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Velocidad, pureza, técnica y un excelente sonido fue la lección dejada por esta banda que sin líneas vacías arraso con todo a su paso.

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A penas unas horas atrás la ciudad había recibo un aguacero descomunal, cerca del teatro la Mama a eso de las 6:20 pm, la llovizna lenta pero incansable se sostenía casi a punto de terminar. Sin embargo esto no fue suficiente excusa para abandonar la cita de sonidos mortíferos, pactada la tarde- noche del 9 de Abril. Ni siquiera el permanente caos vehicular de Bogotá acentuado precisamente cuando el cielo llora. Precedidos de los buenos comentarios del show de la noche anterior en Pereira, Kataklysm se preparaba a repetir esto sobre suelo capitalino. Pero antes, los relatos de la banda bogotana, Cuentos de los hermanos Grind, relucieron con sus pintorescas historias en vivo, fuerza y ese característico juego de palabras jocosas, adornadas como de costumbre por sus extravagantes ropajes. El calentamiento fue adecuado, las notas de estos «hermanos» sugirieron motivos para mover los cuerpos de cierto sector del público e ir animando al resto.

 

Terminada la apertura y a pesar de que el sound check ya se había realizado horas antes, parecía que Max Duhamel quería ajustar lo mejor posible el sonido de su consola independiente, ubicada al lado izquierdo de su batería. Unos minutos después de las siete bajo las sensaciones variopintas de los focos, cuyos resplandores superaron las sobrias presentaciones internacionales anteriores, cuatro hombres impregnados de metal en su piel se anclaban los instrumentos, juntos obturaban As I Slither de su obra maestra Serenity in Fire, para dar comienzo a unos de los actos locales más devastadores. Con el suelo temblando y las paredes como límite, la masa se movió de lado a lado, dejando un hoyo para el baile tradicional, la válvula de escape era cerrada. Pero había un quinto elemento en tarima, de doble cabeza, apostado a cada lado, era el cover pintado sobre tela de su último disco que al parecer poco sirvió a la hora de intimidar a varios seguidores, que sin pensarlo, subieron a escena para sacudirse tan veloz como se pudiera y de paso «respaldar» las vocales de Maurizio. El cronometro no llegaba a los 10 minutos, cuando se cabalgaba sobre las liricas de Like Angels Weeping tercera de la noche, con apenas un cruce de palabras los canadienses nos daban la bienvenida, a veces las mismas sobran cuando la potencia musical estalla justo donde queremos. Los bateristas de esta agrupación siempre han sido el plus, todos ellos de calidad «insoportable», el turno era para Duhamel, la atención cosntante en él, desafiante más dedicado a la destreza y técnica, repartía con veracidad golpes certeros a doble bombo, obligando a subirse al bus del ritmo a sus compañeros para no quedar rezagados. Jean, soporte de cuanto riff circunda, también rendía elocuencia In Shadows & Dust introduciendo a la «locura», exorcizada luego en notas poderosas. Sin duda un guerrero que soporta el peso de las cuerdas.

 

 

 

 

La Mama ha sido testigo de la danza del choque muchas veces, pero pocas recordadas y no estoy seguro si la del sábado será la mejor de 2011 en este sitio, pero por los menos tendrá un puesto. La más fiel evidencia de liberar esa ira contenida, sentimientos reprimidos por la naturaleza de actos injustos, o simple emoción, fue recreada con tanta fiereza en The Awakaner. De rodillas y con los brazos abiertos, como recibiendo la oscuridad para poder emerger a la superficie, el vocalista sostuvo la respiración y trajo a colación la vieja escuela del Death metal y de paso la segunda obra en estudio de la banda. Exigió sus cuerdas al máximo, pero también midió las fuerzas del respetable, deseaba saber cuánta velocidad soportarían antes de desintegrarse. Cerca de la frontera el pogo levantaba ese polvo imperceptible al ojo humano, pero roto por el haz de luz filtrado. El puente más sencillo y efectivo suele ser el carisma pero no ese amelcochado casi a punto de volverse «mi mejor amigo», si no el de contacto de manos, el de pocas palabras pero precisas, sin trasgredir límites pero tampoco pecar en ausencia, no el de compromiso, el natural y pocas agrupaciones lo poseen, sin duda Kataklysm lo tiene.

La «biblia» de este género tiene en sus escritos leyendas que erizarían la piel del más devoto religioso, litigios desbordarían los estrados, en busca de condenas, sin embargo el fondo es otro porqué si se acercan al proceder de quienes expresan este arte y de quienes lo reciben, el ojo inquisidor no tendría argumentos para condenar, solamente reflejos como The Ressurected o The Ambassador of Pain para no cometer los mismos errores una y otra vez. Sin bajarse completamente del escenario la falsa ida, pareció más una pequeña pausa para refrescarse. De nuevo al aire, detrás del telón del ángel, Maurizio hablaba con una persona de logística, mientras las notas de To Reign Again, habían comenzado, de vuelta al micrófono sacudió la cabeza y la fiesta allá bajo continuo, acto seguido y sin vacio entre líneas, el epilogo llego con ´El camino a la Devastación´.

 

 

 

 

15 Canciones y 1 hora exacta bastaron para arrasar y desintegrar a una nación saturada de sonidos artificiales, dos plazas vivieron una ejecución tan rápida pero verosímil. Canadá, tiene otro hijo exponente de ecos diferentes del cual sentirse orgulloso, él, incluye en sus ondas corazones de ciertos sectores que hallan en la oscuridad del hombre hechos para emerger. Entendible solamente para esta minoría residente en tierras cafeteras, que halla admiración en quienes llevan al extremo instrumentos orgánicos y los creados por el hombre, a un nivel diferente dónde parece imposible. Me atrevo a decir que es el mejor sonido registrado en este teatro, perfecto, nada de saturación ni rebote, bien acoplado. Fue difícil darse cuenta a qué hora terminó todo, lo cual indica que se gozó al máximo, pero además las ganas volver a vivirlo.

 

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Permanezcan Rockosos

 

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