Hace ya tiempo que el profeta zambulle en los debates en Europa asociado al miedo. Entró llevado en volandas por quienes hacen de su figura una interpretación radical, la que realizan quienes solo viven (y mueren) en y para los extremos, después los mismos europeos empezaron a nombrarle cada vez más. Se convirtió en caricatura, en 2005, en Dinamarca; después en otras reproducciones de diarios franceses y alemanes, y finalmente Charlie Hebdo, 2015.
Más tarde, saltó a la ficción. La más mediática, seguro la conocen, es la francesa “Soumission” (Sumisión), en la que se esboza una Francia –siempre bella, siempre orgullosamente republicana y autora de los derechos del hombre y del ciudadano – sometida a una suerte de sharia por parte de un presidente musulmán. Su autor, Michel Houellebecq, tuvo que interrumpir la gira promocional por el atentado contra Charlie Hebdo y anduvo con escolta oficial un tiempo –dos policías de civil- mientras concedía entrevistas en las que opinaba sobre el devenir de Europa y su presunta islamización. Al calor de su éxito superventas, otros libros envueltos en polémica abordan el asunto con gran facturación: “El suicidio francés”, de Éric Zemmour, y “El gran reemplazo”, de Renaud Camus, por citar algunos ejemplos.
Esta avidez por el tema ha terminado por arrastrar, al igual que la sangre a los tiburones, a los partidos que practican lo que algunos llaman populismo (según la RAE, “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”) y otros, menos amantes de la posverdad, señalan como ultraderecha.
Son más de lo que nos gustaría admitir, en una Europa en la que cuesta creer que los ecos de la II Guerra Mundial estén tan lejos, pero sea o no la explicación para ello el desastre de la crisis de 2008 y la decadencia del “establishment”, lo cierto es que Mahoma ha saltado de nuevo, está vez de la biblioteca a las urnas.
Mahoma es “un Señor de la guerra y un pedófilo”; “El Islam representa la mayor amenaza para los Países Bajos. Nuestro futuro está en juego”. Ambas frases son del ultraderechista Geert Wilders, candidato del Partido de la Libertad –el lenguaje nunca es inocuo- para las elecciones legislativas de este miércoles. Tendrá, según las encuestas, un resultado muy ajustado con el primer ministro, Mark Rutte, de centro derecha.
Wilders se dice dispuesto a prohibir el Corán y cerrar mezquitas, y no pocas crónicas de enviados especiales empiezan a sacar testimonios de pintorescos pueblos holandeses en los que hay quien afirma que la suya es la única voz que “defiende a los holandeses”. El debate, cuando las encuestas reflejan pérdida de apoyos, vuelve sobre Mahoma. Como hace Le Pen, en Francia, donde en cinco años ha crecido recuperando este argumentario hasta darse por hecho, sin necesidad de sondeos, que pasará a la segunda vuelta de las presidenciales sin problemas.
Puede que pronto sepamos si el Profeta volverá a saltar, esta vez para dejar las urnas y colarse en políticas de Gobierno.
[…] presidente del Eurogrupo es holandés. La semana pasada hablamos aquí de sus llamativos candidatos a las […]
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tiene razón este político holandés en todo lo que dice, el islamismo es una religión que aísla y menosprecia a la mujer, aparte de que entre sus principios está la guerra y violencia para imponer su religión ¿por qué occidente habría de aceptarlos?
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