupos con los que pretende negociar la ‘Paz Total’ esté fracasando no sorprende a los que hemos estudiado resolución de conflictos y procesos de paz en el mundo.
Si hay algo que recomienda la literatura y la teoría basadas en la experiencia de las diferentes guerras y conflictos es no aplicar el cese al fuego al comienzo de un proceso de negociación ya que las partes o una de ellas lo utilizan para fortalecerse, reagruparse, rearmarse o recuperarse (tomar un respiro) con el fin de llevar acciones más violentas y llegar más fuertes a una mesa de negociación.
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Y a la vista está: los grupos no han respetado la tregua. Las disidencias de las Farc la han utilizado para expandir su dominio en los territorios en el suroriente del país y la violación del cese al fuego se ha convertido en un juego de acusaciones: el Gobierno los acusa de no cumplir con el compromiso y las disidencias de las Farc a que ellos no fueron y a declarar al gobierno culpable por la guerra que se viene. El ELN cada vez más envalentonado recuperando territorios, secuestrando y extorsionando a quien quieren, mataron dos policías y, como no, culpabilizan al Gobierno Nacional. Mientras la bandas criminales y narcos rompen las treguas pues no hay nada que las sostenga.
Las Fuerzas Militares contabilizaban, hace un par de semanas, 225 violaciones al cese al fuego en lo corrido del año. Cuando un proceso de paz se pone a merced del cese al fuego lo que sucede exactamente lo que estamos viendo: acusaciones, culpas van y vienen y así se pasa el tiempo de negociar una agenda hasta que finalmente las negociaciones se rompen.
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Además, dentro de la misma negociación no es lo más aconsejable ya que las partes gastan más tiempo verificando y culpándose unos a otros por el rompimiento del cese del fuego por parte de sus miembros o por equivocación que negociando los puntos de una agenda.
Un cese al fuego se lleva a cabo cuando la mayoría de los puntos de una agenda ya han sido acordados y como gesto de buena voluntad y de que de verdad se quiere acabar con el conflicto.
Por este motivo, el cese al fuego del gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc se llevó a cabo cuando ya la mayoría de la agenda había sido acordada y quedaba ese gesto de buena voluntad, pero siempre con estrictos protocolos de verificación.
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La experiencia en resolución de conflictos también enseña que un cese al fuego se acuerda en las primeras etapas de una negociación cuando el derramamiento de sangre y el salvajismo de los contrincantes ha llevado a una situación inhumana. Por ejemplo, cuando en Ruanda mataron a medio millón de personas en solo 100 días, un promedio de 5.000 personas diarias.
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Por ejemplo, en Liberia el cese al fuego se violó en 11 ocasiones, en el Salvador, en 1989 duró un día antes de un ataque que mató a 127 personas mientras que en Afganistán en 1994 duró dos días para que 200 personas fueran asesinadas. Y así se cuentan las situaciones por decenas en todo el mundo.
No hay que ir muy lejos: en Colombia los procesos de paz de Belisario Betancur, de César Gaviria hasta el de Andrés Pastrana fracasaron precisamente porque se acordaron ceses al fuego en cada uno de ellos, pero el presidente Petro dirá que el que fue exitoso del M-19, su grupo, con Virgilio Barco se llevó a cabo bajo un cese al fuego: toda regla tiene su excepción.
Es tan peligroso el cese al fuego en un proceso de paz que está supeditado a que un solo o unos pocos saboteadores de una o cada una de las partes lo haga fracasar. Además, en una tesis de grado en Noruega se llegó a la conclusión de que los ceses al fuego son más propensos a fracasar cuando estos ya han sido violados: Colombia es un ejemplo de ello.
Por esto no deja de sorprender que el gobierno del presidente Gustavo Petro siga empeñado en buscar el cese al fuego con los diferentes actores: desde el ELN, las disidencias de las Farc hasta las organizaciones narcotraficantes y bandas criminales con el fin de adelantar una negociación en paz.
Estos grupos le han respondido a Petro, sobretodo el ELN es su infinita prepotencia y arrogancia, con desplantes como no aceptar un cese al fuego y poner miles de condiciones siquiera para tratar de acordar una agenda de negociación.
No me cabe duda la intención del presidente Petro de querer la paz para el país, no dudo de sus buenas intenciones, no dudo de su afán por querer que Colombia sea ‘potencia mundial de la vida’, pero la verdad es que siempre hemos estado más cerca, a excepción de unos años después del acuerdo firmado con las Farc en el 2016, de ser potencia mundial de la muerte.
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Lo recomendable para el presidente Petro y sus asesores es que no traten de ‘inventar la rueda’, tomen como ejemplo el proceso de paz del Estado colombiano con las Farc que se firmó en el 2016, retomen todo lo positivo y traten de variar a las circunstancias lo poco que haya que hacerlo.
Pero insistir en un cese al fuego es la mejor ‘receta’ para que un proceso de paz en Colombia vaya directo al fracaso, como se avizora la estrategia de paz total del gobierno.
Lamentablemente el primer ministro israelí Yizah Rabik, quien estuvo al tanto y liderando negociaciones de paz con los palestinos por décadas y fue asesinado después de la firma de uno de ellos, tenía razón cuando decía que un proceso de negociación de paz se debe llevar a cabo como si no hubiera guerra y afrontar la guerra como si no hubiera proceso de paz.
Un proceso de paz para un país como Colombia, con conflictos ‘intratables’, como se le conocen en el mundo, requiere más que buena voluntad y sí mucho conocimiento en el tema. Estrategia para que esa voluntad se materialice. “Si el cese al fuego bilateral no es efectivo en determinados territorios para proteger la vida y la integridad de toda la población, no tiene sentido persistir en ello”, dijo el presidente Petro. Y sí presidente Petro, es mejor no persistir en ello.
*Periodista, magíster en Relaciones Internacionales y especialista en Resolución de Conflictos.