Al llegar, Guatapé me recibió con comparsa, con banda marcial, con papayera y con toques de campana que no daban tregua. Normal, cuando uno decide visitar este rincón de Antioquia en plenas fiestas de la virgen.
Entre la algarabía, los pitos y los voladores que retumbaban en el cielo; recorría las calles del pueblo al mismo tiempo que me asombraba de los detalles minuciosos de las fachadas. En Guatapé tienen la bonita costumbre de hacer los zócalos de sus casas en bajorrelieve, contando historias de arrieros y de múltiples vivencias y costumbres campesinas de la región. Si quieren conocer de cerca la historia de este pueblo colombiano, solo deben ver con detalles las estelas de imágenes que adornan los frentes de casas coloniales.
Antes de la llegada de los españoles, Guatapé era el nombre de un bravo guerrero y cacique indígena de esta región antioqueña. Hoy Guatapé es el nombre que adorna con bravura este poblado colorido de fachadas multicolores.
El Peñón o Piedra del Peñol:
Como mi visita era corta, me infiltré entre la procesión para poder llegar hasta el parque central y preguntar por los chiveros que llevan a la famosa y gigante piedra del Peñol. Los chiveros son «Jeeps» o «Willys» que por dos mil pesitos recorren los cuatro kilómetros que separan Guatapé de la Piedra del Peñol.
Haganle señas al conductor para que los deje en la estación de servicio «Zeus». Detrás de esta, encontrarán una escalera amplia que lleva a la explanada de la enorme piedra. No tiene pierde, pues la piedra se ve a leguas de distancia.
Una vez pagados los 18.000 pesos de la entrada, espero que lleven zapatico cómodo y agüita fresca. De lo contrario, los 700 escalones que llevan a la cima les pasarán factura.
Entre la virgen y el embalse…el cielo
A medida que se va subiendo y se van ahogando, tomen el tiempo de respirar y si es de su costumbre, de rezar a las dos vírgenes que verán en el camino.
Para quienes no creen en presencia virginales, respiren y recarguen energías apreciando el imponente paisaje que forma el embalse Peñol – Guatapé. Se quedarán una vez más sin aliento con la belleza natural de este lugar.
Una vez en la cima, tomen el tiempo de reponerse en la terraza repleta de artesanías y de mecato antioqueño. Pero sobre todo, no olviden de intentar tocar el cielo con sus manos. Los 220 metros de altura de este monolito de granito, dan la sensación de estar en la cúspide. A ustedes de decidir en cúspide de qué.
Una vez el éxtasis turístico alcanzado, y la mazorca asada mordida y el carrielito comprado; dedíquese a descender lentamente de las nubes, intentando que no le tiemblen las rodillas de bajada.
Yo decidí regresar a pié hasta Guatapé, por un camino mal hecho pero bien simpático. Sin contar que las fiestas apenas empezaban y que la papayera me esperaba en el parque principal para terminar de rematar mis piernas con una bailada sabrosona.
De todo podrán decir de Guatapé, pero aquí el que se aburre es porque quiere. Sin lugar a dudas Guatapé y la Piedra del Peñol deben figurar en la guía de viajes por Colombia.
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