Se termina un año y es común que la gente se detenga a hacer balance. El final de algo coincide, no pocas veces, con un mayor estrés, tensión y frustración, por el síndrome de los últimos minutos del partido, ya que algunas personas pretenden hacer en poco tiempo todo lo que no se hizo durante el resto del juego. Hay que tener cuidado con esta tendencia porque esa ansiedad a veces termina, por el cansancio acumulado, en mayores o graves errores, como sucede en los deportes colectivos, en donde vemos que muchas expulsiones se producen en la fase final del partido.
A mis clientes suelo proponerles la buena práctica de los retiros. Es importante desplazarse a un lugar inspirador, al menos una vez al año, para tomar conciencia de lo realizado y a planificar un mejor futuro, lleno de aprendizaje, crecimiento, servicio y sentido. Así es como se construye la abundancia. En esos retiros surgen preguntas fundamentales que llevan a las personas a un nivel superior de conciencia. Recomiendo empezar por estas cinco: ¿Qué quiero conseguir? ¿Cuál es mi máxima prioridad? ¿Qué me impide alcanzarla? ¿Qué puedo hacer que me acerque a ella? ¿Qué personas pueden ser un acelerador de mi gran meta?
El deseo incontrolado de perfección: un grave problema
Una sana ambición es un excelente catalizador de transformaciones poderosas. Desbocada, la ambición es el germen de los mayores errores del ego, la fuente más poderosa de la soberbia, que se suele traducir, antes o después, en toda clase de vicios. El ideal de perfección es algo bueno, porque nos marca el camino; el deseo ilimitado, no, porque nos hace perder el rumbo, al buscar atajos de una meta radicalmente imposible.
No podemos pedirle al mundo que sea exacto ni pretender que las personas sean perfectas (con uno). Aceptamos que el ser humano es imperfecto, salvo cuando nos golpea esa imperfección, lo cual es lo mismo que no aceptarla. Lo mejor que podemos hacer al final del año es aceptar la realidad incondicionalmente. Lo que pasó, pasó, porque tenía que pasar, para ponernos a un nivel superior de conciencia; lo esencial es que saquemos aprendizaje, que aprendamos las lecciones que la realidad nos regala, para poder tomar mejores decisiones en el futuro.
Cuando realmente aceptamos la realidad, la mente se relaja y el malestar disminuye; el cansancio acumulado deja de pesar tanto y la carga, por muy pesada que sea, se vuelve ligera; la sensibilidad, que suele ser mayor que la de la piel de un niño, se equilibra, logrando así una gestión inteligente de las emociones. El ser humano tiene el poder y la responsabilidad de ser feliz, una meta imposible de alcanzar mientras neguemos y rechacemos la realidad.
Por último, me atrevo a sugerir que al terminar o empezar el año, nos hagamos tres promesas que tienen un alto impacto en el éxito de las personas: 1. Me alejaré de las personas que son tóxicas y también de aquellas que siempre se están quejando. Si no puedes alejarte de ellas, hazte la promesa nº 2: Pediré a las personas que me comparten con frecuencia sus quejas, que solucionen el problema que los perturba; 3. Me comprometo a hacer que mi mente tenga siempre una energía positiva. Esta promesa se puede formular también así: «Enfocaré mi pensamiento hacia ideales elevados, hacia una energía vital que busca servir antes que exigir derechos». Este ejercicio lo aprendí del exitoso empresario Trevor Blake: «No soy un gurú de la autoayuda, sino un hombre de negocios pragmático». Pocas cosas son tan prácticas como una buena teoría.
No es lo que tenemos sino lo que disfrutamos lo que constituye nuestra abundancia
Epicuro fue de los primeros pensadores en descubrir que no vale la pena enfrentarnos a la realidad como si se tratara de un enemigo que hay que ganar en un campo de batalla. Más bien, el secreto está en nuestra mente, en cómo hacemos uso de ella para que juegue a nuestro favor. Las palabras tienen el poder de dibujar emociones y diseñar un horizonte nuevo en las relaciones humanas. Con razón, algunos autores sostienen que las palabras que pronunciamos forjan nuestro destino. He sido testigo de esto en no pocas familias empresarias que he conocido. En efecto, en ellas he observado que la calidad de las afirmaciones que se dicen condicionan, de manera dramática y trascendental, los acuerdos y decisiones que se toman.
La mente es una herramienta poderosa del ser humano. Tan potente que si no se la domina, puede ella acabar jugando en tu contra y «marcando goles en propia puerta» haciéndonos perder el «partido» de la felicidad y el éxito. Si nos comprometemos a focalizar la mente en la valoración, en el aprecio y en el reconocimiento, la mirada se vuelve «apreciativa» y el campo energético que crearemos nos llevará necesariamente al éxito y a la abundancia.
#GraciasalaVida #FelizNavidad #FelicesFiestas
Pablo Álamo es coach y consultor de empresas familiares. Profesor distinguido de CETYS Universidad y docente-investigador de la Universidad Sergio Arboleda. También es socio de la firma Invivus Consulting.
lo que se acuerde en la mesa de negociaciones debe de ser para todos los colombianos, todos pagamos impuestos.
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