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Imagen creada por Chatgpt

Cuando hablamos de “IA”, la mayoría piensa en inteligencia artificial, en robots que nos asisten, algoritmos que predicen lo que queremos o asistentes que nos responden más rápido que nuestros amigos. Pero hay otra IA que está presente en nuestras vidas de forma mucho más silenciosa y cotidiana. No aparece en las noticias ni en los lanzamientos tecnológicos, pero se activa cada noche, justo cuando intentamos desconectarnos del mundo. Me refiero a Insomnio y Ansiedad. Sí, esa otra IA que no necesita batería ni Wi-Fi para funcionar, pero que parece estar instalada en nuestra mente desde hace tiempo.

Todo comienza con algo tan inocente como revisar un mensaje antes de dormir. Luego se convierte en una historia de Instagram, un video gracioso, una comparación inevitable con alguien que parece tenerlo todo resuelto, una duda existencial sobre tu día… y cuando menos lo esperas, estás en la cama, con la pantalla apagada pero con la mente prendida a mil. El insomnio llega disfrazado de hiperactividad mental y la ansiedad se cuela en los huecos del silencio. Y aunque creamos que solo estamos «relajándonos», en realidad estamos alimentando un ciclo que interrumpe el descanso y agita la mente.

Porque no dormir bien no siempre se ve como lo imaginamos. A veces no es estar despierto toda la noche, sino dar mil vueltas sin encontrar calma. Y muchas veces tiene que ver con lo que hacemos antes de dormir. El celular, aunque parezca un aliado, es muchas veces el principal culpable de esa sensación de no poder apagar la cabeza. No es casualidad. Las plataformas están diseñadas para mantenernos ahí, para darnos una excusa más para quedarnos conectados. Pero nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra salud, no fueron hechos para vivir sin pausas.

Si lo piensas bien, hay señales que delatan esa conexión excesiva. Revisar el celular apenas abrimos los ojos, necesitar ruido digital para dormir, sentir ansiedad si estamos lejos de una pantalla por más de una hora… todo eso se ha normalizado, pero no es normal. No debería ser tan difícil simplemente descansar. Y sin embargo, lo es. Pero hay cosas pequeñas que podemos hacer. Y no hablo desde el lugar de un experto ni con fórmulas perfectas, sino como alguien que también ha sentido esa mezcla de agotamiento físico y saturación mental.

Una idea simple que ayuda es reducir la luz de las pantallas desde temprano. Como cuando un avión empieza a aterrizar y las luces bajan poco a poco, el cuerpo también necesita señales claras de que el día está terminando. Otra cosa que puede funcionar es establecer un horario límite para el celular. Por ejemplo, después de las diez de la noche, dejarlo a un lado, literal. Hacer ese acto consciente de cierre. También sirve escribir. Nada elaborado. Solo poner en papel lo que está rondando por la cabeza: preocupaciones, pendientes, incluso cosas por agradecer. Eso ayuda a soltar. Y por último, recordar que todavía existen cosas sin pantallas: un libro, una conversación con uno mismo, una canción tranquila, un dibujo, un estiramiento.

A veces creemos que la inteligencia está en saberlo todo, en responder rápido, en estar siempre conectados. Pero tal vez la verdadera inteligencia esté en aprender a desconectarse, en saber decir “hasta aquí por hoy”, en escuchar al cuerpo cuando pide pausa. Porque descansar no es perder el tiempo. Es recuperar energía, claridad y equilibrio. Y porque no hay logro que valga la pena si llega a costa de la salud mental.

Así que si esta IA, la de Insomnio y Ansiedad, te ha estado ganando la partida últimamente, no estás solo. Tal vez sea momento de apagar un rato la pantalla, mirar hacia adentro y recordar que el silencio también es necesario. A veces, lo que más necesitamos no es otra aplicación, sino un poco de calma

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