23 de julio, 9:12 de la noche, la tarima del Teatro Libre de Chapinero resplandeció, el motivo, el color blanco del traje de Michael Powers. Unos minutos antes, con nuevos integrantes la banda bogotana TBCB demostró una vez más su talento a la hora de tocar blues, aunque el sonido no estuvo tan pulido como en otras ocasiones. Apoyado en un bastón y con la paciencia que dan los años se acomodó en la silla a dos metros de donde estábamos Charly Solano y yo (es la primera vez que estuve tan cerca de un artista), tomó la guitarra acústica y posó sus dedos sobre ella abriendo con una intro extensa (13 minutos), que sobre el final rompió con su voz, de esta manera este “negrazo” newyorkino inició un precedente tal vez único en nuestras tierras. Irrumpieron entonces Billy Cristiani con sus zapatos deportivos color Rosado y Harrison el baterista, Powers tomo la otra guitarra que el técnico casi no puede conectar; inició entonces la parte eléctrica que nos sumió en ese clamor propio de los esclavos negros que recogían algodón en el Delta del río Missisippi. Con los ojos cerrados y con esos gestos propios del sentimiento puro, este genio nos fue transmitiendo sus emociones junto a sus notas gruesas, delgadas y carismáticas, impactante el tema Prodigal Son, un canto conmovedor a la familia, simplemente una hermosa interpretación. El contraste lo puso Billy, quien nunca, al igual que sus seis cuerdas, dejó de moverse, se paseó de un lado a otro, le dio sabor al platillo.
Escuchemos algo de la evidencia aunque disculparan el sonido:
Con un receso de casi 15 minutos, la gente volvió a sus sillas, las generaciones presentes fueron múltiples, aunque en su mayoría adulta, volvimos más emotivos rompiendo la sobriedad y por qué no decirlo el “respeto”, el aporte, la evocación de Hendrix con “Hey joe” por parte del maestro Michael, me atrevería a decir que materializo a Jimi, pero no solo fue eso también el hecho que en medio de una de sus líricas incluyera la frase “ the people of Colombia”, para este momento la fiesta Rock And Rollera era inevitable. La gota que reboso la copa, el ingreso de TBCB nuevamente al escenario para un Jam, qué sorpresa, no sé si estaba preparada la vaina, pero que lujo, en medio de una que otra falla técnica, Michael le entregaba el solo a Mauricio, quien hacía lo propio en su caballito sonoro pintado de negro con blanco, luego la responsabilidad pasaba a Jorge en los teclados, la silla de la batería trascendió de Barry a Andrés. Toda la superbanda improvisada ya se despedía, pero no pudieron abandonar, el grito ‘one more’ lo impidió, el cierre no pudo ser mejor “Black Magic Woman” a petición de un joven que un poco más y se sube al escenario, resulto profunda, rumbera e infinita, no queríamos espacio para el silencio pero finalmente llego para estos seis monstruos; incluida la banda local, pues en mi concepto hay que tener personalidad y jerarquía para estar al lado de quien estaban. En medio de abrazos entre todos los músicos y unas flores que le regalaron al viejo Mike, los aplausos no cesaron, el auditorio copado en su extra totalidad despidió de pie, la sabiduría, el dolor, la alegría, el talento, pero sobre todo la sencillez reunida en un hombre, que se despoja de los suvenires que conlleva el medio en que transita, para ofrecer la simplicidad musical de sus raíces, ese blues tan hermoso, ese canto de libertad que ni siquiera una señora en silla de ruedas que al final del concierto con una sonrisa de oreja a oreja se quiso perder.
Permanezcan Rockosos
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